A través de los siglos la riqueza artística y cultural de los países se ha visto afectada por varios factores como el desgaste natural, la destrucción y el robo de obras de piezas que son patrimonio nacional o mundial.
Las guerras y las invasiones no solamente dejan un impacto social cuando tienen como objetivo vencer o dominar al enemigo, sino también cultural y artístico, como se puede observar con la invasión de los moros a España o de los españoles a México y con ello, la destrucción de joyas arquitectónicas, pinturas, esculturas y piezas de un valor cultural incalculable.
Durante la llegada de los españoles a la bella Tenochtitlán, gran parte de la documentación, la cultura, la religión y el arte, fueron destruidos como resultado de una “limpieza” étnica y religiosa, que se realizó tras la búsqueda de la riqueza de oro y especias, y con la misión del proselitismo de la religión católica.
Piezas de valor incalculable fueron llevadas de México a España, donde aún permanecen. Piezas que hasta el día de hoy, continúan solicitándose para su repatriación, obras y artefactos que se encuentran indebidamente en distintos museos del mundo. Sin embargo, la pérdida más grande, fue la destrucción de documentos que contenían observaciones científicas, poesía, literatura y pinturas.
En situaciones como el caso de la invasión Talibán a ciudades del medio oriente y bajo el supuesto cobijo de la religión, se fraguó la misión de destruir toda imagen que no concordara con sus creencias religiosas, por lo cual, fueron devastadas piezas, estatuas, lugares culturales, documentos y pinturas que eran considerados patrimonio de la humanidad.
Fue en el año 2001 cuando las impresionantes y milenarias estatuas de Buda de Bamiyán, en Afganistán, fueron destruidas con explosivos, en un febril intento de borrar todo vestigio de otras religiones. Las gigantescas estatuas de aproximadamente 165 pies de altura, elevadas 1,500 años atrás, quedaron hechas añicos con explosivos y disparos de artillería y morteros. Igual suerte corrieron la majestuosa y milenaria ciudad de Petra, los vestigios de la Torre de Babel, escrituras cuneiformes y otros tesoros.
Indudablemente, otro de los enemigos más grande que atenta contra las obras artísticas y arquitectónicas a la intemperie, es el desgaste y la erosión, como se puede apreciar en las majestuosas pirámides de Egipto, en el ya caído Gigante de Gibraltar y en los desaparecidos jardines colgantes de Babilonia.
Al conflicto armado, al fanatismo cultural y religioso y al medio ambiente, podemos sumar también la ambición humana, que ha resultado en la desaparición, la destrucción y el robo de obras artísticas y culturales irremplazables. Sería extraodinario recuperar las obras robadas o extraídas, y con la certeza que sus países de origen tienen las facilidades para protegerlas, fueran devueltas.
Al entrar en una nueva realidad después de la amenaza mundial de ésta pandemia, el mundo es diferente y el arte y la identificación cultural fundamental. Cada obra artística mal obtenida es un hijo secuestrado que la patria añora y que se apreciará mejor en un nuevo reencuentro en espera de su regreso a casa.
Jose Rosario González
Ejecutivo de la industria de la música, ex-vicepresidente de Sony Music, cantante, compositor, arreglista y productor.