Hoy, en pleno 2021, hablamos de innovación y lo hacemos a través de nuevas metodologías, pero también a través de conceptos que desde los años 90 se vienen acuñando y que se reposicionan con una vigencia casi atemporal para las organizaciones y -desde mi punto de vista- también en lo individual. 

En este mundo cambiante e impredecible, necesitamos encontrar soluciones… y hacerlo de forma muy rápida porque el mundo no se detiene, por el contrario, cada vez nos requiere actuar de forma más veloz y acertada.

VUCA parte de un acrónimo en inglés creado por soldados norteamericanos y llevado al mundo de los negocios por Peter Drucker que conjunta cuatro elementos: Volatility (Volatilidad), Uncertainty (Incertidumbre), Complexity (Complejidad) y Ambiguity (Ambigüedad). Cualquiera de ellos tremendamente familiar con nuestra realidad ¿Cierto?.

Hoy la innovación se ha retomado con fuerza dentro el mundo de los negocios. Sin importar si estás a cargo de una gran corporación o si eres un emprendedor en una start up, sea el gobierno o el ámbito educativo, todos esperan hacer más con menos. Por ello, ahora parte de nuestro actuar considera el uso de metodologías ágiles para la innovación y de las cuales hablaremos brevemente.

La primera es Design Thinking que parte del principio de proveer de herramientas que te llevan a convertirte en un pensador innovador y encontrar oportunidades creativas que aún no estamos viendo.

Otra de gran actualidad es SCRUM que por su parte plantea equipos multifuncionales, bien comunicados entre si, autónomos y con un espíritu de trascendencia a los cuales se les ha conferido la responsabilidad de encontrar problemas específicos y la posibilidad de tomar decisiones de forma rápida para encontrar las respuestas en cortos periodos de tiempo.

En ambos casos estamos buscando nuevas soluciones a cuestionamientos tradicionales.

Estas metodologías aplican bajo tres condiciones:

  • Sabemos que existe un problema, pero no tenemos claro aún qué tenemos que resolver.
  • Involucra a las personas, todo gira en torno a ellas.
  • Requerimos agilizar nuestros procesos.

Mi primer acercamiento a esta forma de innovar se dio hace ya algunos años a través de la Reingeniería que planteaban Michael Hammer y James Champy

y que partían de un postulado fundamental “Rediseñar es reinventar el negocio, no mejorarlo o modificarlo.” Modificarlo implicaría únicamente traer viejos vicios a las nuevas soluciones.

En su sentido más estricto, Ingeniería se define como la “Aplicación de las ciencias físico-matemáticas a la invención, perfeccionamiento y utilización de la técnica industrial.” Si a este concepto ligamos el prefijo “re” cambia su sentido totalmente y lo convierte en una poderosa herramienta para todo tipo de disciplinas:

Significa re-diseñar, 

                                    re-plantear, 

                                                            re-pensar,

                                                                                    re-nacer,

                                                                                                re-inventar el negocio mismo.

Es entonces que nos percatamos que Reingeniería no se refiere específicamente a números, sino a un nuevo proceso de pensamiento y desempeño laboral.  

Su relación se entabla entonces con la rama de la ingeniería industrial, cuyo enfoque va hacia el diseño, mejoramiento e instalación de sistemas integrales dentro de la industria, como son la gente, materiales y la energía misma.

Y con otra de sus vertientes: la ingeniería social que se ocupa del desempeño de los seres humanos en función del lugar y rol que desempeñan en la sociedad. 

Aquí es donde comienzan a surgir las metodologías que escuchamos de forma frecuente.

Hacia un nuevo enfoque del pensamiento.

Si queremos ser más originales, tenemos que crear más ideas novedosas. Se necesitan muchas ideas para llegar a las buenas, aquellas ideas disruptivas que dejan huella en las personas.

Metodologías como Design Thinking o SCRUM -y en su momento la misma Reingeniería– proponen la revisión fundamental de problemas y el rediseño radical de procesos para alcanzar mejoras espectaculares en medidas críticas y contemporáneas de rendimiento, tales como costos, calidad, servicio y rapidez.

Esto puede significar descartar todas las estructuras y los procedimientos existentes e inventar maneras enteramente nuevas de realizar el trabajo; es prácticamente dejar de lado gran parte o todo lo aprendido durante siglos de administración industrial. Significa olvidarse de cómo se realizaba el trabajo en la época del mercado y decidir cómo se puede hacer mejor ahora.

Frente a las necesidades de los negocios de este siglo XXI, se cuestiona la necesidad de partir de la teoría de Adam Smith para organizar y dividir el trabajo.  Romper con esto, hace automáticamente que los oficios orientados a las tareas sean obsoletos. 

Entrar en estas nuevas formas de diseñar los negocios obliga a desechar paradigmas con los que hemos vivido a lo largo de nuestra vida para cambiarlos por unos nuevos y mucho más eficientes. Recordemos que la palabra paradigma proviene del griego, significa modelo, teoría, percepción, suposición o marco de referencia. Es la forma como vemos las cosas. Rara vez cuestionamos su exactitud, simplemente suponemos que la manera en que vemos las cosas es como realmente son o deberían ser.

La realidad es que nos enfrentamos a un desarrollo evolucionario de los procesos de trabajo que nos obliga adoptar un nuevo enfoque, a buscar soluciones completas, no parciales. Respuestas cada vez más ágiles ante un entorno cambiante.

Todas estas metodologías parten de un supuesto básico: Si no se ha roto, rómpelo y parte de cero para diseñar nuevas soluciones y procesos más eficientes que lo anterior. 

Uno de los aspectos más atractivos de estas metodologías es que fomenta la creatividad dentro de las organizaciones, poniendo un especial énfasis en el descubrimiento y superación de los paradigmas arraigados para dar oportunidad al surgimiento de nuevas ideas en lo que al trabajo se refiere.

Pero que quede claro, no es fácil e incluso puede resultar doloroso. Todo cambio trascendente implica normalmente un rompimiento con la tradición, con las viejas maneras de pensar, con las viejas creencias. Hay que estar dispuestos a ser flexibles y a romper los arquetipos creados para estar en posibilidad de iniciar un proceso de cambio efectivo. 

Necesitamos creer en la innovación

Innovar no es una moda. Aún la más brillante estrategia puede fracasar si la empresa en vez de organizarse para implantarla se empeña en dificultarla. Debe haber una absoluta coherencia entre el decir y hacer. 

Ya Hammer en 1996 definía de forma magistral el trasfondo de este nuevo enfoque de los negocios…“Hemos dicho que un proceso es un grupo de tareas que en conjunto dan como resultado un valor para el cliente. Las palabras clave en esta definición son “grupo”, “juntos”, “resultado” y “cliente.”

Quizás las preguntas iniciales que nos debemos plantear al entrar en un proceso pensamiento creativo deberían ser: ¿Por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo y por qué lo hacemos de esa forma? No se trata de hacer cambios superficiales, sino de abandonar lo viejo, descartar estructuras mentales y procedimientos existentes e inventar nuevas formas de comunicar, rompiendo con decir las cosas como antes ya se dijeron.

Para comenzar, yo te propongo plantearte cuatro preguntas fundamentales:

1.- ¿Qué sucede? 

Sabes que algo pasa, que algo no marcha bien, pero no lo tienes del todo claro. En este paso tendrás que analizar el problema desde todos sus ángulos para 

tener claro cuál es. 

2.- ¿Qué pasaría si…?

Aquí entra tu pensamiento creativo que empieza a explorar posibles soluciones y cambios, no todas tienen que ser racionales, aquí te das el lujo de plantear posibilidades que de otra forma quizás serían impensables. No deseches esas ideas, pueden funcionar por locas que pudieran parecer.

3.- ¿Qué idea sorprende?

De esas nuevas ideas, tendrás entonces que probarlas con las personas, entender cómo las reciben, qué piensan y sienten al respecto. En este paso tendrás que trabajar con visualizaciones, imágenes o prototipos que te permitan probar las ideas que parezcan más poderosas.

4.- ¿Qué funciona?

Ahora que ya tienes claro qué es lo que se vuelve empático con las necesidades de las personas, toca tener clara su viabilidad, si funciona o no realmente dentro de nuestro espectro de negocio.

¿Cómo lo logramos? 

Como habrás notado hasta este punto, estas metodologías nos permiten romper esquemas establecidos, ser curiosos y crear soluciones creativas.

Algunos consejos para lograrlo:

  • Crear -y empoderar- equipos de trabajo que no trabajen bajo las órdenes de un supervisor, sino que tengan esa capacidad de tomar las riendas de proyecto en el cual trabajan. 
  • Mediante tormentas de ideas entre los integrantes, que, preferentemente deben pertenecer a todas las áreas involucradas para garantizar diferentes puntos de vista de una misma situación. 
  • No descartar de entrada ninguna de esas ideas que hasta parecerían absurdas.
  • Dar la oportunidad de descubrir oportunidades ocultas y convertirlas en soluciones enfocadas a las necesidades de las personas. 

Esto me lleva a concluir que la innovación no es algo que suceda por si misma. Es un modo de vida. No es un proceso, es un valor. No es algo que se realice, es algo que absorbe a las personas y se vuelve parte de su esencia.

¿Fácil? Probablemente no, la innovación no es una receta de cocina que nos da 

los ingredientes y pasos precisos para crear un platillo, aquí nuestro proceso de pensamiento nos puede llevar a lugares que nunca habíamos imaginado y a romper con todo aquello que teníamos aprendido.