Observo con gran preocupación que muchos papás han perdido el control y la autoridad en sus hijos. Pero ¿Cual es la causa? ¿Miedo de perder su amor? ¿Flojera? ¿Desean solo respetar su privacidad e individualidad?
Hace unos días un papá me escribió preocupado por sus dos hijos de 8 y 11 años. “Maestro, mis hijos utilizan palabras ofensivas entre ellos. No quieren ir a la escuela. Cuando comemos en familia, terminan rápidamente y se van a su recámara. Cuando les pido ayuda, solamente hay quejas y gritos. Son buenos estudiantes, pero reclaman que merecen jugar todo el tiempo. En el carro y cuando visitan a los abuelos, solamente están en sus celulares y se desconectan de todos. Creo que ya los perdí.”
Otra mamá angustiada comentaba: “Maestro, no puedo con mi hija. No me hace caso. Me grita y hasta me pega. No obedece y muchas veces no puedo hacerla que vaya a la escuela. Quiere todo en forma inmediata y si no lo tiene, grita, patalea y rompe cosas. Al preguntarle su edad, me respondió: “Tiene 3 años.”
Primero necesitamos aclarar ciertas creencias que tienen los padres con respecto a la crianza de sus hijos.
Los niños no nacen libres sino dependientes de sus padres y familia. Los niños tiene libertad por derecho y por ley, como todo ser humano. Nacen libres legalmente pero no desarrollados psicológicamente.
Un niño no esta regido exclusivamente por instintos, y al momento de nacer tiene una gran cantidad de impulsos, pero la función de sus padres es enseñarle a manejarlos y controlarlos.
Existe una grave crisis de identidad en los nuevos padres. Buscan ser amigos de sus hijos permitiéndoles todos sus caprichos y deseos quizás porque tienen miedo de perder su amor.
Uno de los objetivos más importantes de ser padres no es que nuestros hijos nos quieran o amen, sino prepararlos para su camino. Y si en ese caminar nuestros hijos se enojan o “perdemos su cariño”, debemos mantenernos firmes.
“Prefiero que mi hijo me diga que soy disciplinario hoy y no que mañana me reclame: Soy un inútil porque no tuviste el valor de corregirme cuando fui pequeño.”
Seamos padres amorosos, pero también firmes. Amemos incondicionalmente a nuestros hijos, pero con límites y marcando consecuencias por sus decisiones.
Una herramienta para fomentar la relación entre padres e hijos sería delimitar algunos lineamientos por ejemplo, en el uso de la tecnología como:
1.- Limitar su uso a un máximo de 2 horas al día. Investigadores de la Universidad Estatal de San Diego, Dr. Jean Twenge y Dr. Keith Campbell, encontraron una relación directa en el uso de la tecnología y la alta incidencia de ansiedad y depresión, especialmente en niños pequeños. Contribuir más a experiencias de juego y contacto físico, visual y verbal con su familia fortalecerá lazos.
2.- Usemos aplicaciones de Control Parental. Es muy importante regular el tiempo de uso del celular y tableta, pero también su contenido. O por lo menos mantener reglas tan simples como en la comida, en el carro o en reuniones familiares depositar el celular en una cajita para evitar usarlo. Y evitar el uso de medios electrónicos en las noches.
3.- Por otro lado promover actividades juntos. Una de las causas del abuso de la tecnología es que suplimos esa relación por la nueva “nana” en la que se convierten los medios electrónicos. Es muy común escuchar a los niños: “Mamá, estoy aburrido” e inmediatamente solucionar el problema dándole un celular para que se entretengan y no dejen en paz.
Los niños deben ser capaces de administrar su aburrimiento. Algunas sugerencias para ello serian:
a) Desarrollemos actividades en familia como el disfrutar juegos de mesa.
b) Promovamos competencias sanas como ¿quien puede construir la torre más altas usando legos?
c) Realicemos actividades al aire libre como una caminata por el parque.
Pero sobre todo, seamos padres responsables, ya que en nuestras manos tenemos una arcilla que será moldeada. Si la hacemos con mucha delicadeza serán disconformes y probablemente adoptarán un modelo externo.
Si la hacemos con demasiada firmeza, serán rígidos y crearemos grietas que engendrarán miedos, inseguridades y una baja autoestima que les impedirá enfrentarse a nuevos retos.
Debemos moldearlos con amor pero también con firmeza para que tengan una identidad propia y segura, y enfrenten cada reto en la vida con valor y claridad para tomar buenas decisiones.
Dr. Jesús Amaya PhD
Lic en Educación, Maestría en Psicopedagogía y Autor del libro “Educando a la Generación Zombi”, entre otros.
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