Nuestras vidas están llenas de acontecimientos, entre los que se presentan constantes retos y desafíos que nos hacen pensar que nada es seguro. Y aunque efectivamente así lo es, es importante reconocer el valor de la confianza. 

Pero ¿Dónde comienza la confianza? Podría ser en principio en tener la certeza inequívoca, de que todo sucede para nuestro mayor bien -aunque a veces no lo parezca-. 

En segundo lugar en nuestros propios cimientos, en descubrir nuestras fortalezas, nuestro poder de adaptación y la resiliencia, en la capacidad de responder a los retos que nos da la vida. La confianza tiene dos dimensiones señala el psicólogo estadounidense Adam Grant: Una nos lleva a creer en nosotros mismos y otra a creer en las herramientas de las que disponemos para encarar el futuro. 

Y finalmente, la confianza en los otros, cuya tarea se alimenta con el tiempo. Siempre buscamos relacionarnos con personas en las que se alimente y fortalezca la confianza, cuyo principio no radica en que el otro haga lo que yo quiero, sino en que el otro haga lo que sea de mayor bien para ambas partes, donde coexista un compromiso común en el que se comparta una misma visión y filosofía, trátese de una relación parental, de pareja o una amistad. La sinceridad y la credibilidad son algunas variables que incrementan o no la confianza que podemos tener en otras personas. Sin embargo, hoy en día la confianza entre las relaciones es un valor que deja mucho que desear, lo vemos y vivimos en experiencias cotidianas. Las parejas que se engañan, los socios que se corrompen, las amistades que se defraudan, etc., y al parecer, lo que en años atrás se consideraba un valor al decir “te doy mi palabra”, hoy no tiene la misma connotación. Ganarse la confianza de alguien es una tarea difícil y perderla muy fácil.

Es muy importante retomar este valor, el gran peso que es la confianza tiene en nuestras relaciones, no solo porque nos enriquecen, sino porque nos permite crecer, trabajar de forma óptima, conjunta y eficiente, nos ayuda a asumir riesgos, a pensar de forma creativa, a comunicarnos de forma abierta y sincera y sobretodo, a fortalecernos.

Si alguna vez te has sentido defraudado y han roto tu confianza, te invito a mantener firme tus valores recordando este cuento que te narro a continuación.

El Sabio y el Escorpión:

”Había una vez un sabio monje que paseaba junto a su discípulo en las orilla de un río. Durante su caminar, vio como un escorpión había caído al agua y se estaba ahogando, y tomó la decisión de salvarlo sacándolo del agua. Pero una vez en su mano, el animal le picó.

El dolor hizo que el monje soltara al escorpión, que volvió a caer al agua. El sabio volvió a intentar sacarlo, pero de nuevo el animal le picó provocando que le dejara caer. Ello ocurrió una tercera vez. El discípulo del monje, preocupado, le preguntó por qué continuaba haciéndolo si el animal siempre le picaba.

El monje, sonriendo, le respondió que la naturaleza del escorpión es la de picar, mientras que la de él no era otra que la de ayudar. Dicho esto el monje tomó una hoja y, con su ayuda, consiguió sacar al escorpión del agua y salvarlo sin sufrir su picadura”.

Lo que nos hace reflexionar, que no debemos luchar contra nuestra naturaleza por mucho que otro nos dañe. Es importante tomar precauciones, pero no dejar de ser quienes somos ni actuar en contra de lo que somos porque otros nos impulsan a serlo.