El Día del Niño ya está cerca. Qué tal que si sacamos a pasear a nuestro niño o niña olvidada, a ese niño o niña que llevamos dentro, a ese niño o niña que a veces llora en silencio pero que también añora salir corriendo para hacer inocentes travesuras y reír a carcajadas.

A veces me detengo a pensar, ¿En qué momento los padres olvidaron a su niño interno? ¿Que día lo guardaron y solo se preocuparon por atender a sus niños de “carne y hueso”? Concentrándose en atender a sus hijos para que no les falte nada, para que acudan a las mejores escuelas, para que tengan las mejores opciones de clases extracurriculares, para que coman comidas balanceadas, para que sean felices, aún cuando yo, como padre, no tengo tiempo “ni de respirar”?

Durante generaciones he trabajando con muchos niños que han pasado por mis manos y siempre llego a la misma pregunta ¿Cuando será el tiempo en que los papás se rían a carcajadas con sus hijos, en que puedan disfrutarlos solo porque es un día más, en el que puedan soltar tanto éxito y oportunidades y solo los vean correr entre los arboles?

Eso quisiera fuera nuestra tarea para este Día del Niño. Unir a nuestros hijos y su infancia, con nuestro propio niño interno que tantas ganas tiene de salir a jugar con ellos. Ese niño interno que toca nuestra alma y la de nuestros hijos, para disfrutar de las cosas más simples de la vida y que alimenta el alma como un motor con miles de caballos de fuerza. 

Como padres nos quejamos continuamente de esta nueva generación de niños que vive conectada a sus aparatos y desconectada de nosotros, tan apartada de un mundo real y totalmente apegada a mundos virtuales. Y, ¿Cómo cambiarlo?, ¿Cómo invertir en ellos que son nuestro futuro? Jugando, así de simple. 

En estudios recientes es alarmante ver como los niños de ahora juegan menos de la mitad del tiempo de manera activa en actividades al aire libre de lo que lo hacíamos nosotros. Nuestros niños están perdiendo la libertad de crear y jugar con amigos imaginarios, con cajas de cartón que se convierten en Ferrari, o de trepar árboles como quien trepa un castillo para rescatar a la princesa (Child in the City. 2018/01/15). Y esto es un fenómeno mundial.

Un estudio reciente realizado por el Instituto de Investigación Infantil de Seattle junto con la Asociación Americana de Pediatría, reporta que el 50% de los niños en edad preescolar juegan al día un promedio de treinta minutos al aire libre. Al igual que niños de entre 10 y 16 años solo permanecen en actividades al aire libre por períodos de 12.6 minutos al día.

Estamos construyendo una generación sedentaria que prefiere estar en un sillón con una tableta, o celular en la mano, o control de un video juego.  El problema de esto no es solo la falta de exposición al aire libre, sino todos los beneficios fisiológicos y mentales que de esto emergen y hoy están obstaculizados. 

El juego al aire libre desarrolla niños más fuertes y sanos emocionalmente, con mayores habilidades sociales, así como niños más seguros de sí mismos. ¿Y qué decir cuando este juego se da con papá o mamá? El desarrollo emocional se ve absolutamente influenciado y estimulado de manera positiva. 

El juego con papá y mamá ayuda a desarrollar un vínculo de seguridad necesario para que posteriormente se pueda dar la separación – individuación sin un costo emocional para el niño, en donde no se adjunten sentimientos de abandono por parte del niño.

Asimismo, al jugar al aire libre y brincar, cantar, o simplemente platicar, estimula el desarrollo viso-espacial de los niños, el desarrollo cognitivo, el desarrollo de lenguaje, el desarrollo de la memoria, mejora los procesos de atención y concentración, así como aumenta los niveles de energía. 

Regresemos al jardín. ¡A jugar se ha dicho! Hagamos divertido de nuevo el juego al aire libre, seamos padres activos que disfrutamos a nuestros hijos desde nuestro niño interior.

Yo sugiero que el tiempo que se utiliza la tecnología en casa sea restringido y controlado por los padres, y que se éstos se involucren en el juego donde los animen y motiven para ejercitarlo, sea o no al aire libre.

Es ahí cuando hablo de nuestro niño interno. Los niños reconocen de manera clara al igual que los adolescentes cuando estamos absolutamente integrados y divertidos con lo que están haciendo. Para los niños y adolescentes no hay tiempo de simulaciones, estás o no estás con ellos. Ellos tienen que saber que papá y mamá se divierten tanto como ellos al jugar. Necesitan saber que nuestro niño interno está conectando con ellos y están logrando crear un mundo lleno de imaginación que recorren juntos.

Detengámonos a pensar un poco qué recuerdos llevamos con nosotros a lo largo de nuestras vidas. Son aquellos de convivencia con personas queridas donde todos estuvimos conectados. Recuerdos que al sacar de nuestra memoria, aún hoy en día, logran que esbocemos una sonrisa. Son aquellas aventuras simples que marcaron nuestras vidas, como aquella guerra de lodo entre primos donde no existió un ganador sino una increíble batida entre risas, lodo y cubetas de agua. 

Es de suma importancia reconsiderar el hecho de que jugar al aire libre, trepar árboles y correr “ciertos riesgos” se gana más de lo que se podría perder en un accidente; tal y como lo menciona el psicólogo Peter Gray especialista en desarrollo infantil: “Nosotros estamos privando a los niños y adolescentes de juegos libres, juegos riesgosos, aparentemente en nuestro intento por protegerlos, y en este intento estamos programando a nuestros niños hacia una fragilidad emocional. Los niños están naturalmente diseñados para enseñarse a sí mismos resiliencia emocional a través del juego riesgoso, formas naturales que inducen las emociones. A largo plazo en sus vidas, los ponemos en peligro mucho más evitando este juego que permitiéndoles” (Gray, P. The Boston Globe.2014/06/19).

Entonces………… ¡Manos a la obra¡ Volvamos a ser niños que juegan con sus hijos, que salen a brincar charcos y ver quién salpica más alto; niños que trepan árboles como si fueran castillos y cuyas ramas simulan espadas, en caso de que aparezca un dragón; niños que son capaces de imaginar las historias mas increíbles. Adolescentes y papás haciendo concursos, bromeando unos con otros, haciendo carreras.

Papás, no se preocupen en llenar la vida de sus hijos, hay que dejar espacios vacíos donde ellos puedan y sean capaces de usar su creatividad, donde puedan experimentar reglas sociales, donde puedan reírse de sí mismos sin miedo a perder la perfección. Espacios vacíos en donde al aburrirse se vean en la necesidad de crear.

Jueguen con sus adolescentes que aún son unos niños y que los necesitan más que nunca, ríanse con ellos y platiquen sus historias y errores de adolescencia (siempre y cuando la historia lo permita, claro esta). Realicen actividades con sus adolescentes y suelten carcajadas (que siempre hace falta). Permítanse equivocarse frente a ellos para que ellos se den permiso como ustedes, de equivocarse. 

Si logramos relajarnos y disfrutar, con limites claros como el respeto y la empatía, entre otros, les estarás dando a tus hijos un tesoro que nadie más que tú les puede regalar.

Les estarás regalando una infancia equilibrada y sana, llena de imaginación y creatividad, llena de recuerdos que los acompañarán por el resto de sus vidas. Y paralelamente, te estarás recuperando y permitiendo no ser un padre o madre perfecta, te darás la oportunidad de ser un padre o madre que se equivoca, que hace lo mejor que puede y que en ese intento ríe, juega y disfruta. 

Seremos entonces unos padres felices y vivos sin miedo a vivir. 

Belén M. Bordes

Neurolingüista

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