Estos términos mas allá de subrayar una forma de abuso o violencia a los derechos humanos, cobra niveles mas altos cuando provoca una acelerada reproducción de sus células cancerígenas en sociedades que deberían moldearse en un marco de desarrollo, progreso y libertad.

Hoy día ambos factores afectan a millones de personas en todo el planeta, aunque no todos los casos son del dominio público, aquellos que son visibles y se distribuyen en medios de comunicación y redes sociales, nos paralizan y consumen, además de exponer la probabilidad de que no se trata de casos aislados.

Un ejemplo claro de ello se manifiesta en la xenofobia presente en casos recientes, como el ocurrido el pasado sábado 3 de Agosto en la ciudad de El Paso, Texas contra la comunidad hispana y en la que murieron 22 personas. En este evento se hizo tangible la aversión irracional y sin fundamento, hacia un grupo determinado de personas a las cuales se pretende señalar como una amenaza.

La Intolerancia nos remite al rechazo a quién o quiénes se consideran diferentes, así como a la falta de aceptación a la capacidad del otro para elegir sobre ciertas preferencias, creencias y/o prácticas que le son asignadas por derecho, sin transgredir la autonomía de otro.

Las formas en que lidiamos con la intolerancia puede estar maquillada bajo dogmas de manipulación o expuesta visiblemente en formas claras y tangibles. Ninguna menos demeritoria que la otra.

La Discriminación por su parte se refiere al trato diferenciado que recibe otra persona o grupo bajo las mismas circunstancias o formas de medida.

El espectro puede referirse a particularidades tales como la edad, el género, la orientación sexual, el idioma, la religion y el origen étnico, entre muchas otras. Esta nace de los dogmas implantados y recurrentes.

Tiene lógica pensar que bajo el análisis de fomentar una sociedad más coherente, se establecieron principios por organismos internacionales tales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), que en su artículo 1o. señala: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Así mismo, el artículo I de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969)  estipula que se prohibe la discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.

Me pregunto ¿En qué momento estos derechos son permisibles de  transgredirse por conceptos erróneos, teorías reformistas o discursos demagógicos?

Las repercusiones de estos grandes males se refleja hoy día, en una creciente deshumanización y una perdida de empatía como cualidades inherente al ser humano.

Es necesario regresar a los básicos, recurrir a una cultura de la paz, que cree puentes, que construya.

Busquémos consolidar sociedades mas armónicas, donde el respeto por el otro sea un legado, donde se abogue por la igualdad y la equidad, donde se escuche y se aprenda a discernir cívicamente. Buscando formas civilizadas para combatir estos dos grandes males a través de la legislación, la educación y el activismo, pero sobre todo a través del ejemplo.

Claudia Esponda

Fundadora de Meraki Magazine

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