Nunca antes una o un artista plástico de nuestro país había logrado tener tanto reconocimiento en el mundo global y cuya obra se cotizara con cifras récord.

Para orgullo de México y de las mujeres, se trata de Frida Kahlo, nuestra artista más conocida en el mundo.

Baste mencionar que en una muestra reciente de esa grandiosa mexicana es la pintura que se subastó en Nueva York, que lleva por título “Diego y yo”, un autorretrato que representa sentimientos esenciales del ser humano como pueden ser el dolor y el amor, donde aparece el rostro de su esposo, como si fuera un tercer ojo entre sus pobladas cejas, a la vez que salen lágrimas de sus ojos, lo que simboliza una relación sumamente apasionada e igual tirante y no exenta de sufrimiento, especialmente en el caso de ella.

Alcanzó la impactante cifra de 34.8 millones de dólares, que en nuestra moneda representa más de 700 millones de pesos, por lo que no dejo de pensar, ante estas asombrosas cantidades de dinero, la gran diferencia que puede resultar para otros creadores excelsos que no han recibido reconocimientos y hasta honores en vida, como tampoco la valoración que representan y merecen sus pinturas, proporciones guardadas.

La gran Frida, privilegió en sus pinturas sus emociones tan marcadas por el dolor, a partir de aquel tremendo accidente que la deja en condiciones físicas tan mermadas, sumida repetidamente en el quirófano. Pero su espíritu, su talento, su genialidad, su pintura, la pusieron por delante.

Si bien en el catálogo de la casa subastadora se dice que “Frida, en la década de los cuarentas centra su atención en la pintura realista con un lenguaje extremadamente veraz y que cuando se comparan los autorretratos de los años 30 con los de los 40 es notable el avance en su crecimiento intelectual y en la descripción de sus posiciones ideológicas como artista”. Por mi parte, rescato una de sus frases más representativas: “Yo no pinto sueños o pesadillas. Pinto mi propia realidad”.

Y más allá de quién adquirió, esa pintura, que como se sabe es un coleccionista argentino de apellido Constantini, le pertenece al arte mexicano que a su vez resalta frente a las mejores expresiones del arte universal.