“En esta vida no hay toma dos” es una frase que me ha acompañado a lo largo del tiempo. ¿Dónde la escuché? No sabría decirte, pero la realidad es que su impacto fue de tal trascendencia que me parece vale la pena retomarla y traerla a colación.
La riqueza de la existencia humana está formada por momentos, todo lo vivido y aprendido contribuye a formarnos, nos forja y se traduce en un aprendizaje que nos hace crecer. Sean experiencias positivas o negativas, siempre hay una progresión que nos lleva a evolucionar como personas.
Solemos quejarnos de lo que nos rodea, quisiéramos ver en muchas ocasiones realidades diferentes, sin siquiera pensar que lo que hoy somos no es producto ni del destino, ni de la casualidad, es la suma de decisiones que hemos tomado, buenas o malas, pero nuestras y de ello no podemos culpar a los demás… aunque, para ser honestos, nos encantaría porque así nos liberamos de cierta responsabilidad.
Siempre habrá temas que quisiéramos replantear… sin embargo el “hubiera” no existe y eso me lleva a una afirmación: Tenemos que partir de que todo tiene una consecuencia.
Esto implica entonces recapacitar sobre nuestra capacidad para tomar decisiones asertivas. A tener esa claridad de cómo enfrentamos las situaciones y problemas que se nos vienen como avalancha y que nos abruman en infinidad de ocasiones. Es en medio de ese caos que decidimos, a veces bien, a veces de forma agresiva o en otras simplemente haciendo como que no pasa nada e ignorando la situación y pensando que repentinamente pasará. Y muchas veces nos paralizamos, no tomamos acción por el hecho de que otras personas se ven involucradas y creemos que pueden salir afectadas por nuestras decisiones. ¿Sabes? De cualquier forma sucederá, entonces qué mejor que hacer uso de nuestras habilidades en la gestión de los problemas.
Herramientas podemos encontrar muchas, pero la primera a considerar, desde mi punto de vista, es la comunicación. Dicen que hablando se entiende la gente, y si logramos pasar del “yo pensé que…” a “hablemos de lo que sucedió”,seguramente estaremos incrementando las posibilidades de llegar a un entendimiento. Cuando asumimos y pensamos por los demás, seguramente no estamos entendiendo la realidad de los otros, o lo que es más grave, nos estamos creando una realidad ficticia.
Si entrar en relación con los demás resulta complicado, aún más lo es cuando hay conflictos que tenemos que resolver y en los cuales nos hundimos sin saber hacia dónde dirigir nuestros pasos. Es como un torbellino que nos atrapa y no nos permite ver con claridad. Sabes que estás en medio de algo, que lo tienes que resolver, pero algo te pasma y no te deja actuar.
Te comparto algo que a mí me ha funcionado y que trato de aplicar de forma cotidiana: Ante un problema tomo distancia, intento interpretarlo como si fuera una persona ajena y busco ser imparcial. Al adoptar otra postura o punto de vista, se facilita después el poder entender, redescubrir y reencontrar realidades para tomar decisiones y acciones.
No se trata de esconderse, sino de volvernos objetivos, cuando nos desapegamos vemos las cosas desde otra óptica, ganamos perspectiva y se nos facilita decidir porque ya no lo estamos tomando de forma personal, hemos eliminado la subjetividad y nos permite ver las cosas tal cual son. Esto nos garantiza cierta dosis de ecuanimidad que buena falta hace cuando nos enfrentamos ante las disyuntivas de la vida.
Desde luego que no es tarea fácil y que llegar a este punto requiere de una acción deliberada de atención consciente y de una disposición a salirnos de nuestros propios zapatos para usar los de alguien más que, a distancia, puede evaluar nuestra problemática.
Recordemos que hemos sido educados para dimensionar el mundo y la existencia en función de nuestro entorno que, finalmente nos funciona como un marco de referencia y que es en este sentido que nos movemos, actuamos y decidimos cuestiones incluso trascendentales de nuestra existencia. Mi propuesta es justamente salir de esa zona de confort, dejar de tomar decisiones en automático y encontrar nuevas opciones.
El valor del reencuentro como persona
Hace unos días que me reencontré con alguien muy especial y ello me hizo recapacitar sobre el valor de tener esos momentos, de hablar y aclarar hechos y percepciones.
Sin duda alguna, hay momentos que te hacen replantearte tu vida, nos reencontramos con personas y con lugares, pero nos olvidamos de ese encuentro con uno mismo, con ese amor verdadero que nos debemos antes que amar a los demás.
Ya hemos dicho que siempre nos dimensionamos en función de otras personas y que de ellas puede depender en gran medida nuestra percepción del mundo, lo que no hemos dicho es que rara vez entramos en ese proceso de evaluación de forma intrapersonal.
¡Solemos olvidarnos de nosotros mismos! Decía el poeta inglés John Gay que “Sólo nos separamos para reencontrarnos.” Hoy se trata de redescubrirnos para ampliar nuestra visión y contribuir de forma efectiva a tomar mejores decisiones.
Sí… hoy te propongo un reencuentro contigo mismo. ¿Hace cuánto que no tienes esa conversación absolutamente personal en la que analizas, ponderas y valoras tu existencia y lo que te rodea?
¿Cuántas veces pasamos por la vida sin prestar atención a los detalles y pasan desapercibidas grandes realidades frente a nuestros ojos y simplemente no las vemos o pretendemos no verlas?
Seamos honestos, nos preocupa más lo que los demás dicen de nosotros que lo que sentimos, actuamos en consecuencia sin ponderar el resultado final. ¿Recuerdas aquello de que a una acción corresponde una reacción?
Y, como parte de ese encuentro viene entonces un comportamiento asertivo mediante el cual dices lo que piensas y sientes, pero sin agresión de por medio. Lo sé… parece fácil decirlo, más difícil es hacerlo, y ante situaciones de este tipo corremos el riesgo de caer en los extremos… o agredimos o callamos. Si entramos en un círculo de agresión lastimamos a los demás y los ponemos a la defensiva, por el contrario, si nos callamos y hacemos como que no pasa nada, llega un momento es que nos enojamos con nosotros mismos por no tener la valentía de decir las cosas y salimos frustrados, deprimidos o realmente enfurecidos, aunque no lo demostremos.
Esto aplica en todos los aspectos de la vida personal, laboral y familiar siempre somos impactados por la forma en que nos relacionamos con otros seres. Bien decía Carl Jung que “el encuentro de
dos personalidades es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay reacción, ambas cambian” y es que mediante la comunicación y las emociones que experimentamos, entramos en un proceso de influirnos mutuamente.
¿Entonces que hacer para encontrar ese justo medio?
¡Déjate sorprender por la vida! Cambia la perspectiva.
Como con una cámara fotográfica, al cambiar el enfoque o el ángulo con el cual estamos abordando una situación, puede hacer que tome un giro inesperado porque estamos descubriendo quizás aspectos que jamás hubiéramos considerado antes.
Optar por un solo punto de vista siempre nos llevará a las mismas soluciones. ¿Y si hoy intentas entrar en ese proceso de desapego para ese problema que está rondando tu mente, lo ves desde lejos, evalúas la situación y entonces regresas?
Es muy probable que logres redescubrir tu realidad y que en función de ello comiences a tomar mejores determinaciones.
Aprende a comunicarte con la persona más importante: ¡Tú!
Hay quienes afirman que esto es imposible, yo te diría que es absolutamente posible al entablar un diálogo entre nuestro yo consciente y el inconsciente. para optar por los mejores caminos. Simplemente deja fluir las ideas, no las niegues en automático, evalúalas y elige.
Una reflexión para terminar… ¿Lo que hoy vives es destino o casualidad? ¿Son tus propias decisiones? ¡Considéralo!