La Resiliencia es la capacidad que tenemos los seres humanos de reponerse ante las adversidades y salir fortalecidos de situaciones desfavorables.
¿Pero qué pasa cuando la resiliencia no es verdadera? ¿Qué pasa cuando es sólo una sonrisa utilizada como fachada para decir que “estamos bien”, cuando por dentro sabemos que no es así, que algo nos molesta, que no podemos con todo y que quisiéramos desaparecer y salir corriendo?
Pasa que sufrimos de estrés. El estrés es lo que somatiza el cuerpo como consecuencia de la auto exigencia, valiéndose de una falsa resiliencia que la persona muestra al exterior, cuando no ha sido capaz de ir a su interior y sanar sus heridas.
Se necesita ser muy valiente para abrir su corazón y reconocer todo aquello que no está funcionando bien, porque eso implica abrir “la caja de pandora” y surge el miedo a encontrarse con sus propios fantasmas, cosas que se han quedado sin resolver, heridas que se han quedado sin sanar o situaciones que requieren solución.
El dolor emocional se pasa por alto porque el seguro médico no lo cubre y nadie nos ha enseñado a gestionarlo.
Pero el dolor es parte de la vida, es parte de la muerte, porque vida y muerte son parte una de la otra; no se puede renacer si no se muere un poco, no se puede empezar otra etapa, si no se cierra la anterior. Por eso es necesario un poquito de dolor para crecer, para avanzar en la vida, para madurar, para evolucionar.
Lo importante es hacerlo con una intención de sanar para pasar a la siguiente etapa, de esa manera no es necesario instalarse en el sufrimiento para salir de ahí fortalecidos y vivir mejor.
En un interesante estudio de The New York Times, “Los impuestos ocultos de las mujeres” , se habla de la injusticia que viven la mayoría de las mujeres en el mundo laboral cuando se enfrentan al éxito: “Impuestos que no se pagan en dólares, ni centavos, ni son impuestos por el gobierno. Toman forma de molestia y desdicha y son cobrados por sus seres queridos” El autor del artículo Sendhil Mullainathan, profesor de Economía de Harvard, les llama “impuestos”, porque quitan algo de lo que el individuo gana, disminuyendo las alegrías del éxito.
Otra de las causas del estrés en las mujeres es el perfeccionismo, queremos ser las madres perfectas, las mejores esposas, hijas intachables, amigas divertidas y tanta exigencia nos llega a agobiar.
El perfeccionismo es una de las trampas del ego, no existe la perfección, así que es un estándar imposible de alcanzar, por eso es tan estresante.
Para poder gestionar mejor el estrés hay muchas estrategias, hay infinidad de información en internet, en libros y técnicas efectivas para sobrellevar mejor las cargas del día a día, pero lo más importante, es convertirnos en observadoras de nosotras mismas y sobre todo en aprender el cómo gestionamos nuestras emociones. Filtrando la avalancha de información que existe actualmente a nuestro alcance, para adoptar, solamente las medidas que a estén alineadas con nosotras.
Quiero compartir contigo unos sencillos hábitos que te pueden ayudar a vivir el día a día con menos estrés.
1.- Clasifica tus tareas
Divide las tareas en A) las acciones que haces para los demás y B) las acciones que haces por gusto, aquellas que te dan placer o gozo a ti misma. Comienza por observar que tan equilibrada está tu vida en este sentido. ¿Haces muchas más tareas y obligaciones para los demás, que las que haces para ti? ¿O es al revés? ¿Cómo te hace sentir ese “reparto”? ¿Podría haber un mejor equilibrio?
2.- Menos es más
Aunque te sientas tentada a hacer varias cosas a la vez ( porque efectivamente puedes hacerlo), te invito a que organices tu agenda y cada día elige una o dos cosas a la que le des prioridad. Concentra tu atención en hacer una cosa a la vez, estableciendo un tiempo, es decir, un principio y un fin para cada tarea y si te sobra tiempo, realiza alguna otra de las que no eran prioritarias, de esta forma al terminar el día, habrás avanzado en las tareas más importantes. Hay más tiempo que vida y no todo tiene que ser para hoy.
3.- El descanso
El descanso es necesario para hacer un reset de nuestro organismo y todas las funciones de nuestro cuerpo se re-equilibran durante el descanso nocturno.
Está demostrado que cuando no dormimos de 6 a 8 horas diarias, nuestro cuerpo no descansa lo necesario, ni permite restaurar nuestras células, así que es bien importante darle el tiempo suficiente a nuestro cuerpo para que realice las funciones necesarias y que por la mañana podamos estar funcionando al 100%.
4. El ejercicio
Sabemos que si le dedicamos de 30 min a 1 hora diaria a hacer ejercicio, no sólo tendremos más energía, sino que se pueden prevenir enfermedades como diabetes, sobre-peso, osteoporosis, artritis, enfermedades cardiovasculares y hasta el cáncer. Así que mientras evitas el estrés y la depresión, estás cuidando tu salud.
5. Pon atención a tus pensamientos
Según Sharon M. Koenig tenemos sesenta mil pensamientos al día y la mayoría son negativos. Generalmente son pensamientos recurrentes del pasado y reiterativos, por lo cual, nuestros pensamientos son una de las mayores fuentes de estrés.
Tenemos que aprender a controlar y filtrar nuestros pensamientos con técnicas como el Coaching y el PNL, de los que puedes aprender a cuestionarte ese “run-run”, como se le llama en coaching, que son pensamientos recurrentes que te llevan a pensar en forma negativo o catastrófica.
Poner atención en estos puntos, puede llevarte a plantear tu vida de otra forma, recordando que todos estamos en un proceso de aprendizaje continuo y que en la medida en que pongamos atención en las cosas que queremos cambiar, podremos hacerlo.
Elizabeth Esquitín
Life Coach y Master en Recursos humanos y PR y escritora del libro “Yo soy resiliencia”, un libro que explica cómo se pueden superar los obstáculos para lograr ser y hacer lo que deseas.
www.elizabethesquitincoaching.com
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