No es casualidad que noviembre sea el penúltimo mes antes de terminar un año, con su celebración a la Muerte no podríamos dejar de ver cómo es que nos invita a darnos cuenta de que a lo largo de nuestra vida vivimos etapas, ciclos se cierran para dar inicio a algo nuevo. En cada una de esas etapas nos hemos enfrentado a cambios, evoluciones, terminaciones, rupturas, duelos. Se vive el miedo, el dolor, el enojo, la frustración y tantas más emociones, pero no es lo que nos pasa, sino lo que decidimos hacer con ello lo que nos hace conocer la resiliencia que tenemos o que podemos llegar a forjar en cada uno de nuestros procesos.
Desde mi propia experiencia, mi estudio y ahora acompañando a Mujeres en sus procesos de relaciones, es muy común ver cuanta resistencia tenemos a soltar una relación y un divorcio, nos volvemos expertos en justificar pues no deseamos enfrentar el miedo, los cambios o lo desconocido. Aprendimos la idea (y es el juicio de la sociedad) que una relación que termina es sinónimo de fracaso, pero lo será si dejamos fuera de nuestra vida los momentos, las experiencias, y si no hacemos una recapitulación para llevar con nosotros la lección.
Tu dolor es proporcional a tus apegos. El apego es la construcción mental que permite crear vínculos, que hace quedarme con alguien o en algo con quien yo creo que me va a dar seguridad, pertenencia, aceptación y confianza, por lo tanto, nos hace sentir a salvo en ese vínculo, pero cuando no lo tenemos al terminar una relación, dejar ir o enfrentar un divorcio, es sinónimo de perdida, de que algo nos ha sido arrebatado, de que nos han robado, nos han despojado, y que decir del transitar con ello por nuestras heridas emocionales de la infancia, como el abandono. Aunque existen varios tipos de apego, esta es la idea principal, cuanto mayor resistencia a soltar, mayor será el dolor para enfrentar en cualquiera de tus procesos. Las personas no nos pertenecen, ni tampoco somos dueños de las situaciones, aparecen ahí por alguna razón, otras nos acompañan en alguna etapa y otras más en largos periodos de nuestra vida, entender esto nos ayudaría mucho en no pretender apegarnos a una relación cuando ha terminado..
La importancia de resignificar. Se tu mejor aliado a la hora de vivir un proceso de separación o divorcio, pues el periodo de tiempo que tardes en sanar, el hilo con el cual se harán las puntadas en tu herida y los sentimientos que resurjan después vienen del significado que tú decides darle a tu historia. Esto no te pasa a ti, no fuiste despojada o abandonada, tu no estás rota, eres una persona cuya relación se rompió y diré algo importante: difícilmente viene una nueva interpretación sin un duelo hecho, sin haber dejado el rol de víctima, sin querer deshacernos del control, sin tener compasión con nosotros mismos primero y antes que con el otro, sin tomar responsabilidad de lo que yo también aporte e hice a la relación. Entonces te invito a reflexionar ¿Qué historia te estas contando? Pues eres solo tu quien escribe la historia con tinta de tu trabajo personal.
¿Que podría ayudarnos a trabajar en los apegos? Es importante que recuerdes que no hay pérdidas, todo en la vida son ciclos, son transiciones y cada cierre de un ciclo nos da la oportunidad de que uno nuevo venga. Y ten claridad en esto: soltar una relación no es deshacerte de “todo” en esa relación, se puede elegir que soltar y que conservar, permitirte dejar ir los malentendidos, las etapas donde no se sentía bien la relación y llevarte los buenos recuerdos, no todos los aspectos son desfavorables en una persona, el ejercicio de la depuración y conservación podrá traerte discernimiento y tranquilidad en este proceso.
No hay transformación sin antes morir. Ciertamente a lo que más tememos es a los cambios, a lo desconocido, pero conocer tus miedos y tus resistencias es tu pase para transitar en las vías de la transformación. Y cuando hablamos de Muerte, pues claro, ninguno aquí desea morirse, al menos no en este instante o al menos no a como nosotros conocemos el “morir”, pero el permitir morirte en este caso, es hablar de realizar la reflexión de tu vida misma, de tu proceso de ruptura, de las heridas que deja, del estado en que te quedas. Esa reflexión nos llevara a entender que mi muerte en esa etapa “es” el camino, solo así llega la invitación a la transformación.
Sera necesaria tu conciencia y tu compasión para dejarte morir, en todas y cada una de esas partes de ti mismo que no te dejan avanzar, en las etapas que sabes que hay que aceptar cambiar para evolucionar. Y te tengo noticias: la vida pasa decidas aprender o no, las experiencias se repetirán una y otra vez, ¿porque la vida querrá empujarte a la siguiente etapa ¿Para qué? ¡Para crecer! Pero hay una pequeña diferencia, las situaciones, las equivocadas decisiones, los errores en las relaciones se repetirán para que, si decides aprender te hagan subir a otro nivel de conciencia, pero si tu elección no es crecer, de igual manera se repetirán una y otra vez hasta que lo decidas, como puedes ver, la vida siempre te dará la oportunidad, pero solo tú tienes el poder de elegir. Hacerte preguntas poderosas te ayudarán a comprender, crecer y por lo tanto, a que haya menos dolor.
Aquí inicias y permites tu transformación, pues cada etapa o aspectos de ti que dejas morir, te dan la oportunidad de algo nuevo, un volver a nacer. El dolor ha quedado atrás y ahora la vida te muestra tus capacidades, has dejado de tener miedo, aquí inicia tu nueva etapa y un “nuevo yo” que con todo el trabajo personal que hayas hecho, te ofrece sus mejores virtudes: Sabiduría, poder personal y madurez emocional.