Inevitablemente el día de San Valentín está a la vuelta de la esquina, con toda su melcocha y artificio mercadotécnico. Con un par de semanas de anticipación hemos visto ya en tiendas y aparadores, así como en spots de televisión y radio, una catarata de mensajes alusivos a la fecha comercial, desde corazones de todos tipos y tamaños, hasta “tronidos de besos”.

Hemos notado también en esta ocasión cierto descenso en la parafernalia consumista para festejar el día, quizá por la crisis económica que prevalece, los escándalos políticos y los pleitos entre nuestros gobernantes; es decir desánimo, desesperanza y angustia social.

En lo personal, creo que desde otro punto de vista tales expresiones aligeran para muchos la carga emocional y no dejan de ser buen motivo o pretexto para refrendar el afecto a los demás, aunque el amor sea algo mucho más profundo, trascendente y perdurable en la condición humana. Pero más allá de los alcances del festejo, éste nos invita a reflexionar en contrapartida sobre el desamor y la violencia de nuestra sociedad y nuestro tiempo.

¿Cómo olvidar los múltiples casos de violencia intrafamiliar? ¿Qué decir del machismo rampante o de los crímenes pasionales? ¿Y así también de las nefastas conductas homofóbicas? En fin cuestiones y sucesos que podríamos citar o formular conformando una larga lista.

Tan breve apunte sobre el “día de la amistad y el amor”, con todos sus tintes de compraventa, resulta un buen pretexto para intentar celebrarlo de otra manera, a partir de ese poderoso impulso humano en términos de nuevos significados.

Así por ejemplo, pienso que debería haber “campañas antimachistas”, mayor y mejor educación en cuanto a tolerancia, diálogo y acuerdos colectivos, así como mensajes masivos y acciones diversas para reducir los índices de violencia e intolerancia. También resolver de una vez por todas los abusos sexuales, la discriminación y el maltrato a mujeres, ya no digamos salvajadas criminales por doquier. Y aún más, en términos filosóficos, que tengamos siempre en las manos un libro maravilloso y aleccionador, que en este caso considero debería ser de lectura obligada: “El arte de amar” de Erich Fromm, entre otros.

Y bueno, nada impide que este día  tratemos de celebrar bien y bonito el amor, como todo los días y en todas las situaciones.