La frase “Así soy, así nací y así me moriré” es absolutamente obsoleta y hoy esta fuera de lugar. Ya no podemos seguir creyendo que no podemos cambiar, pensando que como somos, seremos y así moriremos.
Por décadas habíamos pensado que casi todo estaba escrito. Creíamos que solo se podía estimular el cerebro hasta los doce años, perdiendo toda esperanza de cambio después de esa edad. Hoy, esto ha sido desmentido por la neurociencia, que tras años de estudio nos demuestra que sin importar la edad, siempre hay oportunidades de cambio.
Los Neurocientíficos han dejado claro que no existe limite para que nuestro cerebro continúe desarrollándose, demostrando que el cerebro es un órgano plástico que puede ser moldeado y modificado tanto en su estructura como en sus cambios eléctricos, obedeciendo a estímulos externos. Y se preguntarán ¿Por qué es esto es tan relevante? Pues porque representa una gran oportunidad para terapeutas y pacientes en temas de rehabilitación e incluso para el continuo y progresivo desarrollo humano. Ya no existen ventanas de oportunidad que queden cerradas y limitadas por la edad para la mejoría de cualquier persona o del paciente en rehabilitación.
Por tanto, podemos afirmar que todo ser humano puede continuar un proceso evolutivo, donde si se lo propone, tiene la posibilidad día con día de desarrollar nuevas y más eficientes conexiones neuronales, es decir, gracias a la Neuroplasticidad todo paciente se puede mejorar y ser rehabilitado, si se realizan intervenciones oportunas y efectivas con dirección a la creación de potenciar nuevas redes neuronales que permitan la adquisición de ciertas habilidades no dadas, o afectadas por razones congénitas de desarrollo. Esto abre la puerta a la esperanza que en ocasiones se encontraba cerrada por familias o personas que habían asumido que su diagnóstico o su forma de actuar, era su destino. Hoy podemos afirmar, que es todo lo contrario.
Si decidimos tomar el control de las reacciones que tenemos ante nuestras experiencias para mejorar y vivir con la paz mental necesaria para disfrutar de nuestras vidas, lo podemos hacer. Tal y como en un proceso terapéutico debemos ser constantes y disciplinados, teniendo conductas intencionadas para lograr el cambio, debemos reaprender a través de la tenacidad y la perseverancia para lograr así recablear nuestro cerebro.
Analicemos todo un poco desde la neurociencia que nos permite entender cómo esto se ha vuelto una nueva realidad. La Plasticidad Cerebral o Neuroplasticidad se refiere a la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso para restructurarse bajo un proceso de adaptación al estímulo y al entorno, es decir, con base en la Neuroplasticidad, las neuronas se pueden ir regenerando, tanto en su anatomía como en su funcionamiento, para formar nuevas conexiones neuronales que permitan al cerebro funcionar adecuadamente con el medio. Dicho de una manera muy simple y teniendo presente que la electricidad es el lenguaje universal de nuestro Sistema Nervioso, podemos explicar la plasticidad cerebral cuando al presentarse un estimulo externo se provoca un cambio químico en nuestro cerebro, esta señal química viaja y permite la conexión entre dos neuronas que al momento de hacer contacto convierten la señal química en una señal eléctrica gracias al cambio de potencial en la membrana, para después ser transformada dicha electricidad en señales químicas nuevamente en las terminales sinápticas. Esto es lo que conocemos bioquímicamente como plasticidad cerebral, la continua sinapsis o interconexión dada entre dos o más neuronas y por lo tanto el crecimiento de la red neuronal.
A grandes rasgos esto sucede cada vez que recibimos un estimulo que genere un aprendizaje, y así un cambio estructural y eléctrico en nuestro cerebro y de ahí que las más de 100,000 millones de neuronas que existen en el ser humano, nos dan la capacidad de crear un sin fin de oportunidades para el desarrollo humano y para la rehabilitación de nuestros pacientes.
La terapia dada con base en la Plasticidad Cerebral comprende las manifestaciones o alteraciones no como una serie de unidades independientes, sino como parte de un sistema interconectado que solo funciona de manera sincronizada.
De igual forma, hemos aprendido que la mayoría de las alteraciones son dadas de manera multifactorial, que en ocasiones estarán fuera del control humano, tales como aquellos dados genéticamente o por experiencias del medio. Por ello es importante retomar la intervención terapéutica otorgada de manera integral, en la que solo puede comprenderse a la persona como un todo, porque así es como funciona el cerebro.
Nuestro cerebro es nuestro aliado en la mejoría de nuestro potencial humano, siempre y cuando no lo fragmentemos con tratamientos aislados o segmentados en áreas específicas. Al no integrar las experiencias nuevas con las pasadas, no se generan cambios neurológicos, ni la formación de nuevas redes neuronales, ya que solo se estará entrenando, y no enseñando al cerebro a trabajar de una manera eficiente voluntaria e involuntariamente.
Debemos ser puntuales en que no todo aprendizaje produce una nueva conexión cerebral, comprendiendo que se producen aprendizajes nuevos a lo largo de toda nuestra vida sin que todos estos sean aprendizajes significativos a nivel celular.
Ahora recordemos que el aprendizajes pueden provenir de diferentes factores tales como por cuestiones internas como por lesiones cerebrales donde el cerebro busca la forma de adaptarse y funcionar; también por un deseo personal de adquirir mayor conocimiento; o por un estimulo preciso que impulsa el cambio a nivel neuronal, es decir, intervenciones terapéuticas o educativas en las que se pretende obtener una cambio estructural y eléctrico en el cerebro, que permita a la persona desarrollar su funcionalidad de manera autónoma.
Las múltiples circunstancias en las que se pueden producir un nuevo aprendizaje nos hace cuestionarnos ¿Si es que el cerebro cambia cada vez que el nuevo aprendizaje se produce?, las investigaciones nos sugieren que esto no es así. El aprendizaje que permite que se de una nueva conexión neuronal es aquel que tiene una dirección, intención, y se crea a través de la necesidad de aplicarlo. Lo que se traduce a que los aprendizajes que nos permiten la creación de nuevas conexiones neuronales deben ser dados con base a un propósito y a una necesidad.
Debido a que el cerebro es el órgano encargado de mantenernos con vida, su principal función es y seguirá siendo la sobrevivencia, por lo que una nueva experiencia debe ser significativa para que el organismo la adapte y la integre a nivel neurológico y con esto se de un cambio en el comportamiento que, si es gratificante, producirá una modificación en el cerebro.
No se ha logrado comprobar aún científicamente, pero pareciera que si la experiencia es gratificante, se facilitan los procesos de Neuroplasticidad. Debemos recordar que el aprendizaje se da desde la emoción, y no existe aprendizaje sin emoción. Esto se asocia al hecho de que la corteza prefrontal se incrementa al estar presente la gratificación, por lo que entonces resulta muy importante pensar que si queremos utilizar la Neuroplasticidad como nuestro aliado para mejorar nuestra vida personal o los tratamientos terapéuticos, debemos entonces enseñar a nuestro cerebro que el cambio que estamos estimulando va a traer consigo una recompensa. Esta recompensa puede ser tan sencilla como el saber que me siento más feliz después de haber realizado mi rutina de ejercicio, o al mostrarle a un niño los beneficios que trae el que logre regular su conducta y termine su trabajo en el tiempo determinado para tener más tiempo para realizar otras actividades que le gusten y disfrute. De manera más profunda, dentro de un ambiente terapéutico, las sesiones de terapia deben sin duda tener el propósito de facilitar al paciente una mejor calidad de vida.
Y espero esto no se malentienda, como el que al ir a terapia podemos esperar a formar seres perfectos, esto no existe en realidad. Ninguno de nosotros somos lo somos, sería una fantasía tratar de que la terapia tuviera ese fin, o bien asumir, que gracias a la Neuroplasticidad podemos llegar a ser perfectos al trabajar de manera intencionada el cambio positivo.
Visto desde el punto de vista neurocientífico que puntualiza la necesidad de ver y reconocer al ser humano como un todo integral, de igual manera, debemos los terapeutas crear los tratamientos aptos para nuestros pacientes de una manera integral. Por ejemplo, cuando un niño manifiesta un problema de lenguaje, no podemos quedarnos en algo tan simple como la creencia de que solo debemos enfocarnos en el lenguaje, debemos profundizar y ver el lenguaje como el gran potencializador del pensamiento, sin lenguaje no habrá procesos del pensamiento adecuados y sin pensamiento tampoco se dará un lenguaje correctamente estructurado, entonces, volviendo al principio, debemos ver el lenguaje como una parte del sistema de desarrollo del niño, en el que además de trabajar la producción del mismo, se deberá estimular la puerta de entrada, que en este caso es la cognición, lo que facilitará que los procesos terapéuticos generen un impacto mayor y en menor tiempo para el paciente.
Con esto, plantearnos la meta de la estimulación -que desde mi perspectiva debería existir siempre y en cualquier proceso terapéutico- para desarrollar las conexiones neuronales que le den al paciente funcionalidad, llevando con ello al mejoramiento de la calidad de vida. Dicho lo anterior, no queda mas que recordar que gracias a la Neuroplasticidad, hoy son infinitas las posibilidades. No se vale rendirse, es momento de poner manos a la obra y trabajar con nuestro cerebro como un aliado, mantenerlo en forma, para sentirnos más felices y plenos que nunca. Esa es nuestra responsabilidad, y el regalo es la oportunidad de mejorar día con día.
Belén M Bordes
Neurolinguista, terapeuta y conferencista.
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