Las voces de los migrantes deben ser elevadas, para ser escuchadas con equidad y respeto.
“Se escuchan los murmullos de unos cuantos entre los silencios de la mayoría, algunos lo hacen por voluntad propia y otros por la necesidad de sobrevivir. Sin importar cuales sean la circunstancias, estamos en un lugar desconocido que igual nos abraza y nos libera. Pero donde nos une la fuerza, la identidad y el idioma al que debemos elevar, tomados de las manos.”
Sin darnos cuenta al vivir en otro país nos vamos fundiendo en su cultura, sus rutinas, sus horarios, sus costumbres y hasta en su idioma, dejando a veces en ese camino, lo que nos define, haciéndonos sentir por momentos, no ser de aquí ni de allá. Incluso nos cuestionamos si mantener nuestra lengua materna es una oportunidad para aprender un segundo idioma o un obstáculo que nos mantiene segregados y limita nuestras oportunidades.
De alguna manera sentimos esa pérdida de identidad que nos deja el corazón roto y en un llanto silencioso. Pero esto no tiene que ser así. No necesitamos dejar y abandonar nuestras raíces, sino por el contrario, debemos atesorarlas y brindarle a nuestros hijos la oportunidad de recibir lo que por derecho les corresponde, su identidad a través de su idioma.
De ese modo, el proceso de migración impactará nuestras vidas y proyectos personales de una manera más positiva. Nos dará la oportunidad de caminar en familia, uniendo fuerzas y desarrollando la curiosidad para explotar lo mejor de nosotros y en adentrarnos en ese mundo nuevo.
Los niños que desarrollan otro idioma y se desenvuelven en otro entorno cultural, merecen el derecho ha ser educados en un ambiente multicultural, para que puedan expresarse de una manera más creativa y les ayude a potenciar y desarrollar sus habilidades. Ver el idioma como una serie de palabras solo limitaría la realidad.
No todas las familias enseñan a sus hijos las mismas cosas de la misma manera, pero debemos puntualizar el no bloquear la oportunidad de enseñarles lo maravilloso de su idioma y de su identidad, enseñarles a estar orgullosos de ser quienes son por venir de donde vienen (Blount, 1982; Heath, 1986; Schiefpelin & ochs, 1986; Zukow, 1986).
Por otro lado es evidente la desigualdad que existe en el sistema educativo. Por lo que también los educadores necesitamos darle voz a nuestros estudiantes, con la seguridad y orgullo de expresarse en su propio idioma, apoyando la propuesta de mantener y respetar la lengua materna ademas de adquirir una segunda, no como un capricho o una cuestión exclusivamente de identidad, sino también porque es innegable, que los niños que mantienen y desarrollan su idioma materno y asimilan otro, obtendrán un mayor éxito académico.
La habilidad de hablar dos idiomas también ayuda a la construcción de cerebros más sanos por interconectar un mayor número de redes neuronales; facilita el aprendizaje de otros idiomas de manera efectiva; mejora la capacidad de desarrollar habilidades matemáticas superiores y de aprender a tocar instrumentos; incrementa los conocimientos; desarrolla el pensamiento flexible; facilita la capacidad para la resolución de problemas y permea la empatía y la tolerancia.
Entendamos el lenguaje no sólo como palabras, sino como lo que es: “mundos”. Estos mundos deben ser respetados y utilizados como base para construir y ayudar a todo migrante a tener éxito, en lugar de intentar derribarlos. (Louise H. Kreuzer, 2017).
Alcemos las voces de todos nuestros migrantes de una manera digna y equitativa con el orgullo de su identidad a través del uso y desarrollo de su idioma, avanzando juntos para abrir los ojos y poder ver nuestra comunidad con respeto y admiración, enorgulleciéndonos de quiénes somos y de nuestras raíces; reconociendo que la singularidad es una de las cosas más valiosas del ser humano.
Belén Bordes
Neurolinguista, terapeuta y conferencista.