Nos ha tocado detener el tiempo, tratando de aferrarnos a un pasado que se ha ido y sin posibilidad de ver el futuro, que hoy se muestra incierto. Nos hemos invadido de miedos y de emociones nuevas. 

Pero recordemos que nosotros seremos quienes narraremos la historia. Hagamos entonces de este momento, de nuestro momento, de nuestro presente, una cadena de oportunidades, de experiencias nuevas y llenemos nuestros corazones de buenos recuerdos construidos con quien nos acompaña, con nuestra familia, con nuestros hijos. 

Como padres, se nos ha dado un regalo invaluable, se nos ha regalado tiempo para pensar, para vernos a nosotros mismos, para reinventarnos, pero lo más importante, se nos ha regalado tiempo de calidad, tiempo para dar, tiempo para enseñar. Por lo que ahora, también es tiempo para hablar de resiliencia desde el ejemplo y con la experiencia. 

Si definimos la resiliencia como la capacidad humana de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse a una nueva situación luego de experimentar alguna situación inusual e inesperada, entonces entendamos la resiliencia como la aptitud que se desarrolla en el ser humano para lograr superar la adversidad y el estrés, encontrando recursos emocionales que le ayuden a construir un ambiente nuevo, creando fortalezas de las debilidades. 

¿Y cómo es que aprendemos los humanos todo esto? Aprendemos desde nuestras propias experiencias, interiorizando lo vivido, procesándolo y construyendo un propio aprendizaje. Es por ello que insisto, que éste tiempo es una gran oportunidad para acompañar a nuestros hijos en su transformación hacia seres resilientes. 

La resiliencia es esencial para todos en su desarrollo. No hay experiencia mejor que saberse capaz de hacer lo que uno decida. La construcción de la resiliencia les facilitará la autoconfianza, el optimismo y una elevada autoestima, les dará la experiencia de poder creer en sus capacidades superando las adversidades. 

Si somos capaces de aceptar que la situación que estamos viviendo hoy es difícil de procesar y digerir como un adulto, imaginémonos lo que puede ser para ellos. Recordemos que sin importar la edad, la incertidumbre genera angustia y ansiedad; tanto para los pequeños que no entienden porqué no pueden salir a jugar, como para los mayores que incluso estan sobrecargados de información.

Tomemos entonces estos momentos como una experiencia de vida en la que está a prueba nuestra capacidad de resistencia y no de fuerza, nuestra capacidad de construcción ante la destrucción.

¡Venga entonces nuestro momento y el de nuestros hijos para conectar el alma y el corazón, sacar la fuerza para sobreponerse y construir nuevos mundos, nuevas oportunidades y por qué no, reinventarnos y conectarnos con lo simple, lo abstracto, lo bello y los más humano!

Es momento de enseñar a nuestros hijos que tenemos el poder de sentir y transformar nuestras emociones, de auto-controlarnos. Es tiempo de enseñarles la virtud de la paciencia, ya que hoy, nada es inmediato, hay que esperar sin desespero. Es tiempo de enseñarles a ser tolerantes ante las diferencias, ante la diversidad de pensamiento, ante ellos mismos y hacia los demás. Enseñémosles con nuestro ejemplo que las circunstancias pueden cambiar, pero que la felicidad se anida en el interior. Enseñémosles a soñar y a ver todas las posibilidades; a soñar; a creer en la vida que tienen frente a ellos. Enseñémosles a disfrutar de cada instante, que no pierdan su presente, aferrándose al pasado y anhelando el futuro.

Que nuestros hijos sean esos seres resilientes que puedan adaptarse y ser capaces de seguir soñando; recordándose a sí mismos, cada minuto y cada instante, que nuestro único límite es el cielo y que por eso hay que aprender y enseñarles a volar muy alto, a pesar de la tormenta.