Acaso has encontrado ese lugar donde puedas habitar en medio de lo inhabitable, ese remanso donde encuentres paz, comfort, esos momentos donde puedas meditar, sin rumbo, sin dirección y sin prisa? Si lo has hecho tengo que felicitarte y si no te invito ha hacerlo.

Creo que actualmente vivimos en una carrera contra el tiempo, donde al parecer las tareas diarias, el trabajo, el cuidado de los hijos, los pendientes, los compromisos, las fechas por vencerse, los ciclos, las festividades, las visitas, las compras, la casa y esa lista interminable de cosas por hacer, nos absorben y sumergen en una esfera de humo donde nos preguntamos ¿Ya terminó el día? y ¿Cuáles son mis pendientes para mañana?

Si a ello le sumamos las situaciones extraordinarias, rutinarias o dolorosas que van marcando nuestras experiencias diarias, aunadas a los caprichosos pensamientos con los que alimentamos nuestra mente cada día y agregamos todas nuestras creencias cimentadas en el inconsciente, descubrimos que día con día cargamos maletas que a veces suelen ser muy pesadas de llevar.

Creo que lo importante y necesario es hacer un alto durante el día, parar, encontrar ese oasis donde podemos descubrir que todo esta bien y principalmente, que nosotros estamos bien.

Esta mañana observe una planta que esta situada en la sala de mi casa, la tengo desde hace muchos años, ha sido mi compañera en momentos en los que mi vida no era envidiable para nadie, pero también en los mejores y mas felices. Sin embargo durante los tiempos difíciles, le preste poca atención y cuidado, creció muy poco y de una forma irregular, con sus ramas torcidas hacia abajo. Después, cuando mi vida mejoró, la coloque en un mejor lugar, cerca de la luz y con mejor riego, donde reposa día y noche.  Hoy me detuve a observarla y por primera vez me asombre de cuán elevada está una de sus ramas, llegando casi hasta el techo de la casa, erguida y sana, sin embargo, las partes torcidas e irregulares se mantienen a su lado, quizás como un recordatorio que después de todo, ella es ambas partes; así como nosotros somos todas nuestras partes; aquellas que nos forman en la sequía y otras que nos favorecen en la abundancia. Y me permitió reconocer que estoicamente, sin ningún aspaviento, ha crecido y ha madurado, pero también ha encontrado un lugar seguro.

Reconocí con ello tres cosas importantes, la primera es que el crecimiento lo obtenemos de todo aquello que experimentamos en la vida y de la manera en que afrontamos cada una de nuestras situaciones, son esas lecciones de vida que bien se aprenden, la segunda es que florecemos mejor cuando encontramos el alimento de aquello que nos enriquece, que nos fortalece, y tercero, que a fin de cuentas todos necesitamos un lugar seguro, un espacio intimo y personal, un remanso de paz.

Nuestras experiencias serán las que tengan que ser y poco podremos hacer al respecto, pero lo que sí podemos hacer, es encontrar aquellas cosas o momentos que nos enriquezcan, que nos abastengan de amor y paz, y que le den sentido a nuestras vidas, pero así mismo, es fundamental encontrar esos momentos o espacios donde podamos parar a descansar, para tomar fuerzas o simplemente para no hacer nada.

Por ello me pregunté y te pregunto ¿Qué te da luz, qué te alimenta, dónde te fortaleces? y sobretodo ¿Dónde esta tu oasis?

Una buena pregunta para hacerse todos los días por la mañana.