La vida siempre nos presenta encrucijadas que se resumen en tomar decisiones, desde las más simples como ¿Qué me voy a poner hoy? hasta las más complejas que nos generan fuertes dosis de angustia y nos quitan el sueño durante horas o días. La pregunta es ¿Cómo tomas tus decisiones? 

¿Cuántas veces te has encontrado en ese momento en que simplemente te paralizas porque no sabes qué implicaciones puede tener inclinarte hacia un lado o hacia otro? Cuestan, dan miedo, pero la vida está hecha de tomarlas, son las que nos hace avanzar y ser exactamente lo que somos. Hemos llegado hasta aquí por ellas, algunas veces son buenas y otras malas pero nos forman, de ahí la importancia de aprender a tomarlas de la mejor manera posible.

Decidir se vuelve en ocasiones un proceso automático, inmediato. Tomamos opciones de forma subconsciente, claro, basada en los recuerdos y experiencias que hemos acumulado en nuestro cerebro a lo largo de la vida, pero sería bueno buscar racionalizarlas y en base a ese cúmulo de información con que ya contamos, buscar los diferentes puntos de vista e impactos que generarían en nosotros y nuestro entorno.

Necesitamos valorar los diferentes caminos antes de andarlos. ¿Qué tal si comenzamos por establecer un proceso en el cual nuestro pensamiento lateral nos ayude a ser creativos para solucionar ese problema que hoy tú tienes en mente?

Resolver problemas implica un alto grado de creatividad y tomar decisiones asertivas nos ayuda a lograr objetivos. 

Cuando una persona se enfrenta a tener que decidir algo, su mente comienza a contemplar una serie de razones y emociones que le llevan a optar por la alternativa que a su juicio, es la correcta. 

Ese complejo proceso mental en que el individuo coteja las ventajas, los inconvenientes, los hechos, los sentimientos y otra serie de informaciones relevantes resulta muy difícil de explicar o simular. Porque, a diferencia de lo que sucede en las matemáticas, física y demás ciencias exactas, las situaciones de la vida tienen muchas soluciones posibles y algunas pueden resultar mejores que otras, en términos incluso de costos, confiabilidad y posibilidades de realización. 

Decía George Bernard Shaw que “La imaginación es el principio de la creación. Imaginas lo que deseas, persigues lo que imaginas y finalmente, creas lo que persigues”

Ser creativo no es algo que se da por naturaleza, desde luego hay quienes nacen con esa virtud, pero este tipo de pensamiento es en la gran mayoría de las ocasiones producto del trabajo y entrenamiento diario de nuestro cerebro a buscar caminos que no son suelen ser tan obvios, esos dejan de dar resultado en el momento en que todos van en esa dirección.

Es como un camino por el bosque, tenemos frente a nosotros una vereda que nos grita que muchas personas la han transitado paso a paso, pero a los lados vemos unos incipientes caminos que tienen potencial para ser una ruta diferente, no tenemos una certeza de que nos lleve a alguna parte, pero bien vale la pena intentarlo. Así es el pensamiento creativo, nos lleva a experimentar, a buscar alternativas para llegar a nuevas soluciones y a volvernos diferenciados dentro del ámbito que nos encontremos.

Una buena técnica -y que yo siempre recomiendo- son los 6 sombreros para pensar de Edward de Bono, en la cual, bajo seis colores engloba el proceso de pensamiento, nos ayuda a aislar los diferentes puntos de vista, a analizar un problema y visto así, entonces ponderar y decidir cuál es el mejor camino. Parecería muy simple el “uso” de cada sombrero, pero conlleva enfocarnos al 100%, puesto que al ponérnoslo tenemos que pensar sólo como éste indica y descartar ideas que corresponden a otro color  -ya habrá tiempo para ello-. Nos permite poner un problema en perspectiva, entenderlo desde diversos ángulos y entonces sí, buscar la mejor solución.

Cada uno de ellos, pintado de un diferente de color que representa el tipo de pensamiento en el que tenemos que enfocarnos mientras lo utilizamos:

Blanco: Es neutral y objetivo, evita interpretaciones, son sólo los hechos comprobables, tal cual.

Rojo: Es una reacción visceral, legitimiza sentimientos sin justificarlos. Es simplemente lo que sientes, sin mayores juicios.

Negro: Es crítico, señala posibles riesgos y peligros, busca problemas y desacuerdos con los que nos podemos cruzar. 

Amarillo: Busca razones en favor de algo, es positivo y constructivo. Encuentra oportunidades a través de una visión un tanto optimista.

Verde: Busca provocar nuevos pensamientos, es totalmente creativo, promueve la proliferación de ideas disruptivas, romper con los moldes de pensamiento prefabricados, encontrar nuevas asociaciones en donde pareciera no haberlas.

Azul: Organiza las ideas, representa la capacidad de enfocar, imponer orden en el aparente caos y nos lleva justamente a organizar las ideas para tomar el mejor camino posible.

Cada sombrero simboliza una forma de ver, una manera específica de pensar, que, si bien toma en cuenta los sucesos pasados, intenta vislumbrar lo que está por venir. Al tratarse de una convención aceptada, que responde a ciertas reglas concretas, el uso de los sombreros permite expresar libremente aquello que la racionalidad lógica tiende a censurar y, al mismo tiempo, contribuye a limitar y a darle un mejor uso a ciertas formas de pensamiento que por lo general suelen conducir a discusiones y confrontaciones infructuosas. 

Cuando hablamos de dos o más personas, nos resulta también de gran utilidad para simplificar el pensamiento, ya que este método propone que las ideas se atiendan una a la vez y que todos los participantes se concentren coordinadamente en la que está siendo estudiada, prestando atención plena a ese enfoque particular. Suena simple, de pronto es un poco más complejo, porque por nuestra mente pueden pasar infinidad de cosas que nos inclinen hacia otro color, mantenernos en lo que estamos, implica un proceso de pensamiento totalmente deliberado.

Esta es una técnica que funciona muy bien por la forma como está diseñado nuestro cerebro, ya que ante una avalancha de información que recibimos por segundo y que no alcanzamos al procesar de forma consciente, tiende a preferir lo más simple, por lo cual nos resulta imposible experimentar y analizar en diferentes direcciones de forma simultánea.

Así, no solo se facilita el cambio de actitud —para lo cual basta con pedir un cambio de sombrero—, sino que se organizan puntos de vista diferentes y se crea un panorama enriquecido para tomar mejores decisiones, tanto en la vida personal como laboral.

Sí, muchas veces tomar decisiones provoca miedo e incertidumbre, pero ese miedo es justo el que nos detiene y no nos deja actuar. ¿Cuál es la peor decisión? Aquella que no se toma.

Para finalizar, yo te invito a que cuando te encuentres en “este momento” tengas una buena comunicación -muy positiva- contigo mismo. La vida es así, todos los días tenemos encrucijadas.

No le tengas miedo al proceso de pensamiento, ser conscientes de lo que sentimos, de nuestras necesidades y aspiraciones es parte fundamental para ser valientes y enfrentar los miedos.

Sí, al final, decidir implica responsabilidad para con otros o para con nosotros mismos, pero siempre recuerda que, si fallas o no, fue la mejor decisión desde tu punto vista…al final eres simplemente humano, con todas tus virtudes y tus fallas.

¿Estás listo para usar estos sombreros que hoy te regalo y comenzar a tomar las mejores decisiones de tu vida?