Ahora que están a punto de entregarse los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, también conocidos como los Oscares y que tenemos encima toda la publicidad, el marketing y la parafernalia que rodea a este evento que es visto por millones de personas alrededor del mundo, es un buen momento para hablar de estos premios, pero en un sentido más crítico y menos banal, que es a lo que nos tienen acostumbrados los medios.

Para empezar y contra lo que muchos piensan, NO es el único premio de cinematrografía importante en el mundo, existen los BAFTAs, que son los premios de la Academia Británica de Cine, están los premios de diversos festivales y en especial el Festival de Cannes, en Francia con su Palma de Oro, el Festival de Berlín, los Globos de Oro, que también se dan en los Estados Unidos y podríamos continuar una larga lista, pero con esto nos queda claro el concepto.

Lo que si se puede decir sin duda alguna es que son los premios más comercializados y los que conllevan un beneficio económico indirecto ha los galardonados, dado que representan a la industria cinematográfica más grande y poderosa del mundo, y por lo tanto, ganarlo supone una gran exposición mediática y múltiples ofertas a los ganadores

Pero lo que sí es claro es que continuamente se dan estos premios a las películas, directores, actores, fotógrafos y una larga lista de categorías bajo criterios que no son claros, y en ocasiones bajo circunstancias confusas.

Y por cada Oscar que es otorgado a Steven Spielberg, -y no estoy cuestionando su gran talento-, no le es otorgado el premio a otros grandes recientes talentos de la industria como por ejemplo, Quentin Tarantino, sin mencionar a algunos otros grandes extranjeros (para los americanos, claro), como Lars von Triers o François Truffaut, por mencionar algunos.

En la larga historia de estos premios han habido grandes decepciones e injusticias, el primero que me viene a la mente es el de la tristemente famosa entrega de los Oscares en 1942, que premiaba  a las películas del  ´41, en donde se entregó la famosa estatuilla como mejor película a : How green was my valley ( Que verde era mi valle,1941 ) y también se le otorgó el Oscar a John Ford como mejor director, hasta ahí todo iba bien, dado que fue uno de los grandes directores norteamericanos, el problema fue que la otra película nominada era ni más ni menos, que Citizen Kane (Ciudadano Kane, 1941), dirigida por Orson Welles y considerada durante mucho tiempo como la mejor película norteamericana de todos los tiempos por el American Film Institute, una completa aberración que tuvo que ver con una campaña orquestada contra la película, por el magnate de los medios Hearst, retratado en la película y que influyó en la Academia. El tiempo ha demostrado cuán equivocados estaban. Como anécdota, el filme sólo ganó un Oscar al mejor guión y lo compartieron Welles y Mankiewitz, éste último un viejo amigo de la Academia.

El siguiente ejemplo notable se dio en 1973 cuando la famosa Academia ignoró a uno de sus más grandes cineastas, Stanley Kubrick y una de sus películas más aclamadas: A Clockwork Orange (Naranja Mecánica,1972), muy polémica pero exitosa en su momento que se convirtió en una película de culto; tenía cinco nominaciones al Oscar, incluido Mejor Director y Mejor Película y no ganó ninguno, por lo que Kubrick nunca obtuvo una estatuilla.

En 1994 un film y un director rompieron esquemas en el cine, la pelicula Pulp Fiction ( Tiempos violentos, 1994) y el director Quentin Tarantino ganaron la Palma de Oro en Cannes, múltiples premios internacionales y hoy se le considera una película de culto y representante del cine posmoderno, obtuvo siete nominaciones al Oscar, entre ellos Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guion original y sólo ganó el de mejor guion, que es la forma habitual de Hollywood de reconocer a una gran obra cinematográfica, pero no del todo, y sin admitir lo que no les parece del todo convencional.

En esa misma década de los noventa, el director británico Danny Boyle, realizó la película que lo lanzaría al estrellato: Trainspotting (La vida en el abismo,1996), un relato inteligente y crudo del mundo de las drogas entre los jóvenes escoceses, también se convirtió rápidamente en un filme de culto con aclamadas críticas y fue rankeada entre las diez películas más importantes de la historia del cine británico, por el British Film Institute (BFI), la Academia norteamericana sólo la nominó,-de nuevo-, para el mejor guion de John Hodge, el cual no lo obtuvo y prácticamente fue ignorada. Por cierto y como dato curioso, años después, en la ceremonia de 2009, le darían el Oscar como Mejor Director y Mejor Película a Boyle por Slumdog Milliionaire (Quisiera ser millonario, 2008) una obra con una connotación menor.

Por último, estos son algunos directores de cine icónicos y legendarios que nunca ganaron el Oscar como Mejor Director -y aquí no cuentan los Oscares honoríficos-. Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Ingmar Bergman, Federico Fellini, Jean Luc Godard (quien ni siquiera acudió a recibir su Oscar honorario), Luis Buñuel, David Lynch, Akira Kurosawa y podríamos seguir y seguir, pero se nos acaba el espacio para esta lista que bien podría llamarse de vergüenza.

Sin embargo, esto no quiere decir que no haya grandes películas y grandes directores que han ganado un Oscar por su gran talento a lo largo de la historia, sólo enfatizamos la importancia de ser críticos y objetivos al ver la ceremonia de los Premios de la Academia, como lo que es, una entrega muy importante y comercial, pero no la única, ni la más cercana a las aspiraciones y el reconocimiento del llamado séptimo arte.

Nos leemos en la próxima.