El flujo migratorio que por décadas se ha registrado hacia Estados Unidos, conforma ya en nuestros días una realidad sumamente compleja y contrastante.
En el caso de México, su causa ha sido y es por lo general una búsqueda de mejores oportunidades de empleo y bienestar social.
Una comunidad que se estima está integrada actualmente por más de 35 millones de personas y donde las mujeres cuentan pues son un factor decisivo en la economía y cada vez más en la política, además de una importante e influyente presencia en otros muchos ámbitos de la sociedad norteamericana, al grado de que nuestros usos y costumbres se han impuesto notoriamente. Me refiero si a la cultura hispano americana, que abarca lenguaje, música, gastronomía y expresiones artísticas culturales.
Se ha llegado incluso a afirmar o bien argumentar en alguna película, lo que pasaría en Estados Unidos si un día dejarán de trabajar los mexicanos: parálisis, caos, crisis, etc… Más aún si agregamos a la población latina, que en su conjunto se constituye como la primera minoría en Norteamérica y que por igual sufre exclusiones y represión.
Claro que muchas de nuestras compatriotas han ocupado gradualmente mejores posiciones e ingresos en el ámbito privado y público de ese país. Pero por igual, inciden negativamente todavía conductas o actitudes contra muchas de ellas, ya sea por el racismo, la discriminación, los prejuicios y la intolerancia y ya no digamos en estos tiempos de quienes cruzan la frontera y son detenidos y vejados en sus derechos humanos elementales, usualmente con gran crueldad, como ocurre con la separación forzada de padres e hijos.
Por fortuna, existen grupos organizados de la sociedad civil, dentro y fuera de la frontera, o bien famosas y populares personajes de la cultura que las defienden, sean legales o ilegales; contra cualquier abuso u agresión.
Es hora entonces de exigir justicia y buscar nuevos acuerdos, tanto para las que trabajan sin protección alguna como para las que busquen una opción de mejoría personal y la de sus familias.