La contingencia que estamos viviendo ha convertido a las pantallas en la herramienta número uno de las interacciones personales. A nivel global las videoconferencias han hecho un gran bien a la humanidad; gracias a ellas se han rescatado actividades tan esenciales como la vida laboral y el desarrollo escolar de millones de estudiantes. Sin embargo, a nivel personal, la mayoría de nosotros hemos experimentado una nueva forma de cansancio que surge del trabajo a distancia. ¿Te has preguntado a qué se debe esta reacción? 

Marissa Shuffler (1)  profesora de la Universidad de Clemson expresó en una entrevista para la BBC, que al realizar una videoconferencia se presenta una disonancia mental debido a que nuestras mentes captan una cercanía, mientras nuestros cuerpos experimentan distancia, por lo que nuestro sistema nervioso termina no entendiendo si estamos o no cerca. 

Cuando conversamos de manera presencial, nuestro cerebro analiza de manera automática los movimientos, los gestos, las actitudes e incluso la energía de nuestro interlocutor, ofreciéndonos así, apoyo para sentirnos adaptados y seguros mientras nos comunicamos. Pero cuando estamos frente a una pantalla, gran parte de esta información se pierde, produciendo una constante tensión psicológica que finalmente desemboca en estrés y agotamiento.

Así, nuestra capacidad para establecer relaciones empáticas y efectivas se ve limitada mientras nuestro cerebro hace un sobre esfuerzo para compensar la situación. Si a esto se le agrega la tensión que involucra la exposición a una cámara, las constantes fallas informáticas y la poca experiencia que podemos llegar a tener para este tipo de comunicaciones, el resultado es un aumento anormal en los niveles de estrés. 

Por otra parte, como ya es sabido, las circunstancias adicionales estresantes, provocan un aumento en la segregación de adrenalina y cortisol, dos neurotransmisores que están diseñados para ayudarnos a reaccionar en momentos de peligro, llevando nuestro organismo al límite de su capacidad.

Si esto ocurre de manera ocasional, no habrá mayor problema, con un buen descanso bastará para recuperarse,  pero cuando se convierte en un estado habitual, las consecuencias para nuestra salud se expresan en lamentables padecimientos, tales como cansancio crónico, enfermedades cardiovasculares, trastornos mentales -entre los que predominan la ansiedad y la depresión-, y alteraciones fisiológicas como los trastornos del sueño, fallas endócrinas y envejecimiento prematuro, entre otros. (2)

He allí la explicación del cansancio. Sin embargo, el problema no para aquí. Resulta que se ha vuelto “normal” que busquemos el descanso en otras actividades igualmente relacionadas con pantallas: ver series con fuertes contenidos emocionales, jugar videojuegos y visitar redes sociales son las más comunes.

En muchas de estas fuentes informáticas los contenidos sexuales, violentos o amarillistas son ganchos que nos atrapan emocionalmente, de tal manera, que bajo estas circunstancias nuestros niveles de adrenalina y cortisol (que dicho sea de paso, son drogas internas de nuestro organismo), no solo no descienden sino que se aumentan y se combinan con otra droga: la dopamina, que es segregada en nuestro cuerpo cuando nos exponemos a situaciones o sustancias que nos producen algún tipo de placer como el alcohol o el tabaco. 

En consecuencia, la mayoría de las personas que se ven obligadas a interactuar largas horas con pantallas, especialmente niños y adolescentes, se encuentran a merced de actividades que, subrayo en exceso, son potencialmente adictivas y nocivas para nuestra salud. 

¿Cómo pretendemos responder frente a este escenario? Es urgente dejar de considerar la supuesta inocuidad de la exposición a videoconferencias y poner en práctica estrategias de autorregulación frente a su empleo. En especial porque nadie sabe a ciencia cierta cuánto más va a tardar el retorno a las interacciones personales ni cómo se van a producir. 

He aquí algunos tips que te pueden ayudar:

  • Programa las videoconferencias del día alternadas con tiempos de descanso (20 minutos como mínimo) donde realices actividades no involucradas con pantallas.
  • Ejecuta rutinas de ejercicios físicos o caminatas cortas en los recesos.
  • Realiza prácticas de relajación y meditación entre videoconferencias. Por ejemplo: cinco minutos de enfocar la atención en la respiración y cerrando los ojos producen un gran descanso en el sistema nervioso. En internet existen muchas opciones de aplicaciones y tutoriales de meditación que son maravillosos.
  • Hidrátate continuamente, tu cerebro lo agradecerá.
  • Cuando te sea posible, retorna al uso de la llamada telefónica clásica, incluso por teléfono fijo. Verás que tu mente descansa.

Con los niños puedes realizar acciones semejantes, basadas en juegos físicos entre clases virtuales. Además:

  • Evita que en sus recesos se mantengan conectado a la computadora a través de chats o videojuegos.
  • Ofréceles colaciones naturales, como frutas que le darán energía sin sobre estimular su sistema nervioso, como ocurre con los alimentos procesados.
  • Estimula la diversión por medio de juegos de mesa.
  • Aumenta tu convivencia con ellos
  • Organiza sus actividades en la tarde para que realice hobbies, artes o deportes.
  • Explícales de manera paciente y a su nivel los beneficios pero también los riesgos de mantenerse “conectado” por largos períodos de tiempo.
  • Ayúdales a experimentar el placer de tener experiencias con todo su ser: en la realidad y no sólo por medios virtuales. (Te platico un ejemplo: hay chicos que en verdad creen que preparar una pizza en videojuego es lo mismo que en la realidad hasta que les digo que intenten comer la pizza electrónica)

Aprender a usar las comunicaciones on-line a nuestro favor parece ser un camino que aún no hemos terminado de recorrer. 

¿Qué escoges: la tecnología al servicio de tu vida o tu vida al servicio de la tecnología?