Los vinos y licores han sido un complemento maravilloso de la alimentación que no sólo se reduce a brindis y jolgorios. Así, más allá de sus aficiones alcohólicas, muchos pueblos han mostrado su idiosincrasia a través de la calidad de sus bebidas, empeñados a la vez en incrementar la producción y la calidad de los mismos.
La pasión europea, por ejemplo, en el caso de los vinos, se advierte en el pueblo normando, que fue arrojado de sus tierras por los Godos, que les arrinconaron junto al Mar del Norte. Ahí se dedicaron a investigar y con el tiempo nos darían el Calvados, una especie de coñac, pero de manzana.
En México, ocurren por igual este tipo de milagros. Si nos remontamos a los pueblos mexicas, no fueron la excepción, crearon bebidas extraordinarias, casi siempre con motivos religiosos y como parte de sus rituales. Luego vendría el mestizaje con la llegada de los españoles, y a pesar de la tardanza con que se fusionaron las razas, las comidas y bebidas se amalgamaron más rápido y con una enorme variedad.
Con el tiempo, provino entonces una serie de mezclas y cocteles modificados con nuevos ingredientes. Muchos ya tradicionales en las fiestas y ferias regionales o religiosas de nuestra patria. Surgen al igual, explosivos colores que permean también en las bebidas. Así más allá del severo tono de los tequilas y mezcales —blancos y dorados—, poseemos las de un verde vibrante, un azul profundo o amarillas y rosadas. Tal es el caso de los “toritos” o “mosquitos”, que recorren toda la gama cromática.
De las bebidas indigenas se rescatan el pulque y los curados que lo mismo pueden ser de guanábana, piña, maracuyá, zapote, sandía, melón o guayaba. Otros fermentados de origen prehispánico y de uso ritual y profano, encontramos el balché, el tesgüino y otros fermentados del maíz. De las bebidas mestizas, el mezcal. Asi mismo, aparecen los aguardientes y las bebidas criollas como el vino y la cerveza. Y el tequila, considerado como la joya azul.
Bebidas que han traspasado nuestras fronteras y viajan por el mundo con la fiesta del espíritu infinito y la aventura de sus sabores, colores y alegrías, que de paso bien reflejan o nos ayudan a entender el carácter del mexicano.
Existen muchas publicaciones especializadas sobre el tema con una amplia información, como uno de mi autoría: “Bebidas mexicanas”, que plantea una nueva visión desde un panorama histórico, además de recoger en acuciosa búsqueda, toda la gama de bebidas del país: Desde el pulque hasta el sotol.