Sostengo la convicción de que la pintura y la cocina son dos manifestaciones artísticas profundamente relacionadas. En un sentido muy general, hasta es posible afirmar que el arte, se constituye a partir de formas visibles, capaces de expresar plásticamente los valores y sentimientos del ser humano. A partir de esta definición afirmo, que la cocina es un arte tangible, en el que intervienen dos ingredientes importantísimos: la imaginación y la sensibilidad, amén de otros, no menos importantes, como la combinación armónica y sutil de olores, sabores e incluso colores. Lo que aclara en alguna forma, qué hace un artista plástico en la cocina o una cocinera en el taller de pintura.
Los artistas siempre le hemos profesado un gran amor a la cocina y de ese enamoramiento hay muchos ejemplos que dan fe: Leonardo da Vinci, Boticelli, Toulousse Lautrec, Renoir, Dalí, Van Gogh. Rivera, Tamayo, en fin, una lista que es larguísima
El acto humano de comer constituye pues un lazo de unión entre materia y espíritu. Por ello, quiero hacer una distinción esencial: el animal se alimenta y el hombre come. El desarrollo del arte culinario corre parejo con la evolución cultural del individuo y de su sociedad. Sólo los pueblos cultos poseen la identidad e imaginación necesaria, para crear una tradición de buena cocina
La historia nos recuerda que los bodegones eran ya parte fundamental de ornamentación del interior de las tumbas del Antiguo Egipto existía una idea muy poética, pues creían que los objetos relacionados con la comida y la vida doméstica se harían reales en el más allá, colocados y decididos para que los muertos los usaran en esa dimensión. Una filosofía parecida a nuestros antepasados que pensaban que había una extensión después de la muerte.
Por igual, las pinturas sobre vasijas en la Antigua Grecia también demostraban diversos objetos cotidianos, además de frutas, flores y animales.
“Y en los murales de la Antigua Roma bien se trate de Pompeya, Herculano y la Villa Boscoreale, repletos de apetitosas y frescas viandas. Otra expresión muy importante son los mosaicos ornamentales llamados emblema, que se han encontrado en casas de romanos acaudalados, a la vez que una clara explicación de la infinita abundancia y diversidad de alimentos de que disfrutaban la clase aristocrática como lo hemos visto tantas veces en películas y en referencias literarias. También, tenían la misión de representar símbolos de hospitalidad, la celebración de las estaciones y de la propia existencia. En Pompeya, en la Casa Vettii, se puede observar en un friso que decora uno de los cuartos, la gran variedad de peces que existían, nadando en el yeso temerosamente vigilados por una langosta; la que puede apreciarse el colorido y el detalle preciso que nos habla de la familiaridad que los romanos con las especies marinas. Lo anterior se aprecia justamente en el mosaico El Pulpo y La Langosta, exhibido en el Museo del Vaticano, al grado de que parece una foto de escenas actuales que pueden verse en cualquier puerto de Italia. La variedad de peces ahí representada materializa las palabras de los autores latinos que escribieron sobre su preferencia por las bondades del mar a la hora de sentarse a la mesa. Otro mosaico, del mismo museo, no sólo muestra los productos del mar, sino un ave de caza ya desplumada que cuelga boca abajo lista para sumergirse en alguna marmita; la acompañan atados de cereales y frutos, así como un cubo desbordante de crustáceos.
En los frescos romanos se encuentra la técnica pictórica del ilusionismo. Uno de los mejores y más vivos ejemplos, asombrosamente preservado. Así por ejemplo un bodegón de melocotones y jarra de agua pintada en Herculano alrededor del 50 d. De C. Técnica muestra la influencia helenística, la comprensión de la luz y el empleo de los claroscuros para conseguir la perfecta transparencia del agua, que contrasta con las formas plenas de los frutos. Otros productos frutales parecen caer de los muros cual manzanas de una cesta rebosante que decora la Casa de los Ciervos en Pompeya. En otros casos, la representación de seres divinos nos ofrece datos fidedignos sobre la alimentación de los mortales. También en la Casa Vettii se halla una generosa serie de querubines dedicados a faenas como la caza y la orfebrería; en su descanso beben de platos surtidos por ánforas apiladas con gran orden; podemos suponer que beben vino de Pompeya -citado por algunos autores latinos- producido con los racimos de uvas que se cosechaban justo en las laderas del volcán que, paradójicamente, con su destrucción inmortalizó varias ciudades de una civilización ahora extinta.
Ya durante el siglo XVI, la comida y las flores reaparecerán como emblemas de las estaciones, aludiendo a los cinco sentidos. En estas obras aparece la frase Omnia mors aequat («La muerte iguala a todos»). Este motivo de la vanidad de las cosas cobrará un gran auge en la pintura barroca posteriormente, en especial con los pintores holandeses, alrededor del año 1600.
La apreciación popular del realismo en el bodegón se relaciona con la leyenda griega antigua de Zeuxis y Parrasio, de quienes se dice que compitieron por crear los objetos más parecidos a la realidad, siendo éstas las descripciones más antiguas de la historia de esa pintura o de trampantojo (tromp-oill). Como Plinio el Viejo relataba en los tiempos romanos, los artistas griegos de siglos antes ya eran muy diestros en el retrato y el bodegón. Distinguió a Peiraikos, «cuya maestría muy pocos sobrepasan… Pintó tenderetes de zapateros y barberías, asnos, plantas y cosas semejantes, y por esa razón le llamaron el «pintor de los objetos vulgares»; aun así, estas obras eran en conjunto deliciosas, y se vendían a precios más altos que las más grandes [pinturas] de muchos otros artistas.”
Bien sabemos que la palabra bodegón se acuñó en España y se refiere, en esencia, a la pintura de alimentos y objetos de cocina. En otros países, este tipo de pintura se denominó naturaleza muerta, que en realidad el término es inexacto porque en ingles la denominan Still Life, aún con vida, en Alemania Stilleben, y el significado es el mismo. De igual forma sabemos que la relación se fue ensanchando y al propio tiempo transformando en su manejo hacia otras expresiones artísticas y que subsisten hasta nuestros días.
Y aún más el bodegón es la enunciación o relación de objetos inanimados, que se representan en el escenario cotidiano con el que coexiste y comunica el artista, así como el objetivo de reflejar la intimidad de la vida doméstica de manera natural, descartando la importancia que tiene la cotidianidad, pues como decía mi padre pasa muchas veces: la cercanía paradójicamente aleja.
Sin duda, los alimentos fueron los protagonistas y concretamente los vegetales, las frutas, los animales de caza y que, junto con las flores, conforman el bodegón al género del bodegón. Un concepto que permeó podríamos decir que de forma discreta pero contundente desde la antigüedad hasta el siglo XVI, fue cuando aparece, aunque no como un tema importante, sino en segundo plano, y hasta considerada como un ate menor, inclusive de segunda clase.