Nos guste o no, la constante hoy en día es la metamorfosis, cambiar y evolucionar… siempre lo ha sido, pero actualmente la vivimos de forma mucho más acelerada. Si bien es parte de la naturaleza humana, la pandemia vino a enfrentamos a un periodo en el que experimentamos un cambio tras otro sin tener oportunidad de asimilarlos por la premura con que se nos presentan. Cuando empezamos a concientizarlos, seguramente, ya estamos siendo partícipes de nuevas situaciones. 

Ya lo decía el economista y filósofo austriaco Friedrich Hayek, al aseverar que “Toda evolución, cultural o también biológica, es el proceso de una continua adaptación a eventos que no podemos anticipar, a circunstancias contingentes que no pueden ser predecidas.”

¿Alguna vez te has levantado con ese miedo que paraliza porque sabes que viene un cambio en tu vida y no tienes la seguridad de si será para bien o para mal? ¡Es absolutamente normal!

Intrínsecamente, los seres humanos tenemos miedo a cambiar porque representa el riesgo de salir de nuestra zona de confort y perder nuestra estabilidad. A pesar de esto es innegable que nos enfrentamos a innumerables cambios, algunos podemos controlarlos, otros salen de nuestro campo de acción.

Claro, tú, yo y todos somos reticentes por temor a lo desconocido y es precisamente porque no sabemos cómo enfrentarlos… simplemente lo hacemos.

Todo cambio trascendente implica un rompimiento con la tradición, con antiguas maneras de pensar y de actuar. Mucha gente experimenta nuevos paradigmas cuando se enfrenta a crisis, especialmente cuando su personalidad o el sistema social en el que se desenvuelve se ve afectado.

¿Te suena familiar esta situación?

Un día llevas a tus hijos a la escuela, después vas a tu trabajo, sales a un café o a un bar a socializar con los amigos… al día siguiente te encuentras con los niños en casa estudiando vía remota, tú en una junta por videoconferencia y, desde luego, dejas a los amigos a un lado temporalmente. Aplicaciones de mensajería son las que te permiten seguir en contacto con el mundo. 

Tu “mundo controlado” se revoluciona y hay que aprender de nuevo cómo seguir adelante. Lo que parecía producto de ciencia ficción se vuelve realidad en menos de 24 horas y no hay más opción que subirte al tren en movimiento, sin mayores cuestionamientos, pero con la esperanza de que te podrás adaptar a eso nuevo que viene y que desconoces.

¿Cómo prepararnos? 

Por principio, creando la mentalidad de adaptación a un cambio constante en donde lo que estaba probado ayer, mañana será diferente. Más que una técnica, es un sistema de vida; para lo cual es indispensable propiciar la integración y adaptación a la dinámica diaria del contexto en que nos desenvolvemos.

Si los cambios cotidianos son capaces de alterar la armonía de nuestras vidas, aquellos mayores -como el que trajo la pandemia-, requieren de un ejemplar manejo de stress por la carga de angustia que generan.

En el mundo empresarial, la preparación hacia ciertos cambios organizacionales se hace mediante la aplicación de técnicas y ciencias de la conducta para difundir los valores e implementar procesos que inicien en la cabeza de la organización, para que el resto de la gente los vaya asimilando. 

Aquí no hubo tiempo para hacerlo… simplemente tuvimos que cambiar y aprender a adaptarnos a las nuevas situaciones que la vida nos fue presentando en todos los campos de la vida: familiar, social, empresarial, educativo… todos adoptamos nuevos patrones y esquemas conforme se movia la situación, y tenemos que seguir en esa línea a pesar del miedo que nos representa.  

Temerosos, nos convertimos todos en agentes de cambio, que al entrar en acción, vamos induciendo transformación de mentalidades, empezando por la nuestra y nuestro entorno. No importa si eres padre de familia, profesor, empresario o gobernante, todos tenemos esa obligación de poner nuestro granito de arena para enfrentar las situaciones de la mejor forma posible. Y ojo, no podemos quedarnos en una posición cómoda en la que le transfiramos la responsabilidad a los líderes, porque ellos también están adaptándose, entendiendo y creando aquellas soluciones que parecerían una mejor opción. 

La teoría establece que para que el cambio se dé, se presentan varias fases que van desde la negación absoluta hasta la aceptación, y que seguramente tú has vivido en múltiples ocasiones, como todos.

El cambio en las organizaciones.

El cambio nos lleva a innovar, a generar soluciones y a ser creativos ante los retos que se nos presentan. Es esta innovación la que obliga a los individuos a vivir un proceso de adaptación, que, si bien a futuro será muy productiva, en el momento presente representa un gran miedo, porque implica cambiar en forma radical, dejando atrás muchos paradigmas.

Una de las principales barreras que las personas ponen para aceptar un proceso de cambio es la incertidumbre. En primer término porque nunca se tiene la certeza de que el cambio resultará exitoso y segundo, porque de inmediato se plantean una serie de interrogantes que van desde el saber cuál será su nuevo título o rol  -si es que lo tienen- hasta la duda de si serán exitosos en esta nueva forma de desarrollar su trabajo, o si tendrán las suficientes capacidades para un óptimo desempeño.

Una de las herramientas más frecuentes para vencer esta resistencia es involucrar a la gente a “hacer” el cambio juntos, aceptándolo no como un mal necesario, sino como un camino hacia la exploración de nuevas alternativas. Parte de esta invitación a ser actores más que espectadores de la situación, consistirá en darle elementos que los tranquilicen. No son los cambios técnicos los que propician la angustia y el rechazo, son las afectaciones que puedan sufrir sus sistemas sociales y las relaciones humanas previamente entabladas dentro de la empresa.

Involucrar a los demás significa hacer que las personas adopten una idea como propia con la finalidad de que se sientan comprometidas a llevarla hasta sus últimas consecuencias.

Pudiéramos pensar que esta inquietud por el cambio es un fenómeno propio de nuestros tiempos, sin embargo, generaciones tras generaciones se han venido preocupando por él. Como muestra, un interesante estudio realizado en los años cuarenta por Lester Coch y John R.P. French dentro de una fábrica de ropa. Su trabajo consistió en formar cuatro grupos con los operadores que trabajaban a destajo e incorporar pequeños cambios en su forma de producir.  A todos ellos se les fijaron nuevas cuotas y fueron observados muy de cerca para evaluar su desempeño y valorar si alcanzaban las metas establecidas. El primer grupo se introdujo al cambio mediante un método no participativo en el cual únicamente se les informó de lo que sucedería, sin tomar en consideración sus opiniones. El segundo grupo se denominó como “participación por representación”, en el cual, el sentir del grupo fue considerado a través de portavoces del mismo. El tercer y cuarto grupo fueron introducidos al cambio sobre las bases de una plena participación. Aquí sí se les permitió opinar y discutir sobre los nuevos métodos. Los resultados fueron contundentes, la productividad de los primeros grupos decayó considerablemente, en contraste, los grupos 3 y 4 tuvieron un ligero decremento pero pronto nivelaron su producción e incluso la superaron. Coch y French concluyeron su investigación demostrando que la naturaleza y tamaño del aspecto técnico del cambio no determina la presencia o ausencia de la resistencia; es la parte social la que la provoca. Es decir, las reacciones de resistencia al cambio se superaron fácilmente involucrando a la gente.

Y aquí cabría definir lo que participación significa para un grupo de trabajo, no es sólo ser llamado a reuniones con el objeto de escuchar, es el acto de aportar ideas, pensamientos y soluciones al desempeño del trabajo que el equipo realiza.

El aspecto social del cambio se refiere específicamente a la forma de comportamiento de todos los afectados después de haber establecido relaciones sociales previas dentro de la organización.

Una organización no puede considerarse como una máquina ni esperar que se comporte como tal, el cambio es una de sus características intrínsecas. Es necesario cambiar los aspectos clave del sistema social para lograr el cambio esperado.

¿Cómo manejar el cambio en lo personal y en lo profesional?

Resumiendo, podemos decir que la resistencia al cambio puede vencerse de diversas formas:

– En la participación.

– En la expresión de ideas.

– Al señalar caminos.

– Abriéndose a nuevos medios y a compartir ideas.

– Aceptando la oportunidad de hacer cosas nuevas.

Todo tenemos la obligación de dejar de una vez los temores a un lado y luchar para enfrentarnos más ligeros a lo que viene, más preparados a las perspectivas de nuevas oportunidades, propiciar los cambios, aunque éstos pudiesen durar sólo unos minutos, o toda la vida, no lo sé.

Se ha dicho mucho que las crisis generan oportunidades, yo te diría que así tenemos que ver el cambio, como esa oportunidad de florecer, de volvernos esas mariposas dispuestas a volar y explorar nuevos horizontes.