Se abrió ya el mundial de futbol en Qatar y aunque representa un regocijo para muchos, para otras tantas de nosotras ní soslayamos lo que en esta ocasión hay detrás.
Bien sabemos de las adversidades sociales, políticas, económicas, educativas y culturales que oprimen a las mujeres que ahi nacen viven, y no solo me refiere a es país sino a la región del Oriente en general.
La lista de agravios es abundante y oprobiosa Tan solo por el hecho de ser mujeres, están obligadas a ir cubiertas de la cabeza a los pies, tener tutorías, estar sometidas a un paternalismo degradante, y hasta ser asesinadas por desobedecer incluso por nimiedades que contravienen sus demenciales protocolos, como no acomodarse bien el velo y dejar que se vea el rostro propio.
También, se ha cuestionada en Qatar la muerte de miles de trabajadores de la construcción, la explotación laboral y las pésimas condiciones en general para los migrantes que trabajaron en la infraestructura deportiva con tal de darle lustre, o diríamos relumbrón a este encuentro global.
Por igual, las prohibiciones se extienden a los visitantes que estarán impedidos para tomarse una cerveza o recomendaciones amenazantes sobre cómo deberán ir vestidas las mujeres que asisten en condición de turistas.
Frente a tales desmesuras la FIFA debió haber valorado tanta improcedencia y esas posiciones autoritarias o de fanatismos religiosos, pues si bien es positivo que no solo en Occidente se celebren eventos de tal magnitud, debió entonces optar por un país del Oriente donde imperen las libertades y la equidad de género o al menos se están gestando cambios profundos y favorables a las mujeres.
Por lo que toca a la inauguración debo decir que a pesar de que incorporó un buen espectáculo musical, no fue tan impactante y en todo caso hubiera sido preferible ajustarse a la sobriedad de la ceremonia de inauguración, como tradicionalmente se ha realizado en otros campeonatos, además del fallido juego inaugural por la derrota del equipo local. Y a pesar de que en el acto inaugural se hablo de tolerancia y respeto, quedó como un lema vació frente a la realidad que impera en esos territorios. Quedará eso si, la emoción del juego y la fraternidad entre las naciones a través del deporte.
Aún así, mas allá de los inmensos recursos de que disponen en ese país y la elevada inversión que representó la construcción de avanzados y deslumbrantes siete estadios e infraestructura vial y turística, el panorama se enturbia y desmerece ante la precariedad de los derechos humanos, especialmente su negación cuando se trata de la mujer.