Recientemente tuve la oportunidad de participar en Family World Congress 2022, gran evento que convocaba a expertos en los más diversos temas y que convergían en la importancia del valor de los valores.

Debo confesar que llegué un poco por casualidad, pero al final se dice que las cosas suceden por alguna razón y quizás era justo compartir contigo esta serie de temas que a raíz de ello me vinieron a la mente.

Así que hoy esta reflexión gira en torno a los valores y a cómo debemos inculcarlos y vivirlos desde todas las perspectivas: familiar, académica, empresarial y social. Todos somos responsables de ellos y en gran medida nuestra calidad de vida se ve propiciada e influida por ellos.

Una palabra que solemos utilizar mucho, pero que también nos hemos dado a la tarea de devaluar un poco, porque hablamos de ellos, pero no los vivimos y, cuando nos conviene, incluso los dejamos de lado, simplemente hacemos como si no existieran. ¿Te suena alguna experiencia cercana, personal o de conocidos? Seguramente sí. 

Y lo más grave, si vemos a nuestro alrededor, parecería que hoy comienza a predominar una cultura enfocada hacia los antivalores y lo “cool” que representa ir en contra de las normas. Incluso hay quienes, bajo una falta de conocimiento absoluto, adoptan la bandera del término personalidad disruptiva, porque van en contra de las reglas y ´presentan una conducta alterada vs. lo establecido.  

Educando en los valores

Los valores son responsabilidad de todos, necesitamos educar en ellos de forma integral. Esto debería comenzar desde el núcleo más cercano que es la familia. Hoy la dinámica laboral y social le ha trasladado esa responsabilidad al ámbito escolar porque mamá y papá trabajan, pero desde lo más profundo y como parte de mi labor como profesora, puedo decir que somos promotores de ellos, pero si no hacen congruencia con lo visto en casa, difícilmente podemos impactar positivamente, ésta es una labor de equipo y en todo momento, va mucho más allá de un horario escolar. 

Déjame compartirte un ejemplo de una situación que a mí me tocó vivir hace un par de meses.

Una alumna universitaria iba a faltar a su examen bajo el argumento de que la iban a operar, lo cual sin duda puede suceder, le pedí un justificante médico y al recibirlo entré en shock porque a todas luces era falso, de hecho, era bajado de internet, tal cual, sólo alterando el nombre e inventando una cirugía que, por cierto, también era falsa. Una falta ya lo bastante grave como estudiante. Pero cuando la enfrenté para decirle que era evidente que era una falsificación y que no procedía, vino lo que más me impactó: “Mi mamá me dijo que, como me lo estaban pidiendo y no lo tenía, que lo falsificara” y ahí es donde entra el juicio moral… ¿Quién es la culpable: la mamá o la hija? Desde mi punto de vista, la mamá es quien educó a la hija en esa cultura. 

Tal vez te estés preguntando si no fue mentira de la estudiante… ¡No, no lo fue! ¡Después acudió la mamá a reclamar que cómo era posible que no le hubiera permitido hacer examen, aunque el documento fuera falso!

El punto es que, si los valores no se viven en casa, por más que queremos impactar como educadores, la persona se enfrenta a una incongruencia moral y mental y tendrá que decidir qué es lo correcto desde su contexto personal… ¿Qué pesa más, lo que me enseñan en casa o lo que los profesores predican?

Entiendo que muchas veces la economía familiar propicia que los padres estén menos presentes, pero cuando hay valores en el medio y tiempo de calidad, no deberían presentarse temas de este tipo.

Más allá de la educación formal, se predica con el ejemplo, con el actuar cotidiano y con experiencias tan simples como podría ser un juego… sí te diría que jugando también se aprende… si haces trampa para ganar, estás rompiendo los valores. 

Cualquier juego y actividad son válidas para transmitir este conocimiento de forma un tanto orgánica, pero yo te quiero sugerir uno que está muy ligado al tema. ¿Alguna vez has jugado Serpientes y Escaleras? Es un juego que, por cierto, se percibe como mexicano, aunque en realidad su origen es la India. Lo traigo a colación porque justo se enfoca en valores y antivalores, si un valor es positivo la escalera te lleva hacia arriba, si es negativo, caes, la serpiente te lleva hacia abajo… todo en resumen tiene una consecuencia. 

La cultura antivalores que nos presentan los medios

Nadie duda del poder de los medios de comunicación en la creación de tendencias culturales. Ese es un fenómeno más al que nos enfrentamos… los contenidos educativos se perciben como aburridos y aquellos plenos de violencia resultan ser los que captan mayores audiencias.

Hoy, especialmente los medios audiovisuales, como la televisión y el cine, nos presentan contenidos y series que contribuyen a esta pérdida de valores, nos presentan a los villanos como héroes y son ellos los que ganan ante diferentes situaciones. Basta ver una película de policías y ladrones, sin importar ni la calidad, ni el país de procedencia, en la gran mayoría de las ocasiones estos últimos aparecen como más listos que aquellos que representan la moral, la ley y los valores.

¿Reflejo de la sociedad o influencia en la sociedad? Es la pregunta eterna, lo que es real es que es parte de un proceso de comunicación en el que medios influyen socialmente y la sociedad influye en el tipo de contenidos que se producen porque es lo que deciden consumir en medios.

Pongamos como ejemplo el fenómeno de las narco-series. Inspiradas por hechos y personajes reales. Racionalmente sabemos que viven fuera de la ley, que pasan por encima de los demás, que matan y que sus “productos” dañan a grandes grupos. ¿Cómo nos los presentan?  Vemos a seres inteligentes, guapos y exitosos, que pocas veces pierden, son ricos y viven todo tipo de placeres. Esto los lleva a tornarse aspiracionales para muchos jóvenes (e incluso adultos) que los toman como fuente de inspiración y modelo a seguir.

Basta para ello recordar la teoría de “Agenda-Setting” publicada en 1972 por Maxwell McCombs y Donald Shaun en la cual se hablaba de que la gente tiende a incluir o a excluir de sus propios conocimientos lo que los medios incluyen o excluyen de su propio contenido.

¿Qué no sería mucho más sano tomar los valores correctos y caminar en esa dirección? ¿No deberían los medios adoptar su responsabilidad social y buscar la difusión de temas positivos que contribuyan a la consolidación de los valores? 

¡Tenemos que compartir y abrirnos a experiencias positivas! No se trata de hacer series o películas aburridas, sólo de integrar esos valores de los que venimos hablando y que como espectadores tengamos en cuenta la impórtancia de los contenidos que entran en nuestra mente y en la de nuestra gente cercana.

La cultura anti religión 

Una de tantas consecuencias de un mundo anti-valores es la negación de la religión misma. Aceptémoslo, a muchas personas les da incluso pena declararse públicamente como apegadas a su propio credo por presiones sociales con las que tienen que lidiar y por el fenómeno mediático en el que “los malos” no profesan una religión. 

Recientemente tuve la oportunidad de escuchar la reflexión de representantes de diferentes religiones: católica, protestante, judía y musulmana y, sin importar cuál profesan, todos tienen dos puntos de convergencia sobre las religiones en la actualidad:

-Los valores humanos son los mismos y deberían anteponerse en todo momento.

-La falta de expresión de los mismos dentro de la sociedad actual.  

¿Coincides con ellos? ¿Y si nos propusiéramos vivir un aura de valores y espiritualidad? Tenemos la teoría, pero falta la práctica. 

Por principio tendríamos que provocar la adopción a los valores de forma auténtica y personal, más allá de la opinión pública en contra que de pronto pesa y hace que incluso se niegue la religión por el temor a qué van a decir los demás.

A mí, en lo personal, me ha tocado escuchar muchas veces que jóvenes, en su afán de sentido de pertenencia, prefieren negar su religión y dejar a un lado sus valores a cambio de esos amigos que, dicho de paso, no son una influencia positiva, pero que, por esa trastocación de los valores comienzan a verse como modelo a seguir. Pierden su propósito fundamental a cambio de los ajenos y ello incluso puede hacer una diferencia entre vivir plenamente, sobrevivir o incluso enfrentar problemas de categoría mayúscula.

Seguramente entre quienes están leyendo esta reflexión hay quienes se han dado por vencidos en esta lucha y sólo dejan fluir las cosas, pero quizás es momento de retomar, recordemos que cuando parece que no podemos es cuando se puede y que, si todos colaboramos en esta cruzada para retomar los valores, tenemos muchas más posibilidades de ser exitosos y contribuir a crear un mundo mejor.

Hoy yo quiero dejarte con una serie de preguntas que pretenden llevarte a una reflexión final. ¿Cuántas veces escuchamos algo así como que hay que ser feliz, sin importar lo que pase y ajustamos los valores a nuestra postura personal, porque así nos conviene en ese momento? ¿En cuántas ocasiones tú has trasgredido algún valor por lo que consideras un “bien mayor”? ¿En este camino que te ha tocado recorrer has sido fiel a tus principios o has claudicado por hacer las cosas más fáciles o por adaptarlas a tu conveniencia? ¿Has sentido una real satisfacción al final?