Las relaciones de pareja no siempre son tan sencillas, pero tampoco tendrían que ser tan complicadas.
Puede haber diferencias en el estilo de crianza de los hijos, en el manejo del dinero o hasta en la convivencia con las familias de cada uno. Todos esos problemas son salvables, con apertura, disposición, buena voluntad e inteligencia por parte de ambos.
La cosa cambia cuando las diferencias y lo que quieres cambiar de tu pareja, es precisamente sobre la forma en que es; es decir, su personalidad. Cosas que tienen que ver con el orden, su manera de socializar, su introversión o extroversión que te parecen extremas o hasta sus intentos de controlarlo todo y que se hagan las cosas a su manera. Son esos pequeños “defectos de fábrica” que cuesta mucho cambiar, principalmente porque quien los tiene considera que no necesitan ser cambiados.
Como una pareja se conforma por dos personas, quiero ahora mismo dar un mensaje para el 50% de aquellos que viven o están en pareja: “Dejen de querer cambiar al otro”.
Pero también tengo un mensaje para el otro 50%: “Dejen de resistirse al cambio”.
Empiezo por aclarar lo de “dejar de querer cambiar al otro”. Cuando quieres cambiar a tu pareja, es que en realidad no la estás viendo; no la estás aceptando. Es como si pusieras en su lugar la idea de lo que crees que debería de ser y luego querer que tu pareja se convierta en ese algo que no es y quizá ni quiere ser.
Querer cambiar a tu pareja es negarla; negar su esencia y existencia… es como si fuera una forma de desprecio.
Si es verdad que cosas que no te gustan, esas siempre las puedes decir y dejar que el otro haga lo que quiera y pueda con eso, pero nunca deberíamos poner a la pareja en la postura de un ultimátum donde cambiar (como queremos que lo haga), sea la único posible para ser felices.
Amar es ver y escuchar al otro tal como es. Imagina que como es hoy tu pareja, nunca va a cambiar durante el tiempo que se mantengan juntos, ¿Tendrías la disposición y el deseo de quedarte en ese relación para siempre?, ¿O es acaso que esos disgustos de su personalidad no son sino pretextos que esconden tras de sí una insatisfacción más profunda, que tal vez ni tenga que ver nada con el otro? ¿Cuál es tu verdadera necesidad de que cambie?
Ahora clarifico lo que dije sobre la otra mitad, sobre “los que se resisten al cambio”.
En una relación de pareja hay una influencia recíproca. Un dar y recibir y un enseñar y aprender. No es seguir el estilo del uno o del otro necesariamente, sino crear un estilo de convivencia, de armonía y de amarse que a los dos venga bien.
Esto sólo se logra adaptándose a la relación y cambiando lo que cada uno considere que de sí mismo quiere cambiar, para alcanzar ese equilibrio.
¿Cómo saber qué cambiar? Escucha a tu pareja, ella seguro ya se ha dado cuenta de tus áreas de oportunidad. Sólo escucha, sin justificarte y sin defenderte. No te comprometas aún con el cambio si no puedes, pero no deseches lo que escuches.
Es entonces que cada uno debe responderse una pregunta: ¿Quiero o no quiero convivir con la pareja que tengo?
Si la respuesta es “no”, es hora de tomar decisiones.
Si la respuesta es “sí”, es momento de que cada uno tome las acciones necesarias; no por imposición, sino por el deseo de crear una relación a la que ambos quieran seguir perteneciendo y volver cada día con gran gozo.