Es tan problemático un médico sin vocación como un padre de familia con inclinación a la soltería. Tarde o temprano terminará tratando de materializar su llamado interno, so pena de grandes frustraciones, y entonces ¿De qué habrá servido todo el adoctrinamiento que le indujo a creer que su realización sería tener hijos?
Frases y expresiones que tan comúnmente se les dirigen a los solteros para presionarlos a formar pareja como: “Apúrate a conseguir marido, no te vayas a quedar para vestir santos” o “Un soltero después de los cuarenta tiene problemas…”, rivalizan con las que se dirigen a las nóveles parejas para empujarlos a formar familia: “¿Y ustedes para cuándo…?” o “El día que nos den un nieto, seremos los abuelos más felices”, formando parte de una cultura basada en el miedo a la soledad y a la incompletud.
Un artículo de la BBC de Londres cuestiona la “compasión” social que inspiran los solteros: “Se supone que nadie debe ser soltero. Ser soltero es sinónimo de estar solo, pero más solitarios son quienes temen estar solos”[1] o quienes viven un matrimonio infeliz. Se cree que el “yo” está incompleto sin el “tú”, de la misma manera que se supone que una pareja no logra la plenitud si no tiene hijos.
Hablando de vínculos humanos existen tres opciones con características tan definidas que las experiencias que las acompañan son capaces de marcar toda la vida de una persona. Soltero, en pareja y con hijos. Nadie puede escapar de alguna de ellas, de hecho es imposible, pero lo que sí puede hacer es elegir correctamente, pues de ello dependerán en mucho sus posibilidades de ser feliz.
La ciencia por fin se encuentra llegando a la conclusión de que no es una condición natural que todos los seres humanos deban reproducirse para preservar la especie. El fin de cada ser humano es único e individual. Numerosos estudios[2] demuestran que debe producirse una armonía entre nuestro desarrollo biológico y nuestra psique antes de unirnos en pareja y eventualmente procrear nuevos seres, porque nuestra mente está dotada de la capacidad de discernimiento que es una de las funciones superiores que nos diferencia del resto de las especies. Los animales funcionan con instintos que llevan a sus miembros a aparearse en ciertas etapas específicas del año, mientras que los seres humanos se unen por motivos que van mucho más allá de un ciclo de gestación. Así, la necesidad de encontrar un equilibrio entre la tendencia general a prolongar la supervivencia de nuestra especie y la individualidad de cada persona, es obvia aún sin las evidencias actuales de la ciencia. La sociedad ha creado leyes para tratar de normar la coexistencia de quienes han decidido formar una pareja o una familia, pues pareciera que de lo contrario, la catástrofe, el sufrimiento y el deterioro de los miembros de la familia puede llegar a ser inevitable.
Lo anterior implica que cada persona posee una inclinación íntima y particular a alguno de los tres llamados vitales: soltería, pareja o familia, muy semejante al de las vocaciones profesionales. De la misma manera en que un individuo, bajo las condiciones adecuadas, es capaz de intuir la enorme felicidad que le depara una correcta elección de carrera, también puede hacerlo si no hay interferencias ideológicas con el llamado en que su ser llegará a la máxima realización. Es por esto, que se requiere un estado consciente y adulto para escoger aquel que sea acorde a su realidad personal.
Sobran los dramáticos casos de personas que no sólo han intuido sino que han vivido la felicidad que les implica la soltería o la sola experiencia de la pareja, pero que han abandonado su primera elección bajo el peso de las presiones familiares y culturales con lamentables consecuencias como los divorcios y las fracturas al interior de las familias. En el fondo, la realidad es que por lo menos la sociedad occidental y especialmente la latina, se encuentran más que empapadas de una enorme cantidad de preceptos y dogmas culturales que se hacen presentes en los diálogos cotidianos dentro de los hogares, las canciones, las películas en los cuales se expresa la amenaza de una sentencia tácita: “Si no formas familia, no eres normal.”
Una de las paradojas más grandes de esta circunstancia se manifiesta cuando de la misma forma en que algunas instituciones como las religiosas, coaccionan a los jóvenes para concretar una familia y se desentienden de ellos al mostrar falta de solvencia económica o emocional para sostenerla; otra se hace evidente cuando sostienen la falacia de que lo que dignifica a un padre son los sufrimientos que enfrenta al ejercer la paternidad dejando de lado que la verdadera dignidad se adquiere en el acto de amar, como expuse en mi artículo anterior.[3]
Una acertada y honesta elección del llamado vital debería ser apoyada por la sociedad y las instituciones tal y como se hace cuando se ofrece soporte vocacional a los jóvenes para elegir carrera. ¿No creen?
Mtro. Erick Anzueto Salazar
Lic. en Pedagogia, Maestro en Investigación Psicodinámica y Posgraduado en Psicoterapia Psicoanalítica.
Director del Centro Psicopedagógico Quetzali y autor del Best Seller “Virtualidad: El peligroso síndrome adolescente de la era digital” disponible en Amazon. website: www.centroquetzali.com.mx
[1] BBC (2012) “Solteros y sin apuro” Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias/2012/11/121107_defensa_de_solteros_jgc
[2] Sirvan como ejemplos: Eugenia Zicavo (2013). Mujeres que optan por no tener hijos: un abordaje cultural. X Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires y Gutiérrez (2020) “Mujeres NoMo: Decisión de no tener hijos” Recuperado de: https://www.gaceta.unam.mx/mujeres-nomo-bajo-una-gran-presion-social/
[3] Anzueto, E. (2020) “Paternidades culposas” en Meraki Magazine Recuperado de: https://merakisite.com/2020/10/paternidades-culposas/