Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, fue una mujer de saberes pero también de intensos sabores.
Mejor conocida como Sor Juana, renunció a la vida mundana para dedicarse al estudio y a escribir, sin negar que era a la vez una mujer de enormes apetitos.
Buscó primero, en la orden de las Carmelitas, ese lugar donde escapar del aburrimiento patriarcal y pese a su enorme voracidad por el conocimiento pues en esos tiempos las mujeres no tenían acceso a la universidad, no se halló y se trasladó al convento de las Jerónimas, sin tantos rigores y una disciplina más moderada. Sin embargo, no imaginó que con el tiempo la priora misma le prohibiría los libros y el estudio y se lo impusieran como penitencia y castigo.
Así, el tormento más extremo fue que le confiscaran su biblioteca de más de 4 mil libros, que era uno de sus más grandes tesoros.
De ese modo, la musa se refugió en la cocina y lejos de sentir que era una condena se convirtió en todo un descubrimiento, pues aprendió en ese espacio las maravillas del fogón y la dimensión de experimentación. Así también, un lugar consagrado para la reflexión filosófica, ya que unir y separar elementos es primordial tanto en la cocina como en la filosofía. Por cierto, la transmutación de elementos en la cocina ya estaba presente desde tiempos presocráticos. La cocción, por ejemplo, no solo representaba el avance de lo crudo a lo cocido, sino que la presencia mágica del fuego se convierten en cultura gastronómica.
Sor Juana fue una mujer que leyó mucho, al propio tiempo que si bien escribió para sí misma, lo hizo en buena medida para sus protectores y amigos, sin dejar de cumplir con las actividades propias de la vida conventual y la cocina.
Justo, hace unos años se descubrió un recetario en el Convento de San Jerónimo que se le atribuye a Sor Juana, y en el que se incluyen varias decenas de recetas, de especialidades de la cocina del Virreinato. Se tiene incluso la creencia de que la mayoría son trascripciones de las que ahí se preparaban, pero de ninguna manera se descarta que varias de ellas tengan una aportación personal de la llamada Décima Musa.
La influencia de otras cocinas es notoria por la abundancia de nueces, pasas y otros elementos de Asia o frutos como las manzanas, el mamey o la naranja de España, y por supuesto otros ingredientes que están presentes como el maíz, cacao y chile que brotan de nuestra tierra. En fin, que se nos hace agua la boca igualmente con los buñuelos, las jericayas y otros postres, que son mayoría en este libro y que hasta la fecha asociamos a esos manjares de las propias monjitas y en especial de la gran Sor Juana.