¿Cuándo fue la última vez que dejaste el ruido externo a un lado para explorar tu verdadera esencia?  En el vaivén de la vida moderna, el silencio se ha vuelto un recurso muy escaso. Vivimos en un mundo con tanto alboroto que no nos logramos escuchar a nosotros mismos.

Y no me refiero al sonido que percibimos a través del oído, sino a esa avalancha de ideas y estímulos cotidianos que simplemente no podemos procesar y que se transforman en nuestros principales generadores de ruido interno. En nuestra mente se agolpa información que no procesa y que nos lleva a tomar a veces muy malas decisiones. 

¡Sí! En la vorágine de interacciones y caos externo, a menudo olvidamos el poder del silencio interior como un catalizador fundamental para un crecimiento personal significativo.

Así como la naturaleza se aquieta en invierno, nosotros también podemos abrazar la pausa. Este cierre de año, quizás es el momento ideal para detenernos un instante a reflexionar sobre los ciclos que cerramos durante el año y los que aún quedan pendientes. Cada experiencia, ya sea de alegría o desafío, es un capítulo en el libro de nuestras vidas. Cerrarlos es fundamental para prepararnos adecuadamente para los nuevos comienzos que el próximo año nos depara.

La magia de diciembre no solo reside en las luces brillantes y las festividades, sino también en el poder sanador de evaluar y la renovación que trae consigo el cierre de un año más.Este mes, te invito a sumergirte por un momento en la quietud, a cerrar aquello que ha cumplido su propósito. En el silencio, encontrarás la claridad necesaria para trazar nuevos objetivos y abrazar el potencial transformador de un nuevo año. 

Cuando cultivamos el silencio interior, nutrimos la habilidad de comprender no solo las palabras que se comparten, sino también las emociones subyacentes y los matices no expresados. Este tipo de auto escucha profunda va más allá de la superficie de la comunicación, creando un espacio para la empatía y la conexión propia.

En el silencio, encontramos el tiempo y el espacio necesarios para procesar nuestras respuestas, evitando reacciones impulsivas.

El valor de la comunicación intrapersonal

Se piensa que la comunicación sólo se da con otros, pero en este proceso reflexivo estamos generando un intercambio hacia dentro, con nosotros mismos, son momentos en que nos preguntamos y respondemos solos, se trata de un análisis que se genera en lo más profundo de nuestro ser y que nos lleva a analizar las situaciones desde una óptica muy especial.

Vista así, debería ser un acto deliberado capaz de conectar con nuestra propia conciencia, que nos ayude a decidir, darnos ánimos o calmarnos.  Pero de este diálogo interno pueden surgir también mensajes o pensamientos negativos que nos generen temor, inseguridad o ansiedad y que tenemos que procesar.

La comunicación intrapersonal incluye, además de los pensamientos o reflexiones,  las ideas, los sueños y los pensamientos en voz alta. Todo tu ser entra en relación a través de la comunicación para entrar en la autorreflexión o la introspección, procesos psicológicos fundamentales para el autoconocimiento.  

Hay quienes la consideran como un tipo de comunicación unilateral, pero, desde mi punto de vista no lo es tanto, al igual que en el intercambio de ideas con otros, tenemos un emisor y un receptor que interactúan entre si, sólo que en este caso se están comunicando dos estados de nuestro cerebro: el consciente e inconsciente en los cuales incluso nos hablamos como diferentes personas. Si mi consciente habla usa el pronombre “yo” pero el subconsciente contesta bajo el pronombre “Tú”. 

La introspección como fenómeno de la comunicación

Decía Galileo Galilei que “La mejor sabiduría que existe es conocerse a sí mismo”. Esta perspicaz observación resalta la importancia de la introspección, el acto reflexivo de explorar nuestro propio ser.

Nos encontramos frente a un método discutido y utilizado desde la filosofía clásica capaz de proporcionar una vía racional para comprendernos mejor. Nos brinda la oportunidad de identificar nuestras fortalezas, corregir desviaciones y liberarnos de dependencias inconscientes, permitiéndonos así mejorar nuestras interacciones con el entorno que nos rodea.

En el ámbito de la psicoterapia, la introspección emerge como una herramienta valiosa para ayudar a las personas a desentrañar sus sentimientos y comprender las complejidades de su comportamiento. Fue Wilhelm Wundt, médico, psicólogo y filósofo alemán, quien pioneramente desarrolló esta técnica. Su enfoque implicaba entrenar a las personas en el análisis de sus propios pensamientos.

Wundt, al profundizar en el tema, destacó dos dimensiones fundamentales del comportamiento: lo objetivo, referente a lo que distinguimos externamente, y lo subjetivo, relacionado con nuestra percepción interna de esas experiencias.

En la era actual, marcada por la constante conexión a través de smartphones, aplicaciones y redes sociales, la habilidad de estar en soledad se vuelve una rareza. No obstante, el autoconocimiento que se obtiene a través de ella se revela como un camino hacia la felicidad, capacitándonos para gestionar nuestras emociones de manera más efectiva y tomar decisiones más acertadas.

Podríamos escribir un tratado del tema, pero quedémonos con lo que todos coinciden y es en ver la introspección como un proceso absolutamente personal que nos permite ahondar en nuestro interior, asomarnos al proceso de examinar lo que pensamos o sentimos ante lo que nos ocurre.

Este proceso íntimo, nos invita a explorar nuestro mundo interior, examinando los pensamientos y sentimientos que surgen en respuesta a las experiencias de la vida.

El valor de cerrar ciclos en la vida

Como el árbol que deja caer sus hojas en otoño, soltar lo que ya no nos sirve es esencial para renovarnos. En el ruido constante de nuestras mentes, a menudo aparecen pensamientos y emociones a los que nos aferramos y que deberíamos dejar ir. Cerrar ciclos implica liberarnos de cargas innecesarias, despejar el camino para nuevas oportunidades y crecimiento personal.

Cuando termina un año nos enfrentamos un cierre de ciclo, se va 2023 y empieza 2024, y, si bien la vida continúa, lo vemos como un parteaguas en el cual nos preguntamos, pensamos y repensamos sobre lo que estamos dejando atrás, lo que hicimos bien o mal y lo ponemos en nuestra balanza personal para buscar una forma mejor de arrancar de nuevo.

¿Finalmente qué es un ciclo? Simplemente un proceso que tiene un inicio, un desarrollo y un final. Si lo ves bien, toda nuestra vida se compone de etapas y procesos que nos acompañan y nos hacen ser quienes somos.

¿Cómo hago entonces para cerrar y abrir nuevas oportunidades?

  1. En una situación generalmente nos enfocamos en lo positivo de ella y minimizamos lo malo, ver las cosas de manera objetiva nos ayudará a entender qué sí y qué no debo conservar en la vida.
  2. Aprender de los errores es fundamental, seamos honestos, nadie de nosotros es perfecto, todos “metemos la pata” de vez en vez y tenemos que aceptarlo, pero, más allá de ello, tendríamos que convertirlos en un proceso de aprendizaje que nos lleva a crecer.
  3. Así como los errores, también enumera lo mejor de ti o de la situación, recuerda que la vida está llena de claroscuros. Si algo hiciste bien, es digno de ser evaluado como tal, tampoco lo minimices.
  4. Atrévete a soltar, cuando nos aferramos a ciertas cosas que nos generan apego excesivo y nos impiden avanzar, hay que dejar ir. Si hay algo que cambiar, considéralo como que fue una etapa en tu vida y que es momento de dejarla pasar. 

Y aquí vienen los propósitos…

Hoy estás de cara a un año nuevo y como parte de ello entonces vienen los siempre mencionados propósitos. ¿Qué quiero hacer los próximos 365 días del año que está por venir?

¡Deja en el pasado aquello que ya no sirve, pero úsalo como trampolín para proyectarte de la mejor manera hacia lo que está por venir!

Se dice que la mayoría de los propósitos no se cumplen. ¿Te suena? Es porque pasamos por la tentación de fijar metas tan altas que las vemos imposibles. Sí, fijamos objetivos, propósitos, pero que sean alcanzables, la cosa se simplifica. 

Plantearse unos objetivos por completo inalcanzables constituye la primera razón por la que los propósitos de Año Nuevo no se cumplen. Establece una estrategia, incluso define en tiempos cuándo vas a cumplir esa meta, a veces cuando la desmenuzamos en pequeñas tareas y le ponemos fecha, se simplifica lograr el objetivo porque estamos dando un paso a la vez. Considéralo. Mientras más estructurado sea este propósito, mayores probabilidades tendrás de alcanzarlo conforme a lo planeado. 

¿Te doy un consejo? Si realmente te vas a comprometer con ellos, ponlos por escrito y recuérdatelos cuando estés nuevamente inmerso en la vida cotidiana, porque ahí es donde los puedes dejar atrás. ¿Y si los tienes de forma visible en los lugares donde pasas el tiempo? No necesariamente tendrías que caer en la obviedad, un símbolo que a ti te los recuerde y que quizás no signifique nada para los demás puede ser suficiente.

Mi propuesta para ti es que este diciembre, entre las luces brillantes y la algarabía festiva, te tomes un tiempo para sumergirte en el silencio interior. Encontrar momentos de quietud en medio del bullicio es una forma de regalo personal que todos merecemos darnos. Ten siempre presente que es en ese silencio que descubrimos la melodía de nuestros pensamientos más profundos y recuperamos la armonía perdida en el trajín diario.

Así que… ¡Manos a la obra, encuentra ese espacio para escuchar tu propia voz, reflexiona, saca papel y pluma y ponte a escribir esos propósitos que tienes para el año por venir!

¡Feliz fin de ciclo!