Entre los inconvenientes de la época de fin de año, resurge el ya proverbial consumismo, quizá un tanto debilitado por la actual crisis económica, pero a fin de cuentas incontenible.

Atestiguamos compras por doquier en un tránsito frenético  de personas por tiendas y almacenes, o bien grandes flujos turísticos de la ciudad  hacia las playas y  otros centros de diversión o descanso. Comprobamos a la vez que los restaurantes están atestados de comensales en brindis navideños o comidas para despedir el año y celebrar el advenimiento del 2019.

 Y aunque debemos ser respetuosos de los gustos y preferencias de los  demás,  sugiero que  bien podemos aprovechar o combinar mejor nuestras opciones de la temporada navideña.

Así,  ojalá que  se registren nutridas asistencias a las funciones de cine y teatro, ya no digamos  más a las exposiciones de pintura, presentaciones de libros o conferencias. Y desde luego, pastorelas, funciones de ballet, o  algún concierto navideño, cineclub y librerías.  Más aún, si revisamos las carteleras que aparecen publicadas en diferentes medios impresos, comprobaremos la vastedad y versatilidad de la oferta cultural. Salta entonces a la vista  la oportunidad que tenemos de incorporar tales actividades a nuestro tiempo libre en este período  vacacional del cierre de año.

Podríamos aprovechar tantas alternativas para invitar a la familia, amigos y amigas, y darles el mejor regalo, o sea  el disfrute de los bienes y servicios culturales. 

Así, la navidad debiera percibirse más allá de un periodo de ocio improductivo como algunos la consideran, cuando tenemos frente a nosotros tantas y buenas ofertas que nos enriquecen y generan beneficios evidentes en nuestro desarrollo personal y social.

Regalarnos, y regalar cultura a quienes nos rodean en estas fechas, para que junto a nuestros seres queridos, sin quitarle su gozoso sentido tradicional, ganemos en felicidad individual y colectiva.

Por lo pronto, va un gran abrazo a todas y todos, con mis  mejores deseos.