Al nacer, en cada uno de nosotros existen dos grandes impulsos que nos mueven: el amor y la libertad.

Sin embargo, estos impulsos han sido tan lastimados y violentados desde nuestra infancia, convirtiéndose en obstáculos para nuestras relaciones, especialmente en las relaciones de pareja.

Estas heridas, estas experiencias, se vuelven filtros que nos impiden ver lo que sucede verdaderamente con nosotros mismos y con el otro. Vemos nuestras relaciones a través de lentes pintados por nuestras experiencias.

Continuamente nos perdemos en conflictos, reclamos y estrategias que se convierten en una lucha eterna de poder, apartándonos más y más del amor e intimidad que tanto deseamos y necesitamos. Alejándonos también de la verdadera libertad, producto de una conciencia superior, no de las estrategias que adoptamos para crear una “falsa independencia”. 

En el libro “Cara a cara con el miedo”, su autor, Krishananda, menciona sobre este punto: “Una de las maneras más poderosas que tenemos para evitar contactar los miedos y dolor dentro de nosotros es perdernos en dramas de relaciones interminables, repitiendo los mismos patrones una y otra vez. Hasta que descubramos qué es lo que yace debajo de estos dramas, nuestra vida estará llena de continuas decepciones y frustraciones. En su núcleo este es el drama del dependiente y del antidependiente.

Cuando nos adentramos en una relación, traemos con nosotros (sin percatarnos de ello), heridas.  Normalmente no estamos conscientes de ellas ni sabemos cómo enfrentarlas y manejarlas, debido a que han estado enterradas por años debajo de auto-defensas. Pero al momento que nos enamoramos, bajamos las barreras y las murallas que erguimos como protección de nuestra parte vulnerable, es entonces cuando resurgen las heridas. Ello puede ser algo muy doloroso y por ello cuesta tanto trabajo abrirse a nuevas relaciones, pero si entendemos el proceso, las relaciones se convertirán en una gran herramienta de crecimiento.

Al abrirnos al amor, la puerta del inconsciente también lo hace y emergen las heridas profundas.  Es el tiempo perfecto para verlas y comenzar el proceso de sanación interior. Si por el contrario, elegimos no ver lo que pasa dentro de nosotros y preferimos culpar al otro y quejarnos de los demás, no hay sanación, no hay crecimiento, hay un bloqueo perenne. Decidir enfrentar lo que hay en nuestro interior y trabajarlo en la relación, puede volverse una gran forma de sanar. 

Las dos heridas más importantes que surgen cuando nos abrimos al otro son: Abandono y Engullimiento. Frecuentemente una es más fuerte que la otra, pero siempre llevamos ambas adentro.

El abandono recurre a la sensación de no estar obteniendo lo que se necesita: conexión, apreciación, cercanía, caricias, seguridad. Algo falta. Falta el amor. Ese abrazo energético donde te sabes amado, amada, es una herida muy profunda. Un hambre, una sed interna. Ese trauma causado en nuestros primeros años creará una dependencia extrema hacia otras personas. Nuestra niña o niño interior, profundamente necesitado de apoyo, de amor, y con una inmadurez emocional, buscará afuera y tomará la personalidad del dependiente. 

La segunda herida embullimiento proviene también de la infancia, de un trauma creado por la falta de respeto de los padres y/o cuidadores significativos. Son conductas de los adultos que nos cuidaron y que lastimaron el impulso natural de fomentar nuestra individualidad. En ese caso el escuchar un: “Te amo”, hace que lo que se perciba es un: “Quiero controlarte, quiero poseerte, te quiero engullir.” Nace de padres que te utilizaron para satisfacer sus propias necesidades emocionales. Padres sobreprotectores, dependientes emocionales o adictos. En un ambiente donde imperaban los miedos. Donde se habitaban reglas inflexibles, tradiciones inamovibles. Moralidad, religión y culpas. O dónde se impusieron demasiadas responsabilidades.  Este trauma lleva a adoptar la personalidad del antidependiente

Es importante abrazar un profundo trabajo de terapia y auto indagación para poder conocer y sanar estas heridas y liberar cualquiera de estos patrones, enfrentando los miedos y aprendiendo a abrirse poco a poco a relaciónese sanas y maduras. 

Aura María Medina de Wit

Aura Medina de Wit

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