Alrededor de las palabras hay mucho que se habla, hay quienes les quitan su valor diciendo que el viento se las lleva, otros pensamos que son la mejor arma con que podemos contar y que su significado puede cambiar la vida personal y de otros individuos. ¿De qué lado de opinión te encuentras tú? Sea cual sea, hay un hecho innegable, nos permiten conformarnos en sociedad, ponernos en relación y compartir ideas de todo tipo. La cuestión aquí es el uso y valor que les damos. La manera en que utilizamos el lenguaje no solo refleja nuestro pensamiento, sino que también moldea la realidad que compartimos con los demás.
Solemos no entrar en profunda reflexión hacia el tema porque, por un proceso cerebral que parecería casi automático, así “sin pensarlo” vienen a nuestra mente esas pequeñas unidades de significado que tejemos a diario y que van mucho más allá de ser simples elementos lingüísticos. En fracciones de segundo cobran vida, adquieren energía propia, y extienden sus efectos mucho más allá de las letras impresas o las sílabas pronunciadas porque tras de si llevan una tremenda carga emocional e informativa.
¿Tendemos a subestimar el valor de las palabras? Yo te diría que en ocasiones sí y que son esas palaras comunes, aquellas que se deslizan fácilmente entre nuestros labios sin pensarlo dos veces. Sin embargo, estas palabras cotidianas son las que realmente definen nuestra interacción con el mundo que nos rodea porque siempre llevan una intencionalidad.
¿Que a veces nos arrepentimos de lo que dijimos? ¡Sí, yo creo que todos hemos tenido esos espacios en que, partiendo de alguna emoción, hablamos de más, no recapacitamos en el significado real de lo que estamos comunicando y después caemos en arrepentimiento! Esto se debe a que nuestras emociones generaron las palabras antes de que pudiéramos recapacitar. Una buena técnica ante una emoción desbordada es dejarla pasar 90 segundos, porque es en ese tiempo que baja la intensidad de la misma y pensamos nuevamente de forma clara.
El hecho es que deberíamos hacernos responsables por nuestro lenguaje, cada palabra que elegimos lleva consigo la capacidad de construir o destruir, de inspirar o desmotivar. El compromiso recae en nosotros, necesitamos utilizar nuestro lenguaje de manera consciente y amorosa. Al hacerlo, creamos un entorno enriquecedor y fomentamos relaciones más significativas.
La buena comunicación se convierte en un acto de amor
Desde el día uno de nuestro nacimiento, o incluso desde el periodo prenatal, comenzamos a aprender las palabras de una manera quizás innata primero, y después por asociación o imitación. Lo que no aprendemos tan instintivamente es que son esas mismas palabras las que pueden convertirse en una espada preparada para herir profundamente a los demás e incluso modificar la auto percepción de las personas, creando una carga emocional difícil de soportar.
Si todos partiéramos de que cada vocablo que pronunciamos es creador de la realidad que compartimos, seríamos mucho más conscientes de nuestras palabras cotidianas y al elegirlas con sabiduría, podríamos impactar de manera positiva para transformar nuestras interacciones y contribuir a un mundo más amable y compasivo.
¿Qué pasaría si reflexionáramos sobre el impacto de los contenidos hirientes y cómo podemos cultivar un lenguaje que cure en lugar de dañar?
Considera que no solo afectan el momento presente, sino que dejan una huella en la psique de las personas que puede durar mucho tiempo después de haber sido pronunciadas, aún de forma subconsciente. Por ello es crucial reconocer el impacto duradero de nuestras expresiones. Las emociones heridas pueden ser tan reales y dolorosas como las lesiones físicas, afectando la autoestima, la autoconfianza y la salud emocional. Incluso podríamos ir más allá… si lo consideramos, las heridas verbales tienen un poder perdurable, pero que a veces minimizamos porque las físicas evidencian el hecho, son más visibles y, en la mayoría de los casos, sanan tarde o temprano. Cada palabra cortante es como un pequeño desgarro en el tejido de la confianza que, al paso del tiempo, puede debilitar las bases de las relaciones, haciendo que la confianza se torne frágil y vulnerable.
Pero hay otra cara de la moneda… del mismo modo que las palabras pueden herir, también pueden sanar. Un elogio, una palabra amable o un gesto de apoyo pueden tener un impacto transformador en la vida de alguien. Cultivar un lenguaje que cure implica ser conscientes de la oportunidad de ser agentes de cambio positivo. ¿Te visualizas como tal?
Y con esto no te estoy proponiendo que saques el cristal color de rosa al más puro color de la película Barbie y niegues lo que sucede en tu entorno, expresar descontento o desacuerdo de manera constructiva es fundamental. ¿A qué me refiero? A generar una comunicación asertiva que invite a la comprensión mutua y al diálogo para la resolución de conflictos en lugar de perpetuarlos.
Comunicarnos correctamente es importante en todos los ámbitos de nuestra vida, desde nuestras relaciones personales hasta nuestra participación en la sociedad. Cuando lo hacemos bien, podemos construir un mundo más comprensivo, tolerante y justo. Dicho así, es un acto de amor hacia los demás.
El diálogo que generamos mediante las palabras -escritas o habladas- se convierte en una parte esencial de las relaciones humanas. Recuerda que es así como nos conectamos con los demás, compartimos nuestros pensamientos y sentimientos, y construimos relaciones.
La buena comunicación es respetuosa, atenta y honesta. Es una forma de mostrar a los demás que nos importan, que nos tomamos el tiempo para escucharlos y que valoramos sus opiniones, aún cuando no estemos totalmente de acuerdo con ellas, ya que no podemos pretender que los demás vean la realidad bajo nuestra óptica. Significa decir la verdad, incluso si es difícil, a la vez que buscamos ser honestos con nosotros mismos y con los demás sobre nuestros sentimientos y necesidades. Aun así, hay quienes aseveran que comunicarse es lo más fácil en la vida, lo es en cierta forma, el reto es comunicarse adecuadamente, asimilar nuestra responsabilidad como emisores de mensajes y tener muy claro que todo, absolutamente todo, por insignificante que parezca va a tener un impacto. ¡La buena comunicación es una habilidad que podemos aprender y mejorar con la práctica!
¡Piensa antes de hablar! Previo a pronunciar palabras que puedan herir, es vital practicar la empatía. Intentar comprender los sentimientos de los demás y ser consciente del impacto de nuestras palabras puede prevenir heridas innecesarias.
Una buena idea
¡Ejercita las palabras positivas! Cuando mis sobrinos eran muy pequeños, mi cuñada siempre les decía que “gracias” y “por favor” son palabras mágicas, algo que desde mi punto de vista se convierte en la más grande lección de educación hacia la vida.
No sé qué opines tú, pero a mí me parece que, si aplicáramos ese consejo a la vida cotidiana, si diariamente las ejercitáramos más, tendríamos más puertas abiertas de las que siquiera podemos imaginar. El encanto de las palabras no está en encontrar aquellas que por extrañas nos remiten a un diccionario, pesa más el encanto de las cotidianas, pero de corazón.
Te voy a proponer elijas tus propias palabras, esas que se van a convertir en tu mantra y que valdría la pena proferir todos los días de una forma hasta deliberada, con el tiempo se convertirán en un proceso casi automático y las habrás incorporado a tu comunicación cotidiana. ¿En cuáles pensarías tu? Es una decisión propia, a mí, en este momento que escribo me vienen estas otras.
Perdón – Amor – Aprecio – Esperanza
Quiero dejarte reflexionando el día de hoy con una poderosísima frase del escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, quien decía “El lenguaje es un arma cargada de futuro.” ¿Le estás dando un buen uso o estás desperdiciando tus municiones en palabrería que no ayuda a nadie?
¡Elige cada vocablo sabiamente y transforma realidades! Por pequeño o inofensivo que parezca, nunca olvides que es ahí donde encontrarás la fuerza que puede construir un mejor mundo para todos.
GRACIAS por haberme leído hoy y POR FAVOR busca ese buen uso que se traducirá en grandes cosas para ti.