Los licores han sido un complemento de la alimentación humana, no sólo un remedio para la sed. Más allá de las aficiones alcohólicas, muchos pueblos han mostrado su idiosincrasia a través de la calidad de sus vinos y en su empeño por incrementar su producción y calidad.

La cultura del vino es muy antigua, tanto que en la región de la media luna fértil, donde nació la inagotable contienda entre judíos y árabes, en la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, se encontraron en unas cuevas viejos odres conteniendo un vino antiquísimo.

La pasión europea por los vinos tiene un ejemplo en el pueblo normando, que fue arrojado de sus tierras por francos y godos. Éstos los arrinconaron junto al Mar del Norte, donde no se producían vides, por lo que se dedicaron a investigar otras posibilidades, logrando producir el maravilloso licor calvados, una especie de coñac pero de manzana, que era lo que se producía en esa zona. Con tal solución soportaron el asedio y lograron convertirse en predecesores de una productiva región.

Los pueblos mexicas no fueron la excepción, y aunque jamás conocieron el proceso vitícola, crearon bebidas maravillosas, casi siempre con motivos religiosos y rituales. Al llegar los españoles, y a pesar de que nunca se ha dado la fusión total de las razas, las comidas y bebidas se amalgamaron, produciendo una enorme variedad.

Aunque existen muchas publicaciones especializadas sobre las bebidas mexicanas, he presentado un libro que plantea una nueva visión, porque trata de ofrecer un panorama histórico, además de recoger, en una acuciosa búsqueda, toda la gama de bebidas del país, haciendo, de manera festiva, un aporte de viejos cocteles modificados con nuevas mezclas, tratando siempre de mostrar las bebidas más representativas.

Es tradición que las fiestas y ferias regionales o religiosas de nuestra patria sean muestras explosivas de color. Lo mismo sucede con las bebidas, ya que más allá del severo tono de los tequilas y mezcales –blandos y dorados-, las hay de un verde vibrante, de un azul profundo, amarillas, rosadas. Tal es el caso de los “toritos” o “mosquitos”, que recorren toda la gama cromática o de los pulques curados, que pueden ser de guanábana, de piña, de maracuyá, de zapote, de sandía, de melón o guayaba.

Viajero del universo, con la fiesta de espíritu infinito de aventura, penetra a una fiesta nuestra, de sabores, colores, alegrías. Así podrás entender un poco el carácter del mexicano.