Gracias a mi trabajo tuve la oportunidad de visitar la ciudad de La Habana, ciudad costera y capital de Cuba… La Cuba bella, estacionada en los 50´s, esa que se ama de corazón y duele en el pensamiento.

Recorrí sus calles, algunas parecen más antiguas que el tiempo y otras son modernas como cualquier capital europea. Esta Cuba de contrastes urbanamente visuales, con arquitectura perfectamente cuidada y la otra arquitectura que te dice que la ciudad vive distintas realidades económicas y sociales.

Acudí a la Plaza de la Revolución, llamada así a partir de la Revolución Cubana.  Gigante de 7200 m2, construida en tiempos de Fulgencio Batista, cuyo nombre original fue Plaza Cívica, vigilada por la escultura de José Martí y las características figuras en murales de El Ché Guevara y Camilo Cienfuegos, con esa enigmática frase de Camilo “Vas bien Fidel” y obras de Enrique Ávila. Me impresionó su piso blanco y brilloso, de fondo, el teatro nacional y el ministerio de comunicación, enclavada en una zona lujosa de mediados del siglo XX.  Me vi y sentí en el lugar donde Fidel daba sus largos discursos que duraban más de 5 horas, hablándole a su gente sobre su revolución y su visón del pueblo, con una energía indescriptible.

Pase cerca de la ciudad deportiva, donde hace varios años se presentaron los Rolling Stones, todo un suceso para Cuba y el mundo… Cuba se abría así para un espectáculo que para muchos podría contravenir en sus usos y costumbres lugareñas… realizado entre campos y pistas de entrenamiento, en un país de donde surgen grandes deportistas y se apoya el alto rendimiento de quienes pueden representar a su país.

De ahí me fui a conocer un edificio que me impresionó desde el momento que lo vi, de entre los edificios de la Habana se lograba ver una cúpula blanca y dorada que estoy seguro había visto en otro lado… ¡y si!  Veía una réplica de El Capitolio de Washington DC, estaba impresionado por sus similitud, casi idéntico, no se qué gesto puse que un señor se acercó y con esa voz ronca y típica cubana me dijo “Es más grande que el capitolio de Estados Unidos, por 30 mts”, dicho eso retomo su camino y desapareció entre la multitud y solo me pregunte “30 mts más grande de alto, de largo, de ancho o solo 30 mts más grande parejo”,  lo cierto es que era un oasis arquitectónico, de verdad hermoso, rodeado de edificios viejos, algunos cayéndose y otros más que solo daban cuenta de que ahí hubo algo.

A contra esquina se encuentra lo que queda del Hotel Saratoga, emblemático y que a causa de una explosión quedó de pie, pero con los suficientes daños para no volver a funcionar de por vida, convergen un edificio impecable y un edificio en ruinas, iconos de la ciudad.

La verdad es que contaba con poco tiempo, así que decidí adentrarme a la Habana que estaba detrás de esos bellos edificios, esa Habana más perdida, más amontonada, de calles angostas, de negocios de artesanías, bares de esquina, y gente que hablaba a gritos, así fue como llegué al lugar que mi esposa me pidió visitara, la famosa “Bodeguita del Medio”,  el lugar mítico de donde se dice que nacieron los verdaderos Mojitos, esa bebida única, preparada con el famoso ron Habana Club, así que decidí sentarme en una mesa ya que la barra estaba repleta de una turba de europeos. Tomando asiento pasaron 3 mojitos por mis manos, y definitivamente su sabor era único y la forma en que el ron entro en mí también lo fue, frescos, ricos y pegadores, así fueron. Después de ello decidí emprender mi regreso al hotel para embarcarme a la Ciudad de México.

Pase por emblemáticos lugares como el edificio Bacardí, con la paradoja de que en Cuba no se comercializa el ron Bacardí, aun siendo originario de la Isla, pase frente al afamado Bar Floridita donde Hemingway se tomaba sus daiquiris, que lástima que le estaban haciendo reparaciones y no pude pasar, un ligar más con historia.

Mi rápido recorrido terminó en el Hotel Nacional de Cuba inaugurado en 1930, donde estuve hospedado por varios días, un hotel arquitectónicamente hermoso, que refleja la opulencia con la que la Habana vivía hace mucho tiempo, pero que inevitablemente ahora vive los estragos del tiempo, una belleza vieja, pero que me dio la oportunidad de dormir en una ciudad tan cosmopolita como La Habana.

Regresé feliz y satisfecho a la ciudad de México, sabiendo que cada lugar en que estuve en La Habana tenía una gran historia. Fui a Cuba sin ninguna expectativa, pero ahora estoy claro que si La Habana no viviera ese semi abandono en el que se encuentra, sería una de las ciudades más bellas del mundo, porque a la gente bella, ya la tiene.