¿Por qué siempre me había molestado tanto el tópico narrativo de la mujer violada devenida vengadora? Lo entendí hace no tanto tiempo al leer Teoría King Kong de Virgine Despentes; porque era una mirada que sentía masculina, lo que quizás un hombre haría. ¿Qué haría una mujer, cómo abordaría el tema, cómo no lo haría? 

Hoy me resulta clarísima la necesidad de reflexionar sobre nuestra propia mirada, la de las mujeres y también la de la comunidad LGBT, y su lugar para transformar el mundo y el modo en el que lo representamos. No solo para contar nuestras propias historias, sino para ampliar los “posibles” decibles. Esto es “de qué podemos hablar y de qué no”, pero no solo por la censura explícita, que todavía la hay, sino también por la censura implícita, eso que entendemos -sin que esté escrito en ningún lado- que no puede ser narrado o mostrado. Lo que solo se nombra y tiene existencia en la vida puertas adentro, entre amigas, en las parejas, pero no pega el salto a las pantallas. E incluso aún más allá, aquello que todavía no se piensa siquiera.  

En mi adolescencia fueron las pocas películas dirigidas por mujeres como Memorias de Antonia de Marleen Gorris, o los films de Doris Dörrie y luego Nicole Holofcener, las que me marcaron que había ahí una mirada distinta, otros deseos, otros impulsos, otras formas de ver, vivir y sentir el mundo. Con mujeres protagonistas y vidas propias y no solo a la espera de ser salvadas o desesperadas en busca del amor de sus vidas.

Hoy ese espejo lo tengo sobre todo en las series de televisión, con cada vez más mujeres tras los guiones, la dirección, la producción y en cada rol del quehacer audiovisual, ampliando los posibles decibles en cada relato. Y de repente un tema, una idea, aparecen en una historia para que la siguiente lo lleve un paso más lejos. Hay precursoras que abren temas y modos de tratarlos, como lo fueron en su momento Sex and the City (1998, adaptación del libro de Candance Bushnell) y Girls (Lena Dunham, 2012), y luego llega el maravilloso momento donde lo que no se podía pensar o decir se vuelve un tópico más. 

En busca del chongo azul y el autoerotismo

El sexo y el deseo femenino siempre fueron temas llenos de tabúes y prejuicios  y mucho más en la televisión abierta o de aire. La dilación de la concreción amorosa durante años fue el recurso narrativo para sostener la tensión, asociada a la idea del sexo como realización final del amor. Una dupla difícil de separar. También en las telenovelas el sexo era siempre el terreno de la villanía. 

Algunas tiras de los últimos años como La Leona (Susana Cardozo, Pablo Lago y equipo, 2016), ADDA (Erika Halvorsen, Gonzalo Demaría y equipo, 2017) o Las Estrellas (Marta Betoldi y equipo, 2018), cada una de un modo diverso, mostró una sexualidad femenina más activa. Mujeres que querían sexo y no estaban necesariamente tras el amor romántico. Una búsqueda más orientada a explorar el deseo a través de sus personajes que en generar una escena hot para encender a la audiencia. Nadie va a olvidar la escena de ADDA, en la que el amante introducía delicadamente la mano en el pantalón de Carolina para acariciarla. Ardía Carolina y con ella todas detrás de la pantalla. O a Lucía en las Estrellas que tras tener sexo con un hombre le pedía un taxi para que se fuera a su casa. 

Otro tema que sigue siendo difícil de tratar es la vejez y, más aún, el sexo en esa etapa de la vida. “Nadie quiere ver a gente grande hablando o teniendo sexo” decían y ahí llegó Marta Kauffman para co-crear (con Howard J. Morris) la serie Grace and Frankie (2015) y poner a Jane Fonda a sus más de setenta años contando cómo la artrosis en la muñeca le dificultaba el uso del dildo y a Lily Tomlin hablando de lubricantes. 

Otro tópico de reciente arribo masivo es la masturbación femenina. Manos que se deslizan bajo los pantalones, vibradores de formas y colores bellísimos, gemidos, autoplacer. Escenas que podemos ver en Ran, El juego de las llaves (creada por Marisa Quiroga), Sex Education, Fleabag, El presidente (de Armando Bo, con Mariana Levy al frente de los guiones), Pequeña Victoria (Halvorsen, Mara Pescio, Ana Accorsi) y en muchísimas series más, reflejando con mayor o menor detalle algo tan común, natural y placentero. Ni locas, ni insatisfechas crónicas, ni adictas al sexo. Mujeres comunes conectadas con su deseo y sus necesidades.  

Phoebe Waller Bridge se ocupa de llevarlo un poquito más allá en Fleabag (2016), serie ganadora de varios Emmys; su personaje no solo se masturba mirando discursos de Obama sino que arranca el episodio piloto preguntándose si tiene el culo demasiado dilatado después de que un compañero sexual le dijera que era fácil hacerlo con ella. Phoebe habla con naturalidad y sin escatología de un tema totalmente negado, metiendo además un poquito de contradicción: aún no podemos dejar de pensar en la “norma” de nuestro cuerpo y sexualidad. 

Hay un coágulo en la cama

En Crashing (2016), serie creada también por Phoebe Waller Bridge, vi por primera vez una escena que habíamos vivido infinidad de veces. Llegado el momento de tener sexo, la chica le dice: “esperá que voy a sacarme el tampón”. En dos segundos y con una sonrisa tan natural como la situación en sí introducía un tema inaudito: la menstruación, los tampones, el sexo durante el período. 

En la serie Crazy ex Girlfriend (2015) creada por Rachel Bloom y Aline Brosh Mckenna, el personaje de Rebecca no solo adora tener sexo durante el período sino que lo celebra con un momento musical maravilloso “Period sex”, donde olas de líquido rojo desbordan la pantalla. En otro capítulo, Rebecca tiene un raid sexual tan intenso con su compañero que termina en el hospital con vaginitis. Algo tan común como tener hongos o alguna inflamación en los genitales, jugado en tono de comedia, como parte de la vida misma. 

Michaela Coel, creadora, escritora y codirectora de la serie I May Destroy You (2020), muestra a su personaje Arabella bailando, lleva una falda y se pueden ver las alas de la toallita femenina que sobresalen de la ropa interior. En el mismo capítulo, cuando Arabella tiene sexo con su pareja de esa noche, pone en primer plano un coágulo de menstruación sobre la cama. Cuando el chico lo toca con su dedo, extrañado, ella misma le explica que la sangre que cae no es toda líquida. Ni el hombre se espanta ni esto baja el deseo de ambos. 

Todas estas escenas nos hablan del “período” femenino de otra manera, sacándolo del viejo lugar común de “la mujer que está de mal humor porque le va a venir”.

Siempre es mejor ser violada a gozar demasiado

Todos y todas estamos al tanto del alcance de los movimientos Me too y Time´s up y los efectos que tuvieron en la industria denunciando los casos de acoso y abuso sexual. Finalmente, la ficción televisiva, que tantos casos de abuso vivió, comenzó a contarlos. The Morning Show (2019), producida por Jennifer Aniston y Reese Whiterspoon, es un ejemplo de ello. 

Big Little Lies (2017), de la factoría de Whiterspoon, no solo habla del abuso y la violación, también de la amistad entre las mujeres. Resulta que no necesariamente éramos enemigas. Crazy ex girlfriend también le da un giro a esta idea. ¿Cuántas veces habíamos escrito rivales y villanas siguiendo un patrón narrativo? De repente ya no era el único escenario posible, las mujeres podíamos apoyarnos y tender puentes y lazos de contención y amor. Y eso mismo estaba pasando afuera de la pantalla, en la vida misma, una cosa retroalimentándose de la otra. Porque si dejamos de mostrarle a las nenas que las mujeres son siempre rivales van a dejar de pensarse así.

También comenzó a ser reflejado otro modo de violencia de género, en este caso intrafamiliar. Aún me estremece el modo en el que maltrata a Marianne el hermano, con la anuencia de su madre, en la serie Normal People (libros de Sally Rooney y Alice Birch, 2020). Alan se siente inferior, menos listo, su hermana es una amenaza para el primogénito de la familia que traduce todo su miedo y odio en una violencia verbal y física permanente contra ella. 

Retomando el tema del abuso sexual, ahí está Michaela Coel para contarnos cómo vive Arabella tras ser víctima de una violación. Pero también nos va a hablar de un abuso no tan registrado, el del hombre que se quita el preservativo en medio del coito sin aviso. Michaela se encarga de señalar, de modo pedagógico, que en Inglaterra está considerado un delito y, a su vez, deshace el mito de que las chicas deberíamos darnos cuenta, que deberíamos tener tal sensibilidad en la vagina. También en la misma serie se mete con otro tipo de abuso; ese momento en que una relación pasa a ser no consentida y se vuelve violenta. Al ser entre hombres todavía se habla menos de ello. 

¿Cómo reflejar estos temas en la pantalla? Es un debate aún abierto. ¿No mostrarlos es negarlos? Personalmente me siento en sintonía con las declaraciones de Lucrecia Martel a la hora de no incluir una escena de violencia sobre la mujer en Zama. «En nuestro país mueren mujeres diariamente en manos de parejas, ex parejas, familiares o vecinos. Es insoportable. Me dirás que es una postura extremista, que niega las cosas que suceden. Puede ser, pero por un tiempo prefiero que no proliferen los crímenes de mujeres en el cine, la literatura, lo que sea, porque no estoy segura de que estemos pudiendo reflexionar sobre eso, y más bien sospecho que banaliza el cuerpo de las mujeres, e incluso incita a cierta violencia”.[ii]

Tal vez no se trate de no mostrarlos, pero sí de reflexionar sobre los modos de contar desde una perspectiva de género. Esto es con la clara decisión de no usar el abuso o la violencia para generar interés morboso ni tensión dramática. Aún recuerdo con espanto que en cierta historia se decidió -desde la productora- que era preferible para un final de capítulo que la protagonista estuviera al borde de ser abusada a que quisiera tener sexo casual. La tensión y el suspenso puestos ahí: vea mañana si la violaron o no. Porque queda mejor ser víctima y que te violen a que seas una puta que disfruta.

En la televisión local y de aire se merecen una mención aparte Malena Pichot y Charo Lopez en sus especiales de Cualca (junto a Julián Kartún, Julián Lucero, y Julián Doregger)  

(2012) hablando por primera vez del acoso callejero. Mientras en la calle nos decían cosas tremendas y atemorizantes, en la tele los machos sentados a la mesa seguían sosteniendo que “a las minas les gusta un buen piropo”. 

Hay un sacaleches en mi pantalla

Nada más fácil que la maternidad. Ojeras, mil noches sin dormir, el cuerpo extraño y reacomodándose. Hormonas locas. Leche en chorros o mastitis. Unos padres o madres detonados. Un bebé que no para de llorar. Los cólicos. Las visitas. Todo el mundo diciéndote qué hacer. Podría seguir enumerando las delicias de la maternidad real, esa que en la tele nunca se mostraba. Porque los bebés nacen limpios, rubios preferentemente, y no hacen más que hacer felices a sus mamás, que son las que deben ocuparse por default. Por suerte allí aparecieron al rescate de las personas gestantes que, además de estar en crisis nos sentíamos fatal por ser la peor del mundo, algunas series como Workin´ moms (Catherine Reitman, 2017) y The Letdown (Alison Bell y Sarah Scheller,  2017). Sacaleches en primer plano y padres/madres al borde del colapso intentando sobrevivir a la llegada del bebé. En el caso de WM, además, se tratan los problemas, las barreras, los destratos y las injusticias que atraviesan las mujeres que deben/quieren volver a trabajar luego del parto.

¿Lo vas a tener?

“Si los hombres quedaran embarazados, se podría abortar en los cajeros automáticos”. (Julia Louis-Dreyfus en la serie Veep). 

El aborto sigue siendo un tema sensible y que genera polémica, a pesar de que en Argentina ahora es ley. Hace muchos años Graciela Maglie, Ivonne Fournery y Fernando Mateo se animaron a hablar de aborto en la maravillosa Nueve Lunas (1994). Luego se volvió a callar por años. De modo general en la TV local el aborto era algo que se planteaban solo las villanas. En las tiras Cien días para enamorarse (Silvina Fredjkes junto a Ernesto Korovsky, Alejandro Quesada y equipo, 2018) y La Leona, se mostró lo cruel y riesgoso que era realizar un aborto clandestino. Creo que fue una buena manera de visibilizar el problema. Pero si no me equivoco, aun la que aborta nunca es la protagonista. En las series de plataforma ya se dio ese paso. En una escena tan dura como conmovedora, Maeve, protagonista de Sex Education (Laurie Nunn), se realiza un aborto. 

En nuestro país, si bien el aborto parece ir saliendo del closet, hay otros temas que aún están “no admitidamente” vetados y llenos de prejuicios. “Las feministas espantan público” se escucha aún en las productoras. También las lesbianas, “a la gente no le gusta ver eso”, a menos que sean dos chicas jóvenes y bellas y estén más en función de calentar hombres que de contar una historia propia. 

Los programas referidos más arriba no son necesariamente los mejores ni los primeros o los únicos en hablar de estos temas, son los que vi y recuerdo, y en los que en su autoría participó al menos una mujer. Hay muchísimas otras series maravillosas, escritas con perspectiva de género, desde un lugar que, a mi entender, nos cuentan de un modo en el que no nos podíamos contar, ampliando cada día el universo, desmitificando estereotipos en torno a la belleza, el deber ser, el deseo, la maternidad. Pienso en Sam y sus tres hijas en Better Things de la genial Pamela Adlon, en Vida perfecta de Leticia Dolera, en les increíbles Sally Wainwrigth con Happy Valley y Gentleman Jack y Joey Sollloway y su magistrales Transparent y I love Dick, en comediantes como Tina Fey y Amy Schumer, en Please like me de Josh Thomas, y un largo etcétera. La lista, afortunadamente, es cada vez más larga. 

En el plano local estoy especialmente ansiosa por ver lo que está generando Erika Halvorsen erigida en showrunner y productora, con un dream team del que son parte Leticia Dolera, Tamara Tenembaum, Lali Espósito, Mara Pescio y muchas mujeres talentosas más llevando a la pantalla el libro de Tenembaum “El fin del amor”.

Mujeres e historias que dieron y van a dar de qué hablar y qué pensar… porque si nosotras escribimos, el mundo se transforma. 

Articulo realizado Laura Barneix y publicado en la Revista Florencio de Argentores, a quienes agradecemos aceptar compartir su contenido.

[“Si nosotras miramos, el mundo se transforma” fue el lema que convocó al segundo Encuentro de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales organizado por la Plataforma MUA (Mujeres Audiovisuales, una red social laboral que abarca a profesionales de las distintas áreas; guionistas, directoras, asistentes, sonidistas, fotógrafas, etc.)