Existe una realidad social que nos muestra que no están garantizados los derechos humanos para todos, ni por igual.

Siguen aumentando la brecha entre la riqueza y la pobreza, así como las oportunidades entre los hombres y las mujeres.

En septiembre de 2015, conscientes de esta realidad, los líderes mundiales adoptaron en el seno de Naciones Unidas (ONU), un acuerdo: “La agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible.” Este acuerdo internacional con vigencia hasta el año 2030, reconoce la importancia de abordar la lucha contra la pobreza, el cuidado del planeta y la disminución de las desigualdades, entre otros aspectos.

Para ello, se propusieron objetivos claros como lograr la igualdad de género y empoderar a las mujeres y niñas.

Cada vez son más los individuos y entidades que orientan su trabajo en el empoderamiento de la mujer, no como una moda, sino como una necesidad intrínseca para preservar uno de los derechos fundamentales,  y en este caso para ser respaldado por entidades internacionales.

Es un hecho innegable que nacer como hombre o mujer presenta diferencias físicas y biológicas, sin embargo, el género se enfatiza aun más, por aquellas establecidas por la sociedad, mismas que por lo tanto, no son intrínsecas del ser humano, sino aprendidas, aceptadas socialmente y transmitidas de generación en generación, es decir, por creencias que pueden ser limitantes o potenciadoras, según sea el entorno.

Una creencia potenciadora en este contexto, es aquella que abre las posibilidades de hacer “lo que te toca” según el sexo, por ejemplo, cuando se considera que los hombres son más fuertes que las mujeres y tienen un mayor potencial para el deporte o ciertos trabajos, por lo que desde pequeños se les alienta ha jugar juegos más rudos, fuertes o incluso violentos. En el caso de las mujeres, no sólo la familia sino la sociedad en general, educa a la mujer para ser obediente, dócil y delicada; por lo tanto, los juegos con muñecas y cocinas son conductas aceptadas.

Aún en nuestros días parece importante diferenciar entre si una mujer es madre y esposa de la que no lo es. Por ejemplo, cuando vamos a llenar un papeleo, siempre encontramos al lado de el nombre, la denominación Sr., Sra. y Srita. ¿En qué se diferencia la señora de la señorita? En que es casada y/o tiene hijos, ¿verdad? ¿Y por qué es tan importante para las entidades públicas o privadas saber si la mujer es señora o señorita?… Pero no es importante si el hombre está casado, tiene hijos o pareja y sí tiene hijos los tiene la madre, ahhh pero eso no cambia nada para él. Este señor es Señor haga lo que haga con su vida. Me parece muy bien, pero la mujer debería también denominarse mujer, simplemente. El trato igualitario y la denominación también marca la igualdad.

No se puede negar que cada vez son más las familias y sociedades que están cambiando dichos estereotipos, dejando jugar a los niños a lo que quieran; sin embargo, aún nos queda mucho por hacer si la mayoría de las actividades de los niños están enfocadas a deportes y lucha y la de las niñas a actividades exclusivas como baile y música.

En España se refleja esto a nivel universitario, ya que hay más mujeres matriculadas y superan a los hombres en número de titulados. En 2017, el número de mujeres tituladas fue del 55% frente a los 45% de los varones. Es decir 6 de cada 10 nuevos graduados fueron mujeres.

En un estudio hecho en México titulado: “Egresados universitarios y la equidad de género: evidencias de una exitosa revolución silenciosa” datos sobre egresados indican, que la mujer ha rebasado al hombre en prácticamente todas las carreras, salvo en las ingenierías. 

En América Latina, las mujeres demuestran un mejor desempeño dentro de las Universidades. Obtienen mejores calificaciones, abandonan menos los estudios y se titulan más rápidamente. Como resultado, en el siglo XXI, las mujeres constituyen la mayoría de los egresados universitarios (UNESCO, 2009)

Por otra parte en el area laboral, hay casos que señalan que se persevera una discriminación contra la mujer que cuenta con mayor indices de desempleo, sueldos inferiores y una menor presencia en puestos de alto mando (Tembon y Fort, 2008).

Existe casos en los que para elegir a una mujer para ocupar un puesto de responsabilidad frente a un hombre, se le exige que demuestre más talento, capacidad y conocimientos, que su homónimo masculino.

Podemos considerar, como sucede en países desarrollados, que si la mujer gana menos que el hombre, también puede trabajar menos horas, lo que le permite atender otras areas, como la familia. Ya que en la mujer recae el mayor peso para el cuidado y atención de la familia.

Hay mujeres que rebasaron a los hombres en el egreso, mas esto no se traduce en una mayor participación en el mercado laboral. Además aún existe una brecha salarial en torno al 26% en la que las mujeres ganan menos que el hombre, prácticamente con la misma formación.

El empoderamiento de la mujer está en aumento, en favor no sólo de llevar a cabo proyectos en los que ponen su pasión, sino que también favorecen la eliminación de los estereotipos de género, lo cual ayuda a tener una sociedad cada vez más igualitaria.

Por haber nacido hombre o mujer, la sociedad, la educación y la cultura en que vivimos nos identifica con los roles establecidos para un género o el otro, y eso limita la capacidad de expresar libremente nuestras necesidades y nuestra verdadera identidad, ya que energéticamente todos los seres humanos estamos formados por energía femenina y masculina. Conocer lo que tenemos dentro nos ayuda a entender cómo y por qué actuamos de determinada manera, para ser capaces de mostrar la mejor versión de nosotros mismos en cualquier otro ámbito.

Por ejemplo: Una mujer si en el trabajo tiene que organizar y planificar acciones para conseguir objetivos, está haciendo uso de su energía masculina con un rol activo, pero si al llegar a casa con su pareja y sus hijos, los abraza, conecta con su energía femenina para expresar su amor. Ahora, un hombre en el trabajo es estable y se concentra en tareas fácilmente, pero si en el momento que ha tenido un ascenso o ha logrado con éxito una nueva cuenta, siente la necesidad de compartir con sus colegas o sus seres queridos, ahí está conectando con su energía femenina, que es la de compartir las cosas que está viviendo.

Para ser un hombre o una mujer completos y vivir la vida sin limitaciones, es importante reconocer, identificar y conectar con esas energías y buscar el equilibrio entre ambas para conseguir el balance.

Estos conocimientos, están cada vez más extendidos, son en mi opinión, los que logran un acercamiento entre mujeres y hombres, en la medida en que nos reconozcamos como seres duales, para ver al otro como un igual y no como un oponente.  

Con esto lograremos ser aliados para el desarrollo de una mayor consciencia del SER.

Elizabeth Esquitín

Life Coach, Master en Recursos humanos, PR y escritora del libro “Yo soy resiliencia”.

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