“Comer es un acto de armonía con el universo”
Aludo ahora a los maravillosos antojitos poblanos, que bien podemos afirmar que bien podrían significar que México es también “Lugar de los antojitos”. Y aún más, que Puebla, nuestra Puebla heroica en todos los sentidos, es “Lugar privilegiado de los antojitos mexicanos”.
Pero entendámoslo bien: me refiero a estos evocando un texto alusivo al “Antojo”, del destacado escritor mexicano Salvador Elizondo, que lo definía en los siguientes términos: “Antojo y anteojo son la mima cosa… La acepción que la gastronomía mexicana da esta palabra no podía ser más apta ya que designa a toda esa extensísima gama de confecciones culinarias cuyo atractivo se funda no en su sabor o valor nutritivo, sino en la acción a distancia de su apariencia o su aroma, en la acción invisible del recuerdo…” En otras palabras, yo diría que es mirar antes y sucumbir gloriosamente de antojo justo frente a un antojito, pues primero se come con la vista.
Con esa mirada repaso y disfruto los grandes sabores de México y de Puebla, presididos por lo que bautizo con todo respeto y veneración La Sabrosísima Trinidad Poblana: Chile en Nogada, Moles y Antojitos, aunque en esta ocasión me centre en ese caudal deslumbrante de la Antojería de Puebla, o como me atrevo a calificarlos de: “Antojitos con Ángel”.
En las investigaciones que he realizado, confirmé que además de los moles, tanto del poblano como el de caderas, y los chiles en nogada, hay un deslumbrante abanico de antojitos poblanísimos, por lo que es preciso remitirme igualmente en primer término al maíz, que es una fuente importante de proteínas, fibras y minerales, en tanto sustento esencial y el alimento más económico y consumido en la dieta común del mexicano.
Me encontré entonces, lo mismo con enchiladas, molotes, chalupitas, memelas, “mejoralitos” y más y más y así hasta el infinito. No me olvido de los tacos árabes, aunque aparecieran en tiempo más recientes, e imposible soslayar a las quesadillas, taquitos, tlacoyos y tamales. Claro que hay también antojitos a base de pan, como las emblemáticas camitas, chanclas, pambazos, peleonas y tortas, que engrosan el gran catálogo. Todo un universo de tesoros del sabor, que se acompaña de famosísimas salsas.
Por supuesto, que de la colorada al estilo Cuetzalán, la del chile piquín que es una verdadera delicia, la verde o roja en las chalupitas, las de chipotle, o la salsa macha y los pipianes. Y tuve presente, desde luego, a los mejores molcajetes que son los de Puebla.
Hay que sentirnos entonces muy orgullosos de su cocina y de los antojitos en si, que conforman todo un eje de nuestra identidad cultural.