« La vida no siempre es cuestión de que te hayan tocado buenas cartas, sino de que, a veces, juegues bien una mala mano». – Jack London
Una crisis que no se acaba…
Ya llevamos ocho meses de crisis, y la verdad no se ve con seguridad cuándo terminará. La crisis no se acaba, pero la vida sigue. La pregunta es: ¿qué actitud adoptar? Propongamos algunas ideas para reflexionar.
Para reconstruir
Comentemos, como ejemplo de la crisis, al temblor de 1985 en la Ciudad de México. Como consecuencia del mismo se modificó el reglamento de construcción —para diseñar que las estructuras soportaran sismos similares en magnitud al de aquel año—. ¿Resultados? En el temblor de 2017 (de magnitud equivalente) los edificios que se desplomaron fueron muchísimos menos. Es decir, haciendo un símil, al reconstruir debemos preparar a las empresas para ser mas resistentes (que no más rígidas) más flexibles y adaptables. Así aguantarán mejor futuras crisis.
¿Cuál es el horizonte?
No lo sabemos. Será cuando haya una vacuna segura (que se pueda aplicar masivamente) y también un tratamiento eficaz contra la enfermedad provocada por el virus. Esto, si bien nos va (no es nada seguro) será quizá en el primer (o segundo) trimestre de 2021, y también habría que considerar un muy probable “rebote” como efecto de quitarle restricciones al encierro, o sea que, la única certeza que tenemos es que seguiremos navegando aguas turbulentas.
Y es que a lo mejor la crisis presenta una 2ª fase –habrá rebote—, y la recuperación no será en “V” (rebote rápido), sino en “L” (rebote muy lento). Seguiremos navegando de “muertito” en el fondo, procurando sobrevivir mientras mejora la situación.
Ya hay una nueva realidad: Ya somos diferentes
Aunque no hayamos regresado al “Pre-Covid19” y tampoco hayamos terminado de superarlo, ya estamos en una nueva realidad, ya somos diferentes, ya nos “digitalizamos” a pasos acelerados (y “forzados”), ya hicimos reingeniería de nuestros modos de trabajar y convivir con quienes habitan en nuestro hogar, así como de organizarnos en todo tipo de tareas (desde arreglar asuntos bancarios, hasta comprar la comida, asear la casa o lavar la ropa) somos diferentes –y suponemos que- más eficaces.
Una analogía con la guerra
Winston Churchill asumió el cargo de primer ministro de Inglaterra, en mayo de 1940, acababa de iniciar la segunda guerra mundial. Churchill sabía –y a sí lo manifestó a sus compatriotas— que la situación se iba a poner muy difícil (Alemania ya había invadido Europa Continental y los Estados Unidos aun no habían entrado a la contienda, lo harían en diciembre de 1941). Churchill sabía que enfrentar esta crisis requeriría un enorme sacrificio, conjuntar muchas voluntades y formular e implementar una estrategia ganadora, usando muy eficazmente los escasos recursos que disponía. Todo esto tomaría tiempo, la victoria tardaría.
¿Qué aprendemos? Que las crisis de gran envergadura se enfrentan, sabiendo que costará mucho trabajo, mucho esfuerzo superarlas, pero que a veces la mejor manera de superar un problema es enfrentarlo con todas nuestras capacidades (fuerza, talento y voluntad) pensando proactiva y propositivamente que la victoria tomará tiempo, pero llegará.
Sí, seamos propositivos y muy proactivos, pero no erróneamente optimistas
Así es que, a enfrentar la situación, realista y objetivamente; viendo las cosas como son, no como quisiéramos que fueran. De que sean como queremos, nos ocuparemos al ir implementando nuestra estrategia, al ir construyendo nuestros reformulados modelos de negocio, muy propositivamente, muy (como diría Stephen Covey) proactivamente y, eso sí, con resiliencia y una pizca de optimismo. Recordemos: ya hemos pasado por muchas crisis y las hemos superado.
Mojarra de agua profunda
Mi colega, Gonzalo Díaz, con quien me ha tocado enfrentar varias crisis a lo largo de 35 años de trabajar juntos, afirma que a veces cuando las aguas están muy turbulentas, hay que permanecer en el fondo, tranquilos, esperando el momento adecuado para actuar, utilizando el símil (veracruzano como él) de las “Mojarras de agua profunda” que permanecen sigilosamente en el fondo, para evitar ser afectadas por la turbulencia, pero listas para moverse cuando ya lo ven oportuno.
No podemos dirigir el viento, pero podemos ajustar las velas…