Mucho hemos escuchado hablar del COVID-19 que puso en jaque al mundo y que ha sido capaz de cambiar tantas cosas en tan poco tiempo. Hace menos de un año, escuchábamos del tema y nos parecía algo muy lejano… ¡Estaba en China!  Y como buenos latinos entró nuestro proceso de negación y nuestro complejo de súper héroes pensando simplemente que a nosotros no nos afectaría. Lo veíamos como una película de ciencia ficción, mas nunca imaginamos que nos alcanzaría e impactaría de forma tan contundente en todos los aspectos fundamentales de nuestra vida.

De un día para otro en nuestros trabajos nos mandaron a casa, los que tuvimos esa posibilidad lo hicimos, pero muchos otros continuaron en la línea de fuego. Empresas, oficinas y comercios tuvieron que reinventarse en la búsqueda de asegurar un futuro dentro de la ahora llamada “nueva normalidad.” La decisión era cerrar o avanzar.

La economía se vio afectada en todos los niveles en una mayor o menor medida. Para algunos negocios de una manera más sensibles que para otros, pero todos con la necesidad de sobrevivir.

Sin duda hubo ganadores, entre los que se cuentan las empresas de mensajería y fabricantes de artículos de protección y desinfección; cuyas ventas crecieron hasta en un 600%. Pero hubieron grandes perdidas como las de la industria turística y restaurantera.

En lo personal, para todos fue difícil olvidarnos de lo presencial y mudarnos a un mundo virtual, en el que los dispositivos electrónicos y una buena conexión a internet se volvieron nuestros mejores aliados.

El 2020 se volvió un año de decisiones inmediatas, día a día y paso a paso habia que entender y predecir el entorno sin perder el rumbo, reinventándonos constantemente con el firme propósito de salir adelante sorteando todos los obstáculos. Entrar en depresión y dejar que el virus venciera nuestras vidas y nuestros negocios, no era una opción, buscamos adaptarnos y adoptar la bandera de que todas las crisis te hacen crecer. Una simple pero al mismo tiempo dificil cuestión de enfoque.

Hay quienes aseguran que  para los jóvenes ha resultado más fácil adaptarse, yo diría que es una falsa aseveración, como académica, he observado el cansancio que les representa asistir todo el día a clases virtuales y además realizar sus tareas en linea.  Si bien su naturaleza es digital, no es lo mismo trabajar esporádicamente en la computadora e interactuar en redes sociales como una forma de esparcimiento, que hacerlo un estilo de vida en el cual sus relaciones personales se han visto deterioradas al perder el factor presencial. 

Las personas mayores tuvieron que aprender a utilizar las plataformas digitales, tal vez sin la convicción de hacerlo, pero sí por la necesidad de interactuar con la familia y amigos, o para continuar con sus negocios o profesiones, o para acceder a servicios básicos, e incluso para adquirir los insumos que tradicionalmente compraban en forma presencial.

Otro cambio fundamental y profundo, se gestó en las relaciones personales, en algunos casos para bien, por la oportunidad de una cercana convivencia en casa, y en otros menos afortunados, para acrecentar las crisis existentes.

Queremos un abrazo, pero nos da miedo abrazar. Queremos regresar a nuestros lugares de trabajo, pero estar en línea resulta más seguro. Queremos ir de compras, pero el miedo nos paraliza y lo hacemos a través de nuestros  dispositivos.  Y aquel gran amor sin el que pensábamos que no podíamos vivir, se volvió en una relación por Whattsapp o por teléfono, y en el mejor de los casos por videoconferencia.

De “Best Friends Forever”  pasamos a “Virtual Friends Forever,” nuestra movilidad se redujo a los metros cuadrados de nuestra casa, pero se amplió en la búsqueda y recuperación de todas aquellas amistades que teníamos olvidadas en nuestra ajetreada vida pasada. ¿Será que el latente miedo a morir nos acercó a los sentimientos más profundos y a las personas más queridas? Nuestras emociones –a veces ignoradas- salieron a flote para sacar lo mejor y lo peor de nosotros mismos, potencializadas por el estrés, ansiedad e incertidumbre que nos vinieron a recordar que antes que nada somos personas.

Yo calificaría hasta de “bipolar” a esta nueva forma de vida, en la cual los deseos brillan y la realidad los opaca porque aún no se vislumbra del todo la posibilidad de cumplirlos. Frente a la incertidumbre, hemos presenciado comportamientos erráticos. Todos estamos aprendiendo a vivir bajo nuevos parámetros. Nada de lo que sabíamos o conocíamos es lo mismo.

Este es un llamado a la reinvención, a volvernos co-creadores de una nueva existencia. Pasamos y seguimos pasando pruebas. Entramos en pánico. El miedo nos paralizó. Cerramos puertas y ventanas y adoptamos comportamientos compulsivos de higiene. ¿Qué debería seguir?

Pensemos en los fundamentos de la  psicología positiva que más que atender las patologías y problemáticas, se centra en las fortalezas y oportunidades. ¿Caer en depresión y morir?  Yo diría que esa no es una opción.

Pero la pregunta mas importante es ¿Nos convertiremos en seres virtuales para siempre? 

No… la existencia humana siempre necesitará de ese contacto piel a piel y persona a persona, sólo que en esta ocasión los reencuentros serán de corazón, porque aprendimos a revalorar la vida.