Como Educador, Neurolingüísta y Madre de Familia, considero que la Inteligencia Emocional es de vital importancia en el desarrollo humano. Un niño que se está desarrollando, aprende y se entrena en actividades académicas, físicas y culturales; ¿Cuando se le enseña sobre conocer y expresar sus emociones?
Nuestras emociones son lo que nos definen, lo que nos hace únicos e irrepetibles, lo que nos guiará y acompañará el resto de nuestras vidas y el manejo de ellas dirigirá muchas de nuestras decisiones en la vida.
Visto de ese modo, estamos construyendo niños que se convertirán en adultos disociados, en adultos que serán grandes tecnócratas, grandes médicos, grandes empresarios, entre otros; sin saber quienes son en realidad. Al no proporcionar las herramientas necesarias para el desarrollo emocional, tendremos niños y adultos carentes de habilidades necesarias para conocer y manejar sus emociones.
¿Y esto que significa?
Estamos construyendo personas altamente entrenadas para resolver las más complicadas ecuaciones sin realmente conocerse a si mismos y poder resolver sus vidas de una manera positiva, a un costo emocional elevado. Van por la vida resolviendo cuestiones aritméticas, culturales, y/o tecnológicas de gran utilidad, sin embargo, el ser humano es un ser integral, no un ser disociado, que se desarrolla con todos sus sistemas interconectados. Es por ello la importancia de entender al ser humano como un ser lleno de emociones y pensamientos que se rige por éstos, y en consecuencia, que toma decisiones desde su inconsciente o desde su consciente, dependiendo el desarrollo que tenga de su Inteligencia Emocional.
Hoy en día esta comprobado que aquellos adultos, jóvenes y niños que presentan un adecuado manejo de emociones, presentan de igual manera un mejor rendimiento académico, una mayor capacidad para cuidar de si mismos y de otras personas, utilizan mayores recursos para superar problemas en la vida diaria y la adversidad, y tienen una menor probabilidad de caer en el mundo de las adicciones.
Si nos ponemos a reflexionar un poco sobre la vida adulta, podemos ver que muchos de los mayores problemas en nuestras vidas se deben a las dificultades en la regulación de las emociones y desgraciadamente son muy pocas las escuelas que se preocupan por enseñar esto. Al igual que aún hoy en día, son muy pocos los entrenamientos que podemos encontrar accesibles para padres y maestros, quienes son los formadores.
“Educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto” Aristóteles.
Aprender a conocer y controlar nuestras emociones se ha convertido en un factor esencial en la educación de nuestros hijos y en nuestras vidas. Las emociones son la base de cualquier aprendizaje.
Basados en estudios recientes de investigaciones en neurociencia, podemos afirmar que las emociones dirigen nuestros procesos atencionales, facilitan procesos de memoria a corto y largo plazo y permiten el desarrollo de la motivación intrínseca por el aprendizaje continuo.
Entonces podemos definir la Inteligencia Emocional como la serie de habilidades necesarias para gestionar nuestras emociones. Por lo que, al ser una habilidad, ésta se puede aprender, entrenar y mejorar día con día. La Inteligencia Emocional es “la capacidad de identificar, sentir, entender, controlar y modificar estados de ánimo propios y ajenos” según la definición de los psicólogos de Yale, Peter Salovey y John Mayer (1990).
Es por lo tanto una serie de competencias prácticas que nos dan la destreza para entender qué nos pasa y qué pasa con otros, y así poder actuar en una consecuencia lógica a los hechos. De igual manera, nos permite poder ver y entender con claridad las situaciones para generar mejores opciones para enfrentarlas. Nos ayuda a desarrollar capacidades tales como la adaptación, lo que será una herramienta básica para ser exitoso. En un mundo donde todo cambia de manera constante se requieren habilidades y capacidades emocionales que nos permitan desarrollar nuestro máximo potencial.
El desarrollo de la Inteligencia Emocional es de igual manera un preventivo para el desarrollo de la depresión, ansiedad y otros trastornos mentales.
Las emociones producen en principio un efecto fisiológico que se reconoce en el cuerpo, éste las detecta como un receptor. El cuerpo maneja los cambios fisiológicos dados que van desde llorar y/o reírse hasta el aumento en la presión arterial. Es aquí donde la Inteligencia Emocional nos ayuda a identificar la emoción, nombrarla de forma correcta y regularla.
Al ser los humanos seres cognitivos (es decir, racionales), podemos aprender sobre nuestras emociones y de las de otros y de ese modo ser capaces de comprender la emoción y su causa, decidir cuál es la mejor opción para actuar en torno a ésta; con esto me refiero a que con una Inteligencia Emocional correctamente desarrollada facilitaríamos un mundo de acciones y no solo de reacciones.
Podemos entonces focalizarnos en la necesidad imperante de educar nuestro cerebro.
Hacernos conscientes de nuestras emociones nos da la oportunidad de desarrollar cerebros más sanos, lo que nos dará como consecuencia una vida más funcional y feliz.
Belen Bordes