LPistas para ser realmente feliz Felicidad, sin duda alguna, es una palabra misteriosa, no como otras, que nacen, se ponen de moda y luego caen en algún tipo de olvido. No. Felicidad es diferente: posee un inusitado poder de trascendencia. No se desgasta, por más que la pronuncien miles y miles de bocas. A nadie le aburre pensar en ella y evocarla. ¿Cuál será el elixir de su eterna juventud? Aún quienes no la nombran, le mantienen un secreto espacio desde su corazón. Todo ser humano quiere experimentarla ¡El valor de su significado alto! ¿De qué depende que alguien sea verdaderamente feliz? A primera vista, la respuesta no parece fácil. Cada persona puede tener una idea específica de qué es ser dichoso y, aunque podrían admitirse inclinaciones generales hacia el tema, por ejemplo: Ser rico, estar sano, gozar de amor, tener fama o libertad para satisfacer cualquier clase de deseos, también es cierto es que sobran ejemplos de gente que teniendo todo ello, viven tan infelices que, incluso, han llegado al suicidio. En el otro lado de la moneda, existen persona clasificadas como las campeonas de la felicidad; en el primer lugar se halla el famosísimo Matthieu Ricard, “El hombre más feliz del mundo”. Título que obtuvo tras mediciones en laboratorio en las que detectó que su cerebro mantiene activas por mucho más tiempo y con mayor intensidad las zonas que registran las emociones de altruismo, libertad interior, resiliencia, el equilibrio emocional y paz interior, las cuales se hallan ligadas con el sentimiento de la compasión en el sentido budista de la palabra, que significa desear el bien y experimentar el amor por todos los seres, incluido uno mismo. Conclusión: La felicidad científicamente hablando, no tiene que ver con la euforia y el placer como con el acto de vivir el amor en su manifestación más elevada. Otro dato interesante es que existe un ranking mundial de países felices. Según el “World Happiness Report”, los punteros en el índice de felicidad son varios países nórdicos europeos como Finlandia, Dinamarca o Suiza, debido a la calidad de vida de que gozan sus habitantes. Lo más llamativo de esto es que, en América Latina el puesto más alto lo ha merecido durante varios años Costa Rica. La singularidad de que este país que no es ni con mucho, de los más ricos del continente, me hizo preguntarme, si acaso existía algún otro motivo, además de la calidad de vida que generara felicidad en su gente. Así, me puse a “bucear” un poco en la web para ver si encontraba alguna pista, hasta que me topé con un video en el que unos turistas relataban su sorpresa frente a la ausencia de quejas en el discurso cotidiano de los “ticos”, como se hacen llamar afectuosamente a los nativos de la nación centroamericana. Este dato sí en verdad me atrapó. No pude evitar el recuerdo de dos de las principales enseñanzas orientales para evitar el sufrimiento: mantener la mente serena y no hacer ni hacerse daño. Por algún motivo, consciente o inconsciente, los costarricenses saben que lamentarse significa poner la energía mental en los problemas, y esto es lo más opuesto a la serenidad; también y a través de una herida histórica, descubrieron que una forma de disminuir la violencia y mantener la paz social fue erradicando una de las instituciones humanas más controversiales: el ejército. Sí. Ellos renunciaron a tener fuerzas armadas, lo cual quiere decir que como sociedad se plantearon no hacer, ni hacerse daño.

Desde un punto de vista más agudo, es posible descubrir como ambas enseñanzas tienen mucho que ver con la compasión en el sentido que mencioné arriba. Aquello que en verdad se ama, se cuida y como diría el famoso psicólogo contemporáneo Ken Wilber: alguien se brinda amor a sí mismo, se cuida en todas sus dimensiones: su mente, su cuerpo, su espíritu y está al tanto de su sombra (lo que debe pulir en sí mismo para no quedar atrapado en sus propias imperfecciones). Resulta entonces, que, para ser feliz, hay que amarse y amarse profundamente. Un corazón feliz no experimenta esfuerzo por amar sino placer. Por ello, cuando se es feliz, todo resulta más fácil.

Así pues, no ama verdaderamente quien no se ama a sí mismo. Es como quien quisiera alimentar a otros con su propia hambre. Amarnos, significa reconocernos y erradicar de nuestro ser las emociones que nos incitan a dañarnos y a dañar.

Si realmente quieres ser feliz, debes ser capaz de admitir el amor en tu vida, lo cual no necesariamente tiene que ver con el amor romántico sin con el autocuidado y el cuidado de los demás.

 

Una clave para alcanzarlo consiste en analizar qué aspecto de nuestro ser no andan bien o merecen atención. Es decir que para responder a la pregunta de si verdaderamente se es feliz o si se pudiera serlo aun más, podríamos preguntar: ¿Cómo está mi mente emocional y psicológica? ¿Cómo está mi cuerpo? ¿Cómo está mi espíritu? Y, ¿qué tanta sombra hay en mi interior?

Vamos, seamos humildes y atrevámonos a hacernos estas cuatro preguntas. Al final de cuentas, responderlas nos permitiría saber cómo o en qué parte de nuestro ser debemos invertir nuestros esfuerzos para ser verdaderamente felices. ¿Nos atrevemos?…