Muchas veces al solo escuchar la palabra autismo, nos imaginamos a una persona poco sensible, sin control o desconectada del mundo de las emociones tal y como nosotros las entendemos, sin embargo esto no es así.
Los niños que padecen de algún trastorno dentro del espectro autista, sin duda presentan mayores dificultades para comprender y expresar sus emociones de una manera clara. Esto se debe a que presentan deficiencias persistentes en la comunicación e interacción social, hecho que afecta considerablemente las relaciones sociales e interacciones personales. Por esta razón, estos niños cuentan con dificultades para establecer lazos o vínculos emocionales con los demás. Sin embargo, ello no quiere decir que por tal motivo sean insensibles o carentes de emociones. Tienen solo una forma distinta de comunicarse; pero sin lugar a dudas, cuentan con un mundo emocional.
Te invito a romper equívocos paradigmas y navegar en el mundo de nuestros niños y adolescentes con Autismo o algún trastorno dentro de éste espectro.
Hoy podemos afirmar que es posible desarrollar habilidades que les permitan reconocer, identificar, verbalizar y resolver sus emociones, es decir, desarrollar la inteligencia emocional para facilitarles una mejor calidad de vida.
Sin miedo a equivocarme, les digo que sí es posible hacerlo. Sí, se puede desarrollar la inteligencia emocional en ellos como en cualquier otro. Tomando la premisa de que las emociones se generan en nuestro sistema límbico ubicado en nuestro cerebro. Por lo que podemos afirmar que la inteligencia emocional siempre se podrá desarrollar, si recibimos las experiencias y los estímulos adecuados para ello. El cerebro es un músculo plástico y el estimularlo puede crear esas conexiones neuronales que no fueron dadas. Pero ¿Cómo podemos hacerlo? y ¿Qué es la Inteligencia Emocional?
La inteligencia emocional la podemos definir como: “Una serie de habilidades necesarias para regular nuestras emociones”. Entonces… Al ser una habilidad, ésta se puede aprender y entrenar, mejorándola día con día. Es decir, podemos ir desarrollando esta serie de competencias prácticas que nos permiten sentir, identificar, nombrar, y regular nuestras emociones y las de los demás, para influir en torno a los estados de ánimo propios y ajenos. Esto se puede lograr si escuchamos desde su corazón y su mente, y no desde la nuestra.
Posiblemente si nos adentramos en su mundo escucharíamos frases tales como: Por favor mamá y papá recuerda que: “El que no lo haga ahora, no quiere decir que nunca lo podré lograr. Solo necesitaré de más ayuda en comparación con los niños que no padecen este trastorno. Recuerda que soy autista pero que también soy un niño. Me gusta lo que a otros les gusta, solo que no sé identificar qué siento y cómo comunicarlo, y por eso me cuesta trabajo ver las emociones en otras personas”.
Deberemos de ser pacientes y ofrecerles un gran número de herramientas, ya que presentan problemas para generalizar el aprendizaje, es decir, si un niño con autismo aprende de manera teórica el significado de las emociones, presentará dificultades para llevar ése aprendizaje a situaciones de su vida cotidiana.
Rompamos entonces el mito acerca de que: “Los niños autistas son incapaces de sentir o expresar cariño” y ayudemos a que aprendan a utilizar sus emociones para facilitar su pensamiento.
La diferencia radica en que su manera de querer, su forma de expresar o demandar afecto es distinta a la esperada; y es por eso que la labor activa de los padres es determinante en su desarrollo emocional.
Nuestros niños y adolescentes dentro del espectro si tienen la capacidad de sentir afecto como cualquier ser humano y requieren del cariño de los demás. Sus sentimientos son procesados de manera distinta. Esto puede ser de forma muy intensa y necesitarán de padres, familiares, amigos y terapeutas para enseñarles a canalizar las emociones, expresarlas y compartirlas.
No olvidemos que la sinceridad que los caracteriza en ocasiones parece demostrarnos falta de empatía y poco uso de filtros sociales, sin embargo, debemos entender que ellos van de frente con la verdad, ya que no saben mentir. A veces se malinterpreta de igual manera su rechazo físico, pero éste se da más por la inmadurez en la integración sensorial que presentan que por un rechazo emocional.
Es importante comenzar por nombrar las emociones más fáciles de identificar para no confundirlos, como: Felicidad, tristeza y enojo. Se pueden utilizar estrategias pedagógicas como el semáforo emocional, donde aprenderán el proceso de : Paro. Pienso y Actúo. Otra manera puede ser ayudarlos a la identificación fisiológicamente, esto es, en qué parte de su cuerpo sientan la emoción, y dibujar o nombrar o señalar.
Otros espacios emocionales que les permitirán mover sus emociones y así poderlas identificar y regular pueden ser: Meditación, actividad física, aromaterapia, mindfulness, programas de inteligencia emocional, etc.
Pero recuerden que la clave está en enfrentar y no evadir las emociones. No cubrir unas con otras, sino conocerlas para aprender a regularlas haciendo con ellos una herramienta a nuestro y a su favor.
Así que seamos nosotros los que desarrollemos la capacidad de ponernos en su piel, comprender lo que sienten y entender su forma de dar afecto. Porque realmente no son ellos los que deben cambiar, sino éste mundo donde no hay cabida para la diferencia.