Una de las bondades del trabajo en equipo se resume en aquel viejo dicho “dos cabezas piensan más que una” … y muchas cabezas piensan mejor que dos. Ese es el gran secreto del trabajo de nuestra época. Hablamos de trabajo y espacios colaborativos, de procesos de co-creación, de construir organizaciones sólidas… esto sólo lo logramos cuando hay un correcto liderazgo dentro de nuestras organizaciones.
¿Te consideras un líder inspirador para tu personal? Si no es así, veamos algunas de las características en las que puedes trabajar para llegar a serlo.
Como punto de partida definiremos el liderazgo como un compromiso fundamental y profundo con el mundo y la condición humana. El líder guía a los demás, los trata con equidad y como quisiera que lo trataran a él, confía en sus compañeros de trabajo y goza de la confianza de estos.
El liderazgo es primero ser y después hacer.
En su libro “Cómo llegar a ser líder“, Warren Bennis nos lo define de forma muy certera: “Un líder es, por definición, un innovador. Hace cosas que otras personas no han hecho o no hacen. Se adelanta a todos. Hace cosas nuevas y vuelve nuevas las cosas viejas. Habiendo aprendido del pasado, vive el presente, con un ojo puesto en el futuro.”
Sin duda, ser líder es ser emprendedor y un emprendedor es alguien que tiene propósitos superiores. Por ello, los grandes líderes no sólo tienen la fuerza para sacar adelante una empresa, sino un país entero. Sin ellos ningún grupo o entidad social podrían funcionar; de la calidad de los líderes dependerá en gran parte nuestra calidad de vida.
Las características del líder
Se dice que todo hombre nace en mayor o menor proporción con cualidades de líder, pero lo importante es desarrollarlas.
Aquí un pequeño test para que tú determines tu potencial de liderazgo y las áreas en las que tienes que trabajar:
- ¿Te conoces a ti mismo?
- ¿Sabes cuáles son tus capacidades?
- ¿Reconoces tus fallas y buscas compensarlas?
- ¿Tienes objetivos claros, sabes lo que quieres y por qué lo quieres?
- ¿Sabes comunicarles a otros lo que quieres a fin de lograr su cooperación y su apoyo?
- ¿Ganas el compromiso del personal dando ejemplo de excelencia, pero preocupándote por los valores personales?
- ¿Eres original, creativo, innovador, tomas riesgos, pero mantienes una perspectiva a largo plazo?
- ¿Te interesas porque la gente gane y no necesariamente por tu éxito personal?
- ¿Estableces una escala de valores y criterios de eficiencia en la empresa?
- ¿Proporcionas elementos unificadores de la cultura organizacional para fijar objetivos comunes a través de la misión, visión y valores?
- ¿Compartes esta dirección y enfoque con todos los miembros de la organización para crear la conciencia de pertenencia a un mismo equipo en el cual triunfan todos o fracasan todos?
- ¿Inspiras confianza?
- ¿Tienes cercanía con tus colaboradores, no te sitúas en un pedestal?
- ¿Preguntas qué y por qué, buscas encontrar razones?
- ¿Desafias el status quo?
Si contestaste que sí a 11 o más de estos postulados, definitivamente eres un líder para quienes colaboran en tu organización. Si sólo contestaste afirmativamente entre 6 y 10 de estas características, tienes madera de líder, pero tienes que trabajar en algunos aspectos para llegar a ello. Si estás entre 1 y 5, definitivamente tienes mucho en qué recapacitar y trabajar para convertirte en inspiración para los demás.
Recuerda que hoy más que nunca las organizaciones requieren de esta figura, no buscan jefes autócratas tradicionales que coartan la libertad y creatividad de sus colaboradores, muy por el contrario, buscan desarrollar estas características a todos los integrantes de la empresa.
En su libro titulado “El Postmodernismo en la Empresa” decía el Dr. Carlos Llano, gran visionario del liderazgo en las organizaciones que “Toda empresa es algo que arranca, antes que nada, de la persona de sus directivos, del talante ético de quienes la conducen, del carácter básico de los que apechugan con su responsabilidad. La empresa es una expresión, un florecimiento de los individuos, no depende un modo de hacer elaborado por consultores -por otra parte útiles- con notorios nombres sajones; son el fruto del modo de ser de quienes tienen en su manos -en su alma- las riendas de la organización”.
El liderazgo será el agente de cambio más importante dentro de la empresa al plantear una organización centrada en los procesos. Las transformaciones profundas y exitosas tienen su origen en un buen líder.
El primer paso para serlo no es predicar o decirle a la gente qué hacer; es formular las preguntas correctas, pero hacerlo siempre con la responsabilidad que implica no dejar pasar de largo las respuestas. Frente a ellas, tendrá que adoptar una actitud empática, en la cual entran en juego todas sus habilidades como receptor y la capacidad de compartir experiencias propias con su gente.
Recordemos que el secreto de un buen liderazgo radica en darle a la gente la retroalimentación adecuada en el momento preciso. Desde este punto de vista, ser un buen líder es ser un buen comunicador.
Un adecuado liderazgo genera una energía positiva entre los miembros del equipo, con un notable incremento en la motivación hacia el trabajo y, por lo tanto, en la productividad real de la empresa.
El valor del trabajo en equipo
El líder reconoce el talento de su personal, le permite a cada individuo sacar lo mejor de si mismo e invita a trabajar mano a mano en el quehacer cotidiano.
Se dice que sobrevivir generalmente depende de trabajar juntos, una aseveración que, si bien es del dominio popular, resulta por demás cierta. En ocasiones se teme un poco al trabajo de equipo que se desarrolla entre las personas en el sentido de que la amistad pudiera llegar a deteriorar la productividad de la organización.
Un equipo no es tan sólo un grupo de personas que trabajan juntas, se caen bien o comparten opiniones. Mucho más allá de eso, un equipo tiene objetivos comunes.
Ser equipo y grupo de trabajo son conceptos diferentes que tendemos a confundir con frecuencia. Veamos cuáles son las características de uno y otro:
Los grupos no se convierten en equipo sólo porque alguien decidió llamarlos de esa forma. Un grupo de trabajo centra su productividad en resultados individuales, mientras que el equipo incluye no sólo esos logros personales, sino también aquellos que se alcanzan en forma colectiva.
El punto de partida para crear una energía y motivación interna es establecer metas de desempeño para el equipo, tenerlas motiva a las personas que lo integran a destacar, a generar esa sinergia que hace la diferencia. Si el líder falla al establecer sus metas o si no se relacionan directamente con el desempeño esperado, los miembros del equipo se sentirán confundidos.
Los equipos exitosos evalúan qué y cómo cada individuo puede contribuir a su meta, y, sobre todo, lo hace en términos de objetivos de desempeño y productividad, más que en función de su status o personalidad propia.
Mucho se ha hablado de que un equipo debe ser preferentemente pequeño, sin que esto sea una condición indispensable para que sea exitoso. Esta aseveración parte de que, a mayor cantidad de personas, más serán los problemas logísticos y mayores las probabilidades de que se vayan creando subgrupos. Al fragmentarse, los objetivos se van fragmentando también.
Además de fijar metas, el equipo establece también su propia cultura, es una especie de contrato social entre sus miembros que contempla sus propósitos, guías y obligaciones para trabajar juntos. Un contrato que se finca sobre las bases del compromiso y la confianza. Sin esto, es imposible lograr el desempeño que se espera porque difícilmente se vencerá el miedo a responsabilizarse por otros y a que otros “nos tengan en sus manos”.
Siempre maneja una escala de valores por la cual guía todas sus actividades. Uno de ellos es el sentido de equidad, elemento fundamental para un adecuado funcionamiento emocional del grupo. Tratándose de un verdadero equipo, cada miembro realiza cantidades equivalentes de trabajo, todos, incluyendo al líder, contribuyen en forma concreta al trabajo conjunto.
Los mejores equipos invierten grandes cantidades de tiempo y esfuerzo explorando, dándole forma y acordando un propósito que pertenezca a todos tanto en forma individual como de manera colectiva. Al compartir conocimientos y experiencias, se propicia mejor coordinación entre áreas de manera inmediata y nos lleva a encontrar soluciones compartidas.
¿Estás preparado para ser líder?
Como ves, ser líder no consiste en una auto denominación, es producto de una actitud empática y trabajo arduo.
Dirían los psicólogos que la vida en nuestras organizaciones es una cultura del hemisferio izquierdo, lo que quiere decir que es mecánica, lógica, analítica y conservadora.
La responsabilidad de los líderes que participan de estas organizaciones es mover el hemisferio derecho, volverlas creativas e innovadoras, reavivarlas mediante el trabajo en equipo, reinventándose a si mismos y reinventándolas a ellas.