Hay ocasiones en las que nos comprometemos a tantas cosas que de pronto la vida no nos da y quisiéramos días de más horas para cumplir con todas ellas. Otras tantas resulta que no es decisión personal sino de la empresa para la cual trabajamos que nos lleva por ese camino. Como quiera que sea, la realidad es que esto nos genera estrés y angustia a niveles tan altos, que corremos el riesgo de colapsar y llegar al burnout, del cual se habla todos los días.
De acuerdo con información de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las personas económicamente activas pasan aproximadamente una tercera parte de su tiempo en el lugar de trabajo. Las condiciones de empleo y de trabajo tienen efectos considerables sobre la equidad en materia de salud. Esto es lo que nos hace poner un importante foco de atención en el tema.
Burnout va más allá de sentirte cansado, es un término inglés que se refiere a ese momento en que te saturas y ya no puedes más… es el momento en el que se requiere de hacer una pausa. Tal cual, parar, porque de no hacerlo, puedes llegar a paralizarte y entonces entrar en alto total. Existen estudios que muestran que 96% de los milennials expresan haber llegado en alguna ocasión a este punto y es casi seguro que la mayoría hemos experimentado episodios que caen en la sintomatología de este síndrome.
Hay que aprender a diferenciar el cansancio normal que se compensa con los momentos de descanso y de esparcimiento, con el burnout que se caracteriza por un cansancio y frustración tan extremos que en ocasiones sólo se cura dejando atrás la fuente que lo origina. Entonces ¿qué es exactamente el síndrome de burnout? Un estado de agotamiento físico, mental e incluso emocional que se relaciona con el trabajo, sin embargo, algunas veces puede ser provocado en otros ámbitos en los que nos desenvolvemos.
Tan grave es y tanto ha crecido, que desde 2019 la OMS lo reconoce como una enfermedad que se traduce no sólo en estrés y baja autoestima, sino que impacta en síntomas somáticos perfectamente claros como agotamiento, dolor de cabeza, insomnio y taquicardia. También nuestra psique se ve afectada y se hacen presentes entonces sentimientos de fracaso, impotencia y baja autoestima que nos generan un estado de nerviosismo permanente, dificultad para la concentración e incluso comportamientos cínicos y agresivos que no podemos explicar.
Son muchos los factores que lo pueden desencadenar, pero desde luego que es un fenómeno que se ha visto propiciado por la tecnología misma, el cual nos impide desconectarnos particularmente del trabajo y que ha llevado a eliminar las fronteras entre lo laboral y personal.
¡Quien haya vivido aquellos tiempos en los que salías de la oficina, terminaba tu jornada y te desconectabas por completo, debe sentirse muy afortunado!
Hoy las cosas han cambiado y cualquier día, a cualquier hora se le puede ocurrir algo a tu jefe y colaboradores, con la gran diferencia que con la facilidad de un dispositivo móvil se hace posible la comunicación inmediata sin importar si es fin de semana o excede los horarios de trabajo. Aun si estamos de vacaciones no logramos escapar del todo porque siempre estamos esperando al menos un mensaje. ¿Te suena familiar? Me parece que es algo que todos hemos hecho y todos lo hemos sufrido en algún momento, sin embargo, esa falta de desconexión en muchas ocasiones nos lleva incluso a renunciar, porque no damos más.
Si en este punto te estás preguntando si la pandemia potenció este fenómeno que se venía gestando, la respuesta es sí, se perdieron barreras entre ese instinto de supervivencia de las empresas ante el home office, la necesidad de ocupar el tiempo libre y esa demanda de que si estás en casa tienes que atender sin importar la hora.
¿Por qué llegamos a este punto?
Puede ser propiciado por una empresa u organización que busca crecer o mantenerse a costa de la salud mental de sus empleados y que tiene como objetivo presionar de forma constante (Créeme, las hay)… Quizás por la presión social que nos lleva hoy a ser tan eficientes que nos dejamos sobrepasar por el afán de reconocimiento de los demás o quizás porque hoy en el mundo se sobrevalora el término multitask que nos obliga a desarrollar varias acciones a la vez, mientras nos compramos la historia de que podemos con todo. De entrada, nuestro cerebro sí es muy ágil, pero no es totalmente multitareas, inevitablemente pierde fracciones de segundo al moverse de una tarea a otra, eso se traduce en pérdida de tiempo que, si lo concientizáramos y nos enfocáramos en una sola cosa a la vez, haría rendir mucho más nuestro tiempo y contribuiría a minimizar los riesgos de caer en este estado de cansancio extremo.
Hay un dato que alguna vez leí en el libro de Jeff Sutherland “SCRUM:The art to of doing twice the work in half the time” que me parece avasallador respecto a la distracción que ser multitareas puede provocar en nosotros. Yo te pregunto: ¿Cuántos proyectos manejas diariamente? ¿Trabajas de uno en uno o tratas de hacer todos a la vez? Vale la pena reflexionar en la siguiente tabla.
El contraste: Slow Movement vs Wellness
La otra cara de la moneda es el llamado Movimiento Lento o Slow Movement, del cual cada vez escuchamos más y que consiste justamente en no ser víctimas del tiempo, sino de utilizarlo de forma balanceada en pro del bienestar de las personas. Un equilibrio que forjamos de forma deliberada para tener tiempo para el trabajo, pero también ese espacio de ocio que nos permite socializar y disfrutar de otras actividades de la vida, mucho más allá del espacio laboral.
Slow, lento… una palabra que nos lleva a la pausa y a la reflexión, a ver a nuestro alrededor y hacer conciencia de la existencia. Y es así como surgen hoy términos como Slow Food en contraposición con la comida rápida a la que nos hemos acostumbrado y Slow Fashion vs. moda, en la cual buscamos no cambiar de ropa según la temporada nos lo marque, sino más bien darle un uso consciente en pro de la sostenibilidad del planeta y en que nuestra huella de carbono sea de menor impacto.
También comenzamos a escuchar el término Wellness o Bienestar, de forma cotidiana, término acuñado por cierto en los años 50 por el Dr. Halbert L. Dunn, y que hoy entra con fuerza a nuestras vidas. Este se traduce a lograr el equilibrio y bienestar de la persona en todas sus dimensiones: Emocional, espiritual, física, intelectual, social, ocupacional, ambiental y financiera. ¡Sí, todos los aspectos son importantes, el gran reto es encontrar un balance!
¿Cómo lo logramos? Tomando decisiones pequeñas todos los días que nos lleven a nuestro bienestar. No importa por cuál de las dimensiones comiences, lo importante es dar el primer paso y comenzar a “ordenar la vida”, ya que es bien sabido que si hay desbalance en alguna de las dimensiones se produce un efecto llamado “Bola de nieve” y en automático perdemos el control, con altísimas posibilidades de que desencadene en burnout.
No se trata de cambiar todo al mismo momento, eso te crearía más estrés, es un proceso paso a paso y con cada uno de ellos podemos generar círculos virtuosos. Nunca te olvides de que lo que hacemos diario es lo que somos.
¿Qué hacer para lograr el equilibrio?
Seguramente tú encontrarás tu propia fórmula, yo te comparto algunas ideas que procuro aplicar personalmente:
- Respeta los horarios y ten tiempo para ti, recuerda que en la medida en que puedas despejarte y balancear tu vida (y la de tus colaboradores) serás mucho más productivo y feliz. Empieza por preguntarte si lo qué estás haciendo te genera esa felicidad… o si lo estás haciendo por otras razones.
- Sostén una buena conversación con alguien a quien quieras o que te resulte interesante.
- Recupera tus hobbies. ¿Hace cuánto que no bailas, caminas o lees un buen libro?
- ¡Desconéctate del reloj por momentos y deja de consultarlo frecuentemente (eso incluye la hora de tu teléfono móvil)! Hazlo especialmente los fines de semana o durante periodos vacacionales.
- Encuentra días para levantarte de la cama a la hora que tu cuerpo decida. Olvídate del despertador de vez en vez.
- Este próximo fin de semana prepara la comida que más te gusta, usa ingredientes frescos, olvídate de productos procesados o congelados y disfruta el proceso.
- Reduce los estímulos a tu alrededor, apaga la radio o la televisión y date tiempo para un encuentro contigo mismo.
¡Disfruta a las personas que te rodean y date cuenta de que el trabajo es una parte muy importante de nuestra vida, pero no lo es todo! En la medida que lo logres, no sólo vas a encontrar interesante todo tu entorno, te vas a dar cuenta de que comienzas a disfrutar también tu ambiente laboral, con lo cual tendrás menos burnout y más bienestar.
¿Aceptas el reto?