En este mes que celebramos el Día Internacional de la Mujer estoy segura que circulará mucha información encaminada a la condición y problemática que aquejan a la mujer en todas las areas. Temas que seguramente serán enriquecedores y los cuales serán necesarios conocer, analizar, participar y compartir. Sin pretender tener un expertise sobre estos temas, sí me permito por mi condición de género y vivencias personales profundizar sobre las mujeres inmigrantes.
Datos arrojados por las Naciones Unidas señalan que el número de mujeres inmigrantes alcanzan más de 100 millones, en las que se incluyen aquellas que intentan escapar de la pobreza, las que lo hacen por mejorar su calidad de vida o en busca de mejores oportunidades de desarrollo profesional, las que huyen por desastres o conflictos bélicos en sus países y las que lo hacen por injusticia social o miedo a perder la vida. Lo cierto es que todas, alejadas de un entorno social y familiar conocido, nos encontramos más vulnerables a situaciones de violencia, injusticia, abuso laboral o extorsión, por la condición de ser mujer, de ser extranjera y, en su caso, de se migrantes irregular, y que ello, sumado al miedo, la ignorancia y la inestabilidad, forma en muchos casos, una gran desventaja para la protección de nuestros derechos.
Me ha tocado en este camino como inmigrante, conocer historias que podrían paralizar a cualquiera, mujeres que cruzaron la frontera sufriendo abusos físicos y emocionales; otras que fueron sometidas por sus esposos a trabajos domésticos por carecer de documentos y bajo la amenaza de deportación aún temen perder la custodia de sus hijos; mujeres que sin contar con el apoyo familiar sufren de violencia doméstica; otras que son remuneradas injustamente o se encuentran limitadas para ejercer su profesión por su estatus migratorio, o que por la falta de conocimiento del idioma ejercen actividades poco favorables.
Sin embargo y frente a todo esto, también he podido comprobar la fortaleza que sobrepasa a las mujeres para salir adelante ante cualquier situación y la hermandad que se presenta ante la adversidad, cuya sororidad rebasa en muchos casos, cualquier relación sanguínea.
Enaltezco hoy a la mujer inmigrante que por voluntad o por necesidad, tuvimos que adentrarnos en un entorno distante y diferente, buscando caminos y oportunidades para salir adelante, y a cuyo paso encontramos la fuerza para descubrir de lo que somos capaces.
Así mismo insto a que seamos copartícipes de apoyar, fomentar y fortalecer aquellos organismos e instituciones que brinden ofrecer protección física, emocional y legal a las mujeres contra el abuso, la discriminación y la xenofobia que sufren muchas mujeres fuera y dentro de sus países.