En mi experiencia como coach intercultural, una anécdota que me ha acompañado durante años es la de Pedro, un ejecutivo mexicano al cual le estaba dando una capacitación para una asignación de expatriado en EE. UU.  Me contó que, durante un viaje de negocios a Detroit, le surgió una situación urgente que requería la aprobación de un colega estadounidense.  Fue a la oficina de su colega Owen y al ver que estaba hablando por teléfono, trato de hacer contacto visual, pero Owen parecía estar absorto en su conversación, así que Pedro entró a su oficina y lo interrumpió.   Obviamente molesto, Owen detuvo su conversación telefónica y miró a Pedro y preguntó: “¿No ves que estoy hablando por teléfono?”  Cuando Pedro trató de explicar la situación urgente, Owen simplemente lo interrumpió y dijo: “Cuando termine, lo veré” e hizo lo impensable.  Le dio la espalda a Pedro.  Mientras Pedro me contaba esta historia, pude escuchar la indignación en su voz al revivir la experiencia, sintiendo la humillación del aparente desdén de Owen.  Me dijo que después de esa experiencia, se aseguró de evitar a Owen a toda costa.

A pesar de que para Pedro este conflicto se sentía muy personal, me percaté que mi tarea como coach era guiarlo a través de los elementos culturales de la experiencia para que pudiera ver lo que no había visto anteriormente.  Una de las dimensiones que se miden en muchas herramientas interculturales es si una cultura está más orientada a las relaciones o a la tarea, como destacan Fons Trompenaars y Charles Hampden-Turner en Riding the Waves of Culture.

Como Pedro pudo confirmar en su Evaluación Cultural, él estaba orientado a las relaciones, por lo que su expectativa era que Owen mostrara solidaridad y le diera prioridad a su presencia.  En México se valoran mucho las relaciones, por eso es tan importante el protocolo de saludo, así como otras muestras de cortesía. Cuando las personas en un grupo hablan entre sí, se tiene mucho cuidado de evitar darle la espalda a los demás, para mostrar respeto e inclusión y proteger la dignidad de todos.

En Estados Unidos, sin embargo, la gente tiende a estar más orientada a las tareas, como probablemente fue el caso de Owen, y eso suele implicar hacer las cosas de forma secuencial, priorizando el orden de las tareas y personas a las cuales se atiende.  El tiempo y el espacio se valoran y se protegen como parte del patrimonio personal, y las interrupciones se consideran groseras e imponentes.  

Owen probablemente sintió que el abordaje de Pedro fue agresivo y adoptó una actitud defensiva para bloquear la interacción desagradable con Pedro.  Era, le expliqué a Pedro, como si le hubiera metido la mano en el bolsillo a Owen, hubiera sacado su cartera y hubiera tomado su dinero sin su consentimiento. Probablemente se sintió agredido. 

La perspectiva de Pedro cambió de repente.  Había visto la situación desde su propio filtro cultural y no se había detenido a considerar cómo la narrativa podría ser un poco diferente desde el punto de vista de Owen.  Este tipo de intercambio es un ejemplo de por qué es tan importante evitar sacar conclusiones precipitadas en nuestras interacciones.  Esto es esencial en el desarrollo de la inteligencia interpersonal.

Cuando nos encontramos en medio de una desconexión cultural, puede resultar en una sensación de frustración y de indignación.  Pero si reconocemos que los comportamientos se derivan de diferentes valores culturales en lugar de la grosería intencional, esa perspectiva es el primer paso para cerrar la brecha.  Algunas estrategias que nos pueden ayudar son:

  1. Cultivar la conciencia cultural:  Empieza por educarte sobre las normas culturales y los valores de las personas con las que interactúas habitualmente.  Ya sea que se trate de tus colegas, clientes o incluso proveedores de servicios de otras regiones, el comprender su trasfondo cultural puede evitar malentendidos antes de que surjan.  

Un gerente de proyecto abría un mapa mientras hablaba con sus colegas en la India y preguntaba dónde estaban ubicados para poder visualizarlos mejor en su mente. También compartiría un pequeño dato sobre su ubicación.  Cada interacción era una oportunidad para ampliar su conocimiento cultural y conectarse con sus colegas a un nivel más profundo.  

  • Pregunta, no asumas:  El mostrar curiosidad natural cuando se trata de nuevas culturas puede ayudar a establecer la comprensión mutua.  Por ejemplo, si los colegas están celebrando una fiesta nacional, el preguntar sobre el origen de la festividad muestra que estás ansioso por aprender.  Siempre es halagador cuando alguien muestra una curiosidad natural hacia nosotros, y es agradable compartir.

Al trabajar con nuevos equipos interculturales, puedes ignorar el elemento cultural, pero tarde o temprano deberás enfrentarlo.  Recomiendo reconocerlo desde el principio para disminuir la fase de conflicto del desarrollo del equipo.  Si estás liderando un nuevo equipo intercultural, puede ser una gran idea comenzar con una actividad de teambuilding en la que los miembros del equipo compartan un poco sobre sí mismos y sus culturas, y cómo prefieren trabajar.  

  • Expresa tu intención y asume una intención positiva en los demás:  Es fácil asumir.  Es por eso que el dar un poco de contexto puede ser de gran ayuda cuando empieces a trabajar con un equipo multicultural.  Hazle saber a tu nuevo equipo que tienes buenas intenciones y que quieres tener una buena relación de trabajo.  Además, ponte en el lugar de la otra persona.  La mayoría de la gente no va por ahí queriendo ofender intencionalmente a las personas.   Este cambio de perspectiva puede suavizar tu respuesta y crear una interacción más positiva y promover un sentido de buena voluntad.

Con demasiada frecuencia en los EE. UU., escuchamos sobre personas que se ven atrapadas en ofensas percibidas porque alguien usó un término obsoleto o hizo un comentario u observación que parecía ignorante.  Yo he sido receptora de comentarios ignorantes tanto en este país como en el extranjero, pero en lugar de enojarme, aprovecho el momento como una oportunidad de enseñanza.  Ninguno de nosotros es experto en todas las prácticas culturales, por lo que nos correspondería mostrar la misma paciencia a los demás como esperaríamos recibir si cometiéramos un error.

Por ejemplo, cuando la gente me dice “¿Tus padres son cubanos?  No pareces cubana”.  Aprovecho la oportunidad para educar, en lugar de regañar a la persona por una “microagresión” percibida.  A veces comparto el hecho de que Cuba tiene una población étnica rica y diversa, que fue una de las últimas colonias españolas y tuvo una gran y constante afluencia española.    

Recuerdo que me sorprendí cuando una colega que parecía india me dijo que era de Trinidad y Tobago.  Cuando le pregunté sobre eso, amablemente me explicó que había habido una gran diáspora del norte de la India que se estableció en el Caribe en el siglo XIX.   Me alegro de que no se haya ofendido por mi ignorancia.  A mi modo de ver, siempre hay una oportunidad de actuar como embajador y otorgar el don del conocimiento.  

  • Guerra avisada no mata soldado: Aprendí esto de la manera más difícil.  Cuando vivía en México, tenía un jardinero.  Le pedí que podara los árboles y cortara el césped.  Cuando dejó que los arbustos y los árboles se hicieran demasiado grandes, en mi frustración y en un intento de darle retroalimentación, le dije algo así como: “Jaime, cortar el césped es algo que puedo hacer yo misma. Necesito que podes los árboles”.  Después de eso, nunca regresó.  

Me di cuenta de que mi estilo de retroalimentación había sido demasiado directo.  Le dije al siguiente jardinero que yo era cubana-americana y que sabía que podía sonar muy directa, pero que por favor no se lo tomara como algo personal y me dijera si algo parecía estar mal.   Aunque teníamos nuestras diferencias de opinión, pudimos comunicarnos sin que él se diera por vencido como el primero.

Anima a los demás a compartir cuando se sientan incómodos o incomprendidos.  Crear un espacio donde los comentarios sean bienvenidos ayuda a todos a navegar por las diferencias culturales de manera más efectiva. 

  • Reflexiona y adapta:  Después de una desconexión cultural, tómate un tiempo para reflexionar sobre lo que sucedió.  Pregúntate qué podrías hacer de manera diferente la próxima vez.  Esta autoconciencia no solo te ayuda a crecer, sino que también mejora las interacciones futuras.

La capacidad de recuperarse de una desconexión es un elemento clave en la Inteligencia Emocional, un componente clave para dominar la Inteligencia Cultural, que a su vez es parte de la Inteligencia Interpersonal más amplia.

Recuerdo una ocasión en la que me pidieron que diera una conferencia virtual a mujeres en una empresa mexicana.  En un momento dado, reuní arquetipos femeninos típicos e incluí uno para las mujeres que tienden a ser fuertes en sus estilos y lo etiqueté como “la perra”.   Hoy en día la palabra no es tabú en Estados Unidos, y había visto referencias a este arquetipo en varias charlas TEDX, pero pareció duro y vulgar en mi presentación en español para el grupo mexicano.  

Después de la sesión, recibí comentarios negativos sobre ese punto en particular e inicialmente me sentí desanimada al darme cuenta de que había calculado mal la reacción de mi audiencia, pero reflexioné y aprendí.  Aunque había vivido en México durante veinte años, todavía había cosas que no sabía.  Me disculpé con una de las partes interesadas, admitiendo que había hecho suposiciones y les agradecí sus comentarios.  En lugar rendirme y evitar otra situación como esa, agradecí la oportunidad de aprender otra cosa nueva sobre una cultura que creía conocer tan bien. 

Las diferencias culturales aparecerán inevitablemente en nuestras interacciones en nuestro mundo cambiante, pero al final, navegarlas se trata menos de dominar cada matiz y más de mantener la curiosidad, la apertura y la voluntad de ajustar nuestro enfoque.  Después de todo, el verdadero desafío no está en las diferencias en sí mismas, sino en cómo elegimos responder a ellas.  Al abordar cada interacción con humildad y un deseo genuino de conectarnos, no solo cerramos las brechas culturales, sino que también enriquecemos nuestra propia experiencia del mundo.