Observar a un niño en la actualidad a veces es como observar a un ser de una civilización avanzada. 

La experiencia cultural ha cambiado drásticamente para el ser humano en siglos recientes, e igualmente ha cambiado el conocimiento y la velocidad de los avances en tecnología e información.   

Durante el establecimiento de las civilizaciones en Mesopotamia, Egipto, y América (Maya, Azteca, Olmeca), sólo unos cuantos tenían acceso a la educación y a materiales que enumeraban los conocimientos, pensamientos y filosofía del período. El conocimiento del universo y de nuestro planeta era limitado y muchas veces erróneo. 

Siglos más tarde, Marie Curie, científica célebre y ganadora del Premio Nobel por sus descubrimientos en radiación, no hubiese hecho tan importantes contribuciones a los avances científicos mundiales de no haber tenido acceso a una educación a escondidas y en ese tiempo ilegal.  

Ahora contamos con comunicación y acceso a información de manera instantánea,  y accesibles para todos, siempre y cuando se cuente con acceso a computadoras.  Lo que aún perdura hasta nuestros tiempos es la desigualdad en el acceso a educación e información para hombres y mujeres.  En algunos países del medio oriente inclusive aún no es permitido que las niñas asistan a las escuelas.

Es dentro de ese marco que nuestros niños, el futuro de nuestro planeta, deben contar con igualdad de recursos educativos, culturales y de desarrollo.  

Es a través de tal acceso que nuestras sociedades y nuestra cultura universal continuarán en ascenso y a la velocidad requerida para lograr nuevos triunfos artísticos, culturales y tecnológicos. 

También debido a la velocidad vertiginosa de nuestras comunicaciones y al acceso instantáneo a información de todo tipo es que nuestras sociedades lograrán igualdad de oportunidad al desarrollarse una cultura que aunque mantenga una leve identidad local se torna cada día en una civilización sin barreras y sin fronteras, en la cual la materia prima es la mente de aquel niño o de aquella niña que posiblemente cambien el curso de las artes, la medicina, la tecnología, o el futuro de nuestro planeta.  

El potencial de cada niño queda claro cuando en años recientes hemos observado muchos niños de entre 6 y 11 años de edad graduarse de universidades, lograr triunfos científicos y artísticos que en el pasado estaban relegados a unos cuantos como Mozart y Sor Juana Inés de la Cruz. 

Entre nuestros niños genios se encuentran Dafne Almazán, quien se convirtiera en la psicóloga más joven del mundo a los trece años de edad y quien ahora cursa una maestría en la Universidad Harvard.  Xótchil Guadalupe Cruz, de escasos 8 años de edad ganó el Premio de Ciencia Nuclear en México por su invento de un calentador de agua para comunidades de bajos recursos, mientras Olga Medrano, también mexicana, ganó la Olimpiada de Matemáticas en Europa y Gustavo García Salazar de 6 años de edad es el nuevo campeón mundial de matemáticas. La Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, cuenta con su alumno más joven, Carlos Santamaría de 9 años de edad, cursando un Diplomado de Bioquímica Molecular para la industria farmacéutica.  Y así continúa una tendencia hacia conocimientos más elevados.

¿Qué podemos nosotros hacer al respecto?  Existen muchas acciones posibles para mejorar la educación y la experiencia cultural de nuestros niños.  Sin embargo el mejor punto de partida es el asegurar que cada niño, incluyendo a aquellos sin hogar, tengan acceso a una educación general de calidad a través de la cual se puedan desarrollar académicamente así como en su papel como futuros ciudadanos. 

Punto clave son los programas de lectura para preescolares y para primaria no tan solo a nivel escuela sino a nivel casa y comunidad, apoyados por padres de familia así como por líderes de la comunidad. 

Debemos igualmente llenarnos de coraje y tomar acción cuando seamos  testigos de injusticias culturales o académicas contra niñas o niños debido a su género o a sus raíces étnicas o raciales.

Jose Rosario

Jose Rosario
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