Recientemente ocurrieron muchos cambios en mi vida, los positivos los asumí con gran alegría, pero los que no lo fueron, me impactaron en gran medida. Sin embargo a través de la reflexión profunda reconocí que nada de lo que ocurre en la vida es el fin del mundo, que por el contrario, son circunstancias que te permiten evaluar las oportunidades que cada uno de estos cambios te ofrece.
Todos buscamos de una u otra manera la estabilidad y el balance, pero a pesar de que ello es bueno y necesario, también es una limitante para cuestionarnos, experimentar y enriquecer nuevos estímulos. Lo cierto es que nada permanece igual, por el contrario frecuentemente estamos supeditados a cambios, podría decirse que ocurren todos los días, ciertamente algunos se viven de manera casi imperceptible, pero existen otros que transforman por completo el rumbo de nuestras vidas, y ellos son los que representan grandes desafíos.
Los desafíos son absolutamente necesarios, ya sea para renovarnos, para aprender, para elevar nuestra consciencia o para alentarnos a explorar nuevas formas.
En cualquier situación los fundamentos principales para afrontar un cambio o desafío es contar con una autoestima sostenible, una actitud positiva que nos permita ver el otro lado de la moneda y una valoración subjetiva de las cosas. Charles Darwin decía que “No es la especie más fuerte la que sobrevive ni la más inteligente, sino aquella que responde mejor al cambio”.
Varias preguntas serian validas para realizar estos cambios de manera constructiva tales como ¿Que pasaría si hiciera esto? ¿Como afectara esto en mi vida? ¿Que motivos me detienen? ¿Que es lo mejor que podría ocurrir? ¿Como podría afrontarlo? y seguramente habrá muchos más questionamientos para trabajar en diferentes ideas y escenarios.
Pero la verdadera fortaleza para resolverlos proviene de asumir primero que nada, de que eres mas fuerte de lo que piensas, y que la capacidad de triunfar no depende de las circunstancias, sino de las opciones que abras y de la manera en que respondas a ello. Recuerda que sin transformación no hay evolución.
“Había una vez un rey que puso de forma intencionada una enorme piedra en una de las vías más transitadas del reino. Después, se ocultó para ver cuáles eran las reacciones de los transeúntes.
Primero pasaron unos campesinos. En lugar de quitar la piedra, la rodearon.
También transitaron mercaderes y pueblerinos que también la esquivaron.
Tiempo después pasó un lugareño que llevaba en su espalda una carga de hortalizas. Este, en lugar de rodear la roca, se paró y la observó. Intentó moverla empujándola. Pronto, el lugareño notó que algo había debajo de aquella piedra. Era una bolsa que contenía una buena cantidad de monedas de oro. En ella pudo ver también una nota escrita por el rey que decía: “Estas monedas son para la persona que se tome la molestia de mover la piedra del camino. Firmado: El rey”.
Lo cual nos hace reflexionar que ante cualquier circunstancia, las “rocas en el camino” suelen ser siempre valiosas oportunidades de mejora y desarrollo personal.