Esta vez he decidido no escribir desde mi escritorio en mi consultorio, no escribiré desde la silla de la profesionista que se documenta y estudia para dar el mejor servicio posible a las familias que recurren por ayuda. Esta vez escribo desde el corazón de una madre que se quiebra, de una madre que se cansa, de una madre que por momentos se frustra y de una madre que siente que deja una parte de su ser, al ver a su hijo iniciar su propio vuelo.

Les comparto esta carta que viene de mi alma hacia todas aquellas mamás que llevan noches o meses sin dormir y que por momentos sienten que esto será toda su vida de ahora en adelante. A todas aquellas mamás que han querido evitarles a sus hijos a toda costa el sufrimiento, a las que se sienten frustradas y se cuestionan qué tanto vale la pena desgastarse en el camino por la educación de sus hijos, a las que han dejado el alma en la lucha constante por ser mejores día con día.

Hoy a todas ellas les digo que seguro volverán a dormir noches en silencio, volverán a comer comida caliente, volverán a tener espacios de soledad donde se encuentren con ustedes mismas y sus hobbies.

Nada es para siempre, ninguna situación dura cien años, todo tiene un plazo y vale la pena disfrutarlo.

Den todos los abrazos que puedan, no se pierdan ni un juego de futbol o un festival de ballet. No dejen de reírse con ellos, de cobijarlos, porque llega el día en que emprenderán su propio vuelo y nosotros solo seremos testigos de su vida.

Hijo:
Suena tan trillado el decir que los hijos son prestados y a la vez el escucharlo nos puede parecer tan lejano en el tiempo, tal como al hablar de la vejez.
Pero ahora que te vas… , y dejas el nido me doy cuenta que el tiempo que estuvimos juntos, hilvanados, siendo uno mismo, eran el paraíso. Y es por ello que quiero detener el tiempo un momento y darme el lujo recordar y sentir cada momento a tu lado como si fuera eterno, darme ese espacio lleno de olores, colores, emociones y un sin fin de historias que ahora serán nuestros tesoros, nuestros recuerdos.

Al iniciar esta nueva aventura de tu vida quiero que te detengas a agradecer y admirar la luz del sol, que esas caminatas por las mañana para llegar a clases sean tus momentos de tranquilidad para ese mundo nuevo que corre a toda velocidad y que parece que nunca se detiene. Aprende a disfrutar lo simple de la vida porque aveces nos olvidamos que la maravilla de la aventura es la jornada y no la meta cumplida. Recuerda que cada momento se vuelve único e irrepetible y que desaparece de nuestras manos como el agua que corre. Eso hijo, quiero que no lo pierdas.

Quiero que recuerdes que cada tropiezo te hará mas fuerte, que cada lágrima te forzará a buscar la felicidad, que cada reto te dará la oportunidad de crecer y mejorar, que la traición te enseñará la importancia de vivir en la verdad, que cada abrazo te reconfortará el alma y que tú serás el capitán del barco. Serás dueño de tu vida, de tus decisiones, de tus emociones y tendrás la dicha de cometer tus propios errores. Errores que te darán lecciones, porque el único error real de la vida es aquel del que decidimos no aprender nada. Hoy te cuento que eso también lo aprendí gracias a ti.

Gracias por la oportunidad que me has dado de ser mamá. Me enseñaste que en la vida todo se puede planear, pero en un segundo todo puede cambiar y salir de control. Cada noche de calentura o cada llanto me enseñó lo diminuto que es mi poder para controlar lo que yo deseo. Cuando crees que tienes todo en las manos y puedes tomar una decisión importante recuerda que nunca lo sabes todo y que siempre hay que ser humilde para aprender. Me enseñaste que no existe mayor placer en la vida que vivir por otros, que estar al pendiente de ti me hacia más empática, más compasiva y más humana. Cada paso, cada caída, cada lágrima… cada momento lo quise vivir por ti, pero no pude, y tuve que aprender que lo podía vivir contigo. 

Recuerdo esas noches donde lo único que necesitabas era un abrazo, un cobijo o un apapacho. Que el haberte cobijado dándote la seguridad que necesitabas, hoy te permite quitarte esa cobija y caminar seguro por la vida.

Cada día ha sido una aventura a tu lado.  Aprendí a arriesgarme junto contigo. Me enseñaste a tener el valor de probar nuevos y desconocidos caminos, por querer comerte el mundo en un bocado. Me enseñaste a reírme a carcajadas de mi misma, de lo complicado que hacemos el mundo los adultos, a ver la vida con simpleza y sencillez, pero también a correr a toda velocidad sin descanso como si no hubiera un mañana.

Gracias por tu mirada de amor inmenso, gracias por tu compasión hacia mis múltiples errores, gracias por enseñarme a ser perseverante y tener que repetir la misma regla una y mil veces, gracias por tu energía inagotable, gracias por cada lágrima que por ti he derramado, gracias por tu valor para ser mi espejo, gracias por ser tan compasivo y empático con tus hermanos, gracias por nunca rendirte y vivir cada día con la intensidad que te define, gracias por permitirme ser tu mamá y enseñarme la verdad de la vida, gracias por tu amor incondicional.

Ahora que te vas… y dejas el nido, camina con la frente en alto recordando todo aquello que te hace único y extraordinario, recuerda que aquí esperaremos para darte ese abrazo que necesites, para reiremos hasta sentir dolor en el estómago. Lleva tatuado en tu alma y en tu mente que nada puede ser tan grave como para borrarte la sonrisa y robarte tu esencia y siempre recuerda que el mundo te espera para seguir siendo testigo de tus aventuras….

A todas aquellas mamás que hoy me leen, solo me queda compartirles mi experiencia de vida en un intento por darles Fe de que no existe trabajo más noble y que nos llene tanto el alma como el de ser madre y que es el mejor trabajo pagado en la vida, cuando vemos y sabemos que esos seres que formamos, están listos para dejar el nido y volar su propio vuelo lleno de sueños.

Mucha suerte a todas y recuerden que lo mejor es la jornada y no solo la meta cumplida, eso es lo que forma los recuerdos y alimenta la aventura.