No importa lo que haga, nunca es suficiente… Es una frase que circula entre muchas parejas.

En mi libro Amor…¿0 codependencia?, hablo del estado en el que caen muchas mujeres esperando que alguien las rescate, las extraiga de sus vidas y convierta su existencia en un cuento mágico de amor y romance. Ese es un fuerte condicionamiento que afecta sus relaciones.

Desde ese visión se crean expectativas acerca del “príncipe azul” y cuando las cosas no resultan perfectas (porque nunca lo son), surge el enojo y la culpa, envuelta en infelicidad.

Por otro lado, están los hombres que también fueron condicionados ha ser y actuar como “El rescatador”, “El príncipe”, creyéndose el papel y tratando de emular al personaje.

Demasiadas desilusiones para ambas partes. 

Recientemente un amigo me comentaba lo difícil que ha sido para él crecer con las expectativas de super hombre, fuerte, competitivo, protector, sin miedo y una “roca” para su pareja, y lo por otra parte lo difícil que le es mostrar su parte sensible y vulnerable por temor a ser criticado por su familia y menospreciado por las mujeres.

También cuenta haber vivido historias de romance en sus parejas exigían demasiado pronto un compromiso, una promesa, permanecer en una “relación seria,” lo que lo hacía entrar en pánico, por no sentir el espacio o el tiempo adecuado para definir si estaba con la persona correcta. Lo que sucedió ante tanta presión, es que terminó alejándose y abandonando esas relaciones. 

Una de las constantes inquietudes de los hombres se refieren a las altas expectativas de sus parejas, del cómo deben ser, de lo que deben dar, de lo que tienen que hacer para “merecerlas” y “ganarse el derecho” a estar con ellas, y por supuesto, hay hombres que entran y participan de este juego.

En ese caso ambos crean estrategias para obtener lo que anhelan. La estrategia favorita de las mujeres parece ser “darse a desear” (porque así fueron enseñadas) y la de los hombres, el llenar esas expectativas, basadas en sus estándares familiares, culturales y sociales que son muy importante para ellos.

Los doctores Cowen y Kinder en su libro “Women men love, women men leave” (Mujeres que los hombres aman, mujeres que los hombres abandonan) señalan “Para el hombre, tener que desempeñarse bien es tanto una meta como una carga. Los hombres tienen que “hacerla” tanto en su lugar de trabajo como en la alcoba. Desde su infancia, los hombres luchan con el reto de llenar la medida, de ser fuertes y capaces de competir. Los hombres siempre han estado del lado receptor de las expectativas. Esto no quiere decir que las mujeres no tienen que hacer esto, ellas experimentan presiones similares desde la infancia mientras la sociedad les dice en términos inciertos lo que deben de hacer para ser “verdaderas mujeres”.

Debemos reconocer que las mujeres no tienen que probar “ser mujeres” , en cambio los hombres, se ven en este continuo intento de probar su “valor” como tales. 

Las mujeres van encontrando formas de expresar su enojo y frustracion ante las demandas y exigencias de una sociedad absurda, mientras que los hombres, como parte de su condicionamiento y de su problemática en distinguir y honrar sus necesidades reales, se aguantan y continúan llevando en hombros la carga de “ser hombres”. 

Los doctores Cowen y Kinder agregan “Las reacciones de los hombres hacia las expectativas excesivas son, desafortunadamente con frecuencia disfrazadas y escondidas. Es muy raro que un hombre abiertamente reconozca que se siente inadecuado o que está avergonzado de no llenar ciertos estándares. En vez de esto, su único indicativo de esta incomodidad puede ser la ira y el resentimiento. Los hombres no se sienten cómodos con la prolongada vergüenza de ser una desilusión, pero tampoco están cómodos expresándole a una mujer como se sienten. Para la mayoría de los hombres, existe una casi predecible secuencia de respuestas. Los conflictos activados por las demandas de las mujeres llevan primero a sentimientos de culpa, luego a un terco resentimiento y hasta llegar, si las demandas son totalmente implacables, a rechazos iracundos para finalmente retirar el amor.”

Ello da como resultado en muchas parejas, que el hombre se esmera por conquistar a la princesa, puesta en un pedestal, como un trofeo y ella, desde este espacio, exige, demanda y pone precio a su amor. Él para conseguirla hace hasta lo imposible por conquistarla y cuando finalmente lo logra, se pregunta si realmente valió la pena el esfuerzo, porque es entonces cuando las continuas exigencias lo hacen sentir como un fracaso. Él comienza a cerrarse, alejarse, hasta que se va. 

Si el hombre intenta continuamente satisfacer las demandas de su mujer, y si ésta es una “mujer-niña-princesa” con aires de merecerse el mundo, presionando y amenazando para que le dé todo lo que ella desea, él terminará desgastado, cansado y con un gran resentimiento, porque nada de lo que hizo fue suficiente. Para los ojos de ella, él habrá fallado y arruinado todo.

Muchas mujeres a veces se ven perdidas en fantasías románticas, presionando a su pareja a ser “el héroe”, y al ver que no lo son, comienza el reclamo y el rechazo, creando una profunda y dolorosa sensación de inadecuación, logrando que terminen exhaustos y resentidos con la convicción de que son un fracaso. Por supuesto este resentimiento permanece a través de otras relaciones, ya que finalmente están en buscan de una conexión emocional. Pero el precio a pagar es demasiado alto, por lo que se cierren y se vuelven incapaces de entregarse, de abrirse de nuevo y conectarse realmente con una mujer.

Aura Medina de Witt

Psicoterapeuta especializada en la codependencia, las relaciones de pareja y heridas de la infancia.

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