Evoco el nacimiento de un ser humano que cambio la manera de pensar y vivir de millones de personas. Un hombre que compartió con generosidad y sabiduría sus experiencias y enseñanzas para alcanzar la felicidad. Una vida intensa y subyugante porque rechazo todo el poder y los lujos propios de su dinastía. Ese personaje que se apartó de un mundo vacío y superfluo hasta encontrar las verdades de la vida y que no se asumió como un Dios, sino que llegó a pedir a quien quisiera mejorar sus ideas, pensamiento, su propuesta, sin dogma alguno.
Me refiero a Buda, quien nació un 26 de Mayo, hace 2600 años, a quien sigo pues sus enseñanzas han sido para mi fundamentales. Me confieso entonces abierta y orgullosamente budista, tras de hurgar en otras filosofías que no me llenaron tan plenamente.
Así, me interiorice en sus pensamientos y doctrina, como pueden ser “Las cuatro verdades”, que se vinculan al sufrimiento y la manera de superarlo o bien el “Noble sendero Óctuple”, que nos enseña a pensar, actuar o vivir siempre rectamente, entre otros muchos consejos y principios que apuntan a la felicidad, a una vida ética, sin hacer daño a nadie, sin apegos y a existir iluminadamente en el aquí y el ahora. Y algo tan importante como el Karma o la retribución moral de las propias acciones.
Hago un paréntesis para mencionar un libro que tuve la fortuna y el privilegio de leer, antes de mi incursión en el budismo, que empezó a conducirme en el conocimiento del pensamiento oriental, como es la novela de Hermann Hesse, “Siddhartha”, en verdad apasionante y aleccionadora. Años después se presentó la oportunidad de ingresar a Casa Tibet y aprender y practicar el legado de Buda, a través del maestro Antonio Karam, destacado budólogo y representante del Dalai Lama en México y Latinoamérica.
Por eso, comparto ahora con ustedes parte del mensaje que enviara a la Comunidad Budista el propio Dalai Lama, en ocasión del natalicio de Buda, que nos enriquece y de seguro enriquecerá a quien lo lea:
“La enseñanza del Buda es esencialmente práctica. No es sólo para un grupo de personas o un país, sino para todos los seres sensibles. Las personas pueden seguir este camino según su capacidad e inclinación. Yo, por ejemplo, empecé mi educación budista de niño y, aunque ahora tengo casi 86 años, sigo aprendiendo. Por eso, siempre que puedo, animo a los budistas que conozco a ser budistas del siglo XXI, a descubrir lo que realmente significan las enseñanzas y a ponerlas en práctica. Esto implica escuchar y leer, pensar en lo que se ha escuchado y leído y familiarizarse profundamente con ello.
Aunque nuestro mundo ha cambiado sustancialmente desde la época del Buda, la esencia de su enseñanza sigue siendo tan relevante hoy como hace 2.600 años. Tanto la Tradición Pali como la Tradición Sánscrita poseen métodos para alcanzar la liberación de la ignorancia y el sufrimiento. El consejo de Buda, expresado de forma sencilla, era evitar dañar a los demás y ayudarlos siempre que podamos, de la forma que sea posible.
Podemos empezar a hacerlo reconociendo que todos los demás son como nosotros en el sentido de que desean la felicidad y les repugna el sufrimiento. Buscar la alegría y liberarnos del sufrimiento es un derecho de nacimiento de todos los seres. Pero la felicidad personal depende en gran medida de cómo nos relacionemos con los demás. Al desarrollar un sentido de respeto por los demás y una preocupación por su bienestar, podemos reducir nuestro propio egocentrismo, que es la fuente de muchos de nuestros propios problemas, y aumentar nuestros sentimientos de bondad, que son una fuente natural de alegría.
En este auspicioso día, los budistas celebrarán servicios de oración en lugares sagrados como Bodhgaya, Lumbini y Kandy, así como en otros lugares budistas. Unámonos todos para hacer cuanto podamos para superar las amenazas globales a las que nos enfrentamos, incluida la pandemia del Covid-19 que ha traído tanto dolor y penurias a todo el mundo”. Hasta aquí las benditas palabras del Dalai Lama, un hombre fuera de serie.
Concluyo, con el anhelo y la certeza de que Buda ilumina nuestro presente y beneficia a la humanidad de hoy y de mañana, con su inmensa sabiduría y verdad de su prédica, que nos lleva a la felicidad, la realización plena, la solidaridad y la paz.